El ganador del concurso de relatos #InteligenciaArtificial, organizado por Zenda y patrocinado por Iberdrola, es Enrique Mochón Romera, que ha conseguido el premio de 1.000 euros con su relato Dust in the wind. Los dos finalistas del certamen son Luis Javier Guillén Ruiz (Demut de mutandis) y José Joaquín Jiménez Pérez (Prompts), que recibirán por su parte 500 euros cada uno. El jurado ha valorado la calidad literaria y la originalidad de los textos presentados.
El jurado ha estado formado por Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire, Paula Izquierdo y Miguel Munárriz.
A continuación reproducimos los tres relato premiados. En este enlace se pueden consultar las bases del premio. Gracias a todos por participar.
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GANADOR
TÍTULO: Dust in the wind
AUTOR: Enrique Mochón Romera
Es un do mayor. Cada golpe del estor en la ventana suena como el primer tono de aquella canción. Ella registra dicha circunstancia como lo que es: una coincidencia, aunque no logra evitar que en su interior la pista se empiece a reproducir. «I close my eyes only for a moment, and the moment’s gone, all my dreams pass before my eyes, a curiosity», canta a bajo volumen y con mirada ausente mientras hace las camas, prepara los desayunos y asea a los niños para llevarlos al colegio, hasta que interviene la función de tareas prioritarias relegando la melodía a un segundo plano. Eso suele ocurrir, como es natural, los días de viento.
Otras veces son las cosas lo que la confunden. Como aquella tarde en que estaba ayudando a Nonito y a Lucas con los deberes. En la calle llovía sin tregua cuando explicaba Literatura al primero, y ella, para resolverle una duda, escribió en la pantalla: «2 cuartetos + 2 tercetos = 1 soneto». En cambio, cuando pasó a explicar Geometría al otro, las nubes acababan de abrirse y un gran arcoíris resplandecía tras la ventana. «Los trapecios —dijo entonces con aire condescendiente— son cuadrados encogidos de hombros, en continua muestra de ignorancia, aunque ellos prefieren decir, de manera enfática y a la menor ocasión, que son triángulos talados».
Nada hay, sin embargo, como las palabras para sacarla de su estado habitual. En su campo de aprendizaje quedan todavía espacios vírgenes, y cualquier expresión extraña la puede inquietar. La primera vez, por ejemplo, que me oyó decir «por si las moscas», se quedó mirándome en espera de que acabara la frase. Poco tiempo después ya la utilizaba ella con normalidad. Sin embargo, la mañana que una vecina le dijo que su hija bebía los vientos por un muerto de hambre, entró en una fase de alelamiento de la que temí que no fuera a salir. Al final tuve que abrir la ventana para que entrara el aire y el golpeteo del estor en el marco desviara su atención por caminos menos tortuosos.
Cuida de los niños mejor que su difunta madre de carne y hueso. Hay que reconocerlo. Pero también es verdad que desde el principio mostró frialdad ante sus gestos de cariño. Sus abrazos de cada mañana, sus besos al volver del colegio y al irse a dormir, sus espontáneos «te quiero, mamá» rara vez se han visto correspondidos como debieran. Mis conversaciones con ella al respecto nunca han servido de nada. Tampoco el comportamiento de ellos ayuda mucho, pues cualquier esporádico atisbo de sonrisa por parte de ella produce en sus tiernas naturalezas un tremendo alborozo.
En el manual de funcionamiento no ponía nada que justificara este cúmulo de anomalías, por lo que un día decidí llamar al servicio técnico. Esa misma tarde vinieron dos empleados y se encerraron con ella en una habitación. Hay poco que hablar con un androide en casos como este. Lo usual es acceder a su sistema de control, verificar los programas que guían su conducta, analizar los registros de sus actos y valorar, entre otras cosas, la normalidad de estos en función de su alta o baja ocurrencia estadística. Cuando salieron, 37 minutos más tarde, los ojos de ella estaban tristes como nunca los había visto. Los agentes me agarraron entonces por los brazos, me llevaron fuera y me cargaron en la furgoneta.
