«Hemos sido muy felices, nos hemos reído mucho… A pesar de todo, lo pasábamos bien». Estas son las primeras frases que se hallarán al abrir este libro. Y son importantes y representativas de su contenido por dos motivos: primero, porque suponen el reconocimiento por parte de una mujer de clase obrera, cuya familia padeció la represión franquista, de que también hubo en ese tiempo alegría… ¡y hasta felicidad! Segundo, porque el susodicho reconocimiento supone dinamitar el rígido encuadre gnoseológico de tantos historiadores antifranquistas que solo contemplan evaluar la dictadura bajo los criterios de dureza, terror, cárcel y muerte.
No solo miedo, se titulaba un libro sobre el régimen franquista en el que participaba uno de los coordinadores de esta obra, Hernández Burgos (editorial Comares, Granada, 2014). Es decir, no solo el miedo había constituido el basamento del sistema, sino que, junto a este, otras muchas actitudes, desde la aceptación a la indiferencia o la pasividad posibilitaron el mantenimiento y extraordinaria perduración del mismo. Por tanto, no tendremos una visión completa de la España franquista si no atendemos, junto a los aspectos más siniestros, a sus contrapartidas. O sea, que hubo fiesta… pese a todo.
De hecho, el mencionado autor (Hernández Burgos) ya había sido también uno de los editores de un reciente volumen muy semejante a este en su intención y estructura, aunque no en su contenido: El franquismo se fue de fiesta: Ritos festivos y cultura popular durante la dictadura (Universidad de Valencia, 2022). En esta obra intervenían además algunos de los autores que aparecen en el libro que ahora nos ocupa. Para entendernos con una referencia clásica, no se trata en ninguno de estos dos volúmenes de hacer un remedo de la Crónica sentimental de España de Manuel Vázquez Montalbán sino algo muy distinto: estudiar la cultura festiva del franquismo (o, mejor dicho, bajo el franquismo) con todos los recursos historiográficos y con la óptica de la nueva historia cultural.
La obra, resultado de un proyecto de investigación, consta de trece capítulos que se han distribuido en cuatro bloques no muy claramente diferenciados, cuestión menor que apenas afecta al resultado: el primero, «Definir el ocio y la nación» trata de la Semana Santa andaluza, la copla y otras formas de «evasión». El segundo, «Propaganda, medios de comunicación y entretenimiento», aborda el cine y la radio. El tercero, «Espacios de ocio, inmoralidad y desafío» se ocupa de las tabernas, el ocio juvenil y la «inmoralidad». Por último, bajo el título de «El turismo y el ocio de los españoles», el cuarto bloque, el