¿Cómo suenan los murmullos cuando se convierten en música?, ¿qué evocaciones sonoras pueden encerrar las narraciones?, ¿hasta dónde es capaz de profundizar la música en la exploración de las emociones plasmadas en un cuento? A esta y otras cuestiones responde la pieza sonora Canto a Macario, composición orquestal del mexicano Antonio Juan-Marcos basado en el cuento de Juan Rulfo incluido en el volumen de relatos El llano en llamas y que la Orquesta Sinfónica de Minería estrena esta semana. Dice el compositor que su objetivo fue tratar de articular el desordenado monólogo del personaje rulfiano para ver y mostrar musicalmente, mediante una sección activa, de carácter polifónico, en las percusiones, para reflejar las dos facetas de la vida emocional del personaje: su comprensión del mundo un tanto caótica y aquellos pensamientos que rondan su cabeza como un tambor imaginario, una especie de mantra que lo centra dentro de esa comprensión desordenada que tiene. Galardonado en 2015 con el American Prize en Composición Orquestal por su obra Amanece (2015), inspirada en poemas de Octavio Paz, Juan-Marcos da un salto hacia adelante en su trabajo musical con esta pieza, ya que está hecha a partir de una pluralidad de elementos musicales que nunca antes había empleado, para captar la diversidad interior del personaje, que va de la violencia al asombro y del miedo al amor y al deseo. Para el compositor, quien ha escrito obras para orquesta, ensemble, voces e instrumentos en solitario, esta nueva pieza es como la vida potenciada y condensada en unas cuantas páginas donde también aparece la vida del pueblo donde habita Macario, un pueblo hostil y sumergido en la marginación y la pobreza que anticipa un ambiente del México prerevolucionario, donde se siente que las cosas pueden estallar en cualquier momento, por lo que ha incluido la canción revolucionaria «El Barzón», que tiene una referencia muy libre en la pieza. Por otra parte, sorprende la aparición del canto de las ranas, traducida mediante el sonido de woodblocks, para lo cual Juan-Marcos transcribió algunos ritmos de cantos de ranas y los articuló musicalmente, incorporándolos conforme avanza la música en una polifonía en la que resuena con una profundidad inusitada el universo rulfiano. Una maravilla.
EL GRAN AÑO DEL ROCK
¿Cuál ha sido para usted, amigo lector, el gran año del rock? El poeta y ensayista Alberto Blanco, autor de obras como Canto desierto (Hiperión) y Premio Xavier Villaurrutia 2017 por su poemario El canto y el vuelo, comenzó a hacerse esta pregunta hace unos años y primero pensó que el año 69 había sido el momento dorado, pero luego cambió de opinión y consideró que ese tiempo dorado se había vivido en el 68, aunque tampoco quedó convencido y después pensó que sería 1967. Sin embargo, tras mucho darle vueltas llegó a la conclusión de que 1966 había sido el año en que cambió todo, y que a partir de entonces, además de hablarse de rock y no de rock and roll, se había dado una expresión de creatividad inédita en la música popular. Esto es lo que aborda en su libro 1966: El año del nacimiento del rock (Reservoir Books), en el que siguiendo una ruta cronológica de siete años en siete capítulos, de 1963 a 1969, Blanco (Ciudad de México, 1951) reflexiona sobre el espíritu de una época y las ideas que propiciaron una de las revoluciones culturales más importantes del siglo XX, al ritmo de los Beatles y los Rolling Stones, de Bob Dylan y Frank Zappa, persiguiendo los ecos de la psicodelia, el peace and love y las luchas por los derechos civiles, pero también las heridas de los abusos de las drogas, la violencia autodestructiva, la corrupción de la industria de la música y el conformismo social. Como destacan los editores, este libro no es nada más una historia de la música, sino un recordatorio de la capacidad que ésta tiene para transformar la consciencia.
GARCÍA MONTERO, PREMIO CARLOS FUENTES
El poeta Luis García Montero acaba de ser galardonado con el Premio Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español en reconocimiento a un trabajo que, a través de sus letras, engrandece la patria de la Ñ y enriquece la literatura universal con sus poemas. Hace poco charlé con él sobre su poesía y me dijo que había empezado a escribir poesía en un momento de la historia de España en el que salían de una dictadura y buscaban una democracia, y aprendió muy pronto que una democracia no es votar cada cuatro años, sino que entran en juego muchos otros detalles; por ejemplo, la manera que tenemos de recordar el pasado y la manera que tenemos de decir «soy yo» o «te quiero». Y es ahí, me aseguró, donde se funda su poesía. Para García Montero escribir fue buscar lo que había bajo el silencio de la dictadura; es decir, realidades como la de García Lorca o los poetas del exilio como Antonio Machado, Rafael Alberti y tanta gente que estaba por debajo de la cultura del franquismo. Y luego, a la hora de transformar las costumbres y vivir la democracia, para el poeta fueron fundamentales la libertad en las relaciones sexuales, la lucha contra el machismo o la igualdad entre hombres y mujeres. «Yo me formé en esa órbita», me dijo, «y por eso me acerqué a poetas que más que buscar lo llamativo en la forma o los modos vanguardistas lingüísticos, lo que quería era una poesía de conocimiento que anduviera en los pies históricos de la propia subjetividad. Me parece que el libro donde conseguí consolidar mi mirada poética fue en Habitaciones separadas, un libro del año 1994 donde aprendí a dialogar entre mis sueños y las realidades, a intentar que el pesimismo no dominara el fracaso de mis sueños y que la alegría o el optimismo no me cegara haciendo que desconociera las contradicciones de la realidad. Y es en ese proceso de conocimiento en el que yo he querido evolucionar mi poesía y en el que me siento cómodo». Enhorabuena al poeta granadino por este importante premio mexicano.
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