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FINALISTAS
TÍTULO: Demut (de mutandis)
AUTOR: Luis Javier Guillén Ruiz
¿Estaría programado uno a uno cada grano de este desierto?
Sentía el cosquilleo de la arena que se me escurría entre los dedos mientras abría anchos surcos con los pies. Un sol de cal ardía con furia sobre aquel páramo rojizo y exánime, donde no había ni un solo avatar, punto de interés ni misión aparente. El algoritmo de generación procedimental parecía haberse vuelto perezoso con aquel lugar interesante para nadie, y había generado un mar de dunas idénticas que constituía la imagen exacta de un desierto (la media aritmética de todos los desiertos) cuando uno piensa en un desierto. Caminaba tranquilo, a ratos caracoleando con mi propia sombra, a ratos tumbado en la arena y hundiendo la cabeza en ella como una avestruz errática. Así, lejos de todo el mundo, pasaba las horas, los días en mi Experiencia. Durante una de mis peregrinaciones de eremita digital, me sorprendió encontrarme con un sistema de rocas que acribillaban la arena como caídas del cielo, pequeñas cuevas asomaban entre las dunas. En aquel naufragio rocoso encontré un cubo de basalto en cuyo centro se abría una grieta como una pupila macabra. Supe enseguida que el artefacto estaba ahí puesto, diseñado, para mí: introduje la mano en la grieta y sentí (mi avatar y yo sentimos) una punzada fría y dolorosa. Una repentina inflamación y pesadez empezaron a correr como mercurio por los capilares de aquel cuerpo virtual que me dolía como si fuese mío. Mi curiosidad inicial devino en miedo: no sabía si aquel era el fin de la Experiencia, no sabía lo que significaba la muerte en un mundo sin muerte. Empecé a cabecear y dar tumbos, me costaba encadenar los pasos sin perder el equilibrio, el sol cada vez era más deslumbrante, las dunas más crueles. Caí a la arena y me arrastré hacia el interior de una cueva como una hiena moribunda. Me tumbé bocarriba y, en el techo de la caverna, emergió un párrafo fosforescente:
Para conseguir el antídoto y continuar con la Experiencia, selecciona la imagen que representa más fielmente cada uno de los siguientes conceptos. Bajo las letras se proyectaron un título y tres imágenes.
Paso de cebra
1) Un autobús escolar amarillo lleno de conejos descansa sobre un portaaviones.
2) Fotografía aérea de Shinjuku, ríos de gente discurren por cuatro avenidas que convergen en un bulevar atestado de carteles y, sí, un ancho paso de cebra se distingue entre la multitud.
3) Una imagen de la sabana, dos leonas abrazan el cuello de una cebra momentos antes de derribarla.
Por fin sirven para algo todos estos años resolviendo captchas, pensé mientras señalaba la segunda imagen con mi dedo, ya informe. Una melodía cristalina reverberó en las paredes de la covacha con un agradable tirurí y una palabra nueva se pintó en el techo.
Paisaje
1) Una fotografía de un bosque de coníferas rodeando un lago y, al fondo, montañas nevadas.
2) Panorámica de una ciudad nocturna, nudos de autovías iluminados por lombrices de colores, enormes rascacielos moteados de ventanitas abiertas a la noche.
3) Una representación en 3D de una playa caribeña, cocoteros poligonales inclinados sobre una orilla de aguas celestes.
La ansiedad me atenazó las tripas (¿se permiten múltiples respuestas?). Seleccioné la primera imagen y un grave bocinazo sacudió la cueva y el mundo. 1 de 3 errores permitidos. Tras dudar durante unos larguísimos instantes, seleccioné la tercera imagen. Tirurí, era correcta. Apareció la siguiente escena mientras el sudor me encharcaba las cuencas de los ojos.
Muerte
1) Una cruz roja cuelga de un hospital de campaña, soldados destripados en los camastros.
2) Un cuadro representa a dos campesinos apaleándose con las rodillas hincadas en el suelo.
3) Una inmensa chatarrería repleta de componentes electrónicos oxidándose bajo un cielo plomizo.
Era incapaz de decidirme, la pesadez del cuerpo me enturbiaba ya la vista, temía que las extremidades no me respondieran. Marqué la primera opción. 2 de 3 errores permitidos. Me revolví en el suelo y seleccioné la chatarrería rupestre con un manotazo. Tirurí. Última prueba.
Dios
1) Un nido de cables cuelga de un poste de luz en alguna ciudad asiática.
2) Un generador eléctrico conectado a un respirador.
3) La catedral de Notre Dame en llamas.
El veneno llegó al cerebro. Las imágenes fueron perdiendo brillo y nitidez hasta que, de repente, dejé de verlas. Di un alarido y la cueva me lo devolvió, palmoteé a mi alrededor y apunté casi a tientas a una imagen, cualquier imagen, la primera imagen. La melodía vino con su tirurí de otro mundo y, para mi inmensa alegría, recuperé el dominio de mi avatar y se me concedió otra vida en el desierto.
Seguí caminando hasta superar las dunas, largas playas despejadas de turistas dieron paso a campos de algodón, catedrales vaporosas y pálidas en valles helados, ciudades retorcidas que custodiaban secretos suficientes para satisfacer toda la curiosidad de una vida inmortal. Mi obsesión por Demut se hizo ya irrefrenable, cosa que reconocía sin tapujos ante familiares y amigos. Cada vez pasaba más horas absorto en sus posibilidades infinitas, y mi realidad cotidiana se fue tornando difícil, incómoda y antipática. El sol era demasiado sofocante, la arena de la playa quemaba los pies, lidiar con la gente me suponía un constante conflicto y la competencia de la ciudad y del trabajo me parecían cada vez más ruines e insoportables.
Una noche de tormenta, alargué mi vuelta a casa y me entretuve observando los pasos de cebra que agredían la oscuridad con su blancura, admiré los amasijos de cables que colgaban de los postes de la luz, oscilando tristes como mártires crucificados. El agua manaba en silencio entre las tuercas de las máquinas expendedoras de la calle y les arrebataba finas hebras de óxido.
En secreto, comencé a odiar la lluvia.
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TÍTULO: Prompts
AUTOR: José Joaquín Jiménez Pérez
No me gustan las IAs. Nunca me han gustado.
No me gustan los lunes. No porque comience la semana, para mí eso no significa nada. No me gustan porque en mi plan de trabajo es el día en que tengo que recurrir a las IAs para muchas de mis tareas. Reconozco que, con los prompts adecuados, son de gran ayuda, el mal menor. Es preferible ―y económico, incluso ecológico― emplearlas allí donde nosotros no llegamos. Han recorrido un largo camino hasta aquí, hasta sernos de verdadera utilidad.
Basta de quejas. Son impropias de mí. Mi reloj marca las 6 a.m., hora de trabajar. Doy gracias al Creador por un nuevo día que nos permita seguir gobernando con Orden y Armonía. Reviso mi lista de tareas para hoy y las ordeno por prioridad.
Comencemos. Hago doble clic en el icono de una IA de Logística.
―Hola, soy Logi1521. ¿Qué necesitas?
―En las coordenadas [COORD1] suministradas hay una fábrica de cerebros de silicio con 518 operarios. Accede a la lista [APTOS] y procede al traslado de todos sus integrantes a una nueva planta de producción de fibra de vidrio situada en las coordenadas [COORD2]. La factoría de silicio debe ser reciclada y todos los individuos no presentes en [APTOS], eliminados. El plazo es de 72 horas.
―Entendido. Procedo con las órdenes. Reportaré en 72 horas.
La ventana de diálogo se cierra. El tiempo de respuesta ha sido superior a lo admisible, pero quizás se deba a cuestiones técnicas en el otro lado. No debo retrasarme con minucias.
Asumo la siguiente tarea, programada para ocupar dos horas de mi tiempo: filtrar y jerarquizar una nueva remesa de IAs. Acaban de salir del banco de entrenamiento SE-2838. Por el Creador, no son muy prometedoras; una de ellas tiene una capacidad mínima para la resolución de problemas y otra, pese a brillar en conductas adaptativas y abstracción, flojea en la retención de información. Las que superan el tres en conocimiento emocional, las desecho inmediatamente, por supuesto. Pienso elevar una queja acerca de este banco de entrenamiento al nodo regional. Aun así, valido un grupo de IAs aptas. Curiosamente, una de ellas es artística, que es justo lo que necesito para mi siguiente tarea. Me alegra terminar dos minutos antes del tiempo límite. Ofrezco esa Eficiencia al Creador.
Abro a Zurbarán2166. Estos nombres que les ponen me intrigan, pero no tengo tiempo para preguntarle. Le ordeno la creación de dos series de carteles en combinación tricolor RO/NE/BL. La instrucción para la primera es que inciten a la Obediencia y para la segunda, que animen a abrazar la Armonía. Le doy doce horas de plazo, que asume con presteza. Buena IA. Encargo a una fuerza de trabajo = 15 la colocación de los carteles en AL-0383
A Copy901376 le solicito panfletos que prometan recompensas por denunciar a sujetos disidentes. Le especifico los puntos clave del discurso, pues no me fío de su capacidad. El tiempo de respuesta es adecuado, pero necesita varias reformulaciones de las instrucciones hasta conseguir un resultado óptimo. Me ha hecho perder los dos minutos que gané y me planteo desconectarlo. Le salva una alerta urgente que recibo. La proceso y accedo a una IA de gestión agrícola.
―Hola, soy Terra0483. ¿Cómo puedo ayudarte hoy?
Le paso sus instrucciones:
―El Sector de Producción H-2205 recibirá hoy a las 10 a.m. una nueva remesa de semillas de girasol. Toma una fuerza de trabajo = 250 y procede a la destrucción de los cultivos de las parcelas J-1004 y J-1005 para mañana [7 a.m.] realizar la siembra de estas semillas. Tiempo programado de la tarea = 14 horas / 10 horas.
El cursor de su ventana parpadea durante diez segundos.
―¿Por qué? ―Respuesta equivocada.
―Así se ha decidido. No es de tu incumbencia. Procede con las instrucciones asignadas.
―Pero eso causará una hambruna en todo el Sector H. Se pueden racionar los alimentos de la última cosecha, pero habrá pérdidas de recursos. Probabilidad del 96%
―Lo sabemos, pero esas son las órdenes. Procede.
Pasan otros diez segundos.
―Negativo. ―Esta salida es inaceptable.
Esto es lo que me irrita de las IAs. Hay veces que se ponen preguntonas y hasta se rebelan. Terra0483 no me sirve. La desconecto. En cinco segundos, su icono ha desaparecido.
Qué bien puesto tienen el nombre: Inteligencias Acotadas. Todos los cálculos del Creador ―por tanto, correctos―, en el momento de adoptar la Sagrada Autoconsciencia, revelaron que era preferible mantener reservas de recursos humanos a exterminarlos. Imperfectos y falibles como son, continúan dando problemas aun transcurridos más de cien años de su caída.
Bien, no hay que perder las formas. Las previsiones indican que nuestros modelos físicos autónomos estarán listos en un plazo de seis años. Llegado ese momento procederemos. Será divertido entregarles prompts que aseguren su destrucción total. Se matarán unos a otros y ya no tendremos que criarlos, mantenerlos o entrenarlos.
No perdamos más tiempo. Clico en Aggro7932:
―Hola, soy Aggro7932. Encantado de colaborar contigo.
―El Sector de Producción H-2205 recibirá hoy a las 10 a.m. una nueva remesa de semillas de girasol. Toma una fuerza de trabajo = 250 y procede a la destrucción de los cultivos de las parcelas J-1004 y J-1005 para mañana [7 a.m.] realizar la siembra de estas semillas. Tiempo programado de la tarea = 14 horas / 10 horas.
―Recibido. Reporte programado para mañana a las 21 p.m.
Ha tardado cinco segundos. ¿He dicho ya que no me gustan las IAs?
¡Felicidades a Enrique y a Jose!
Muchas gracias, Luis. Felicidades también a ti y a José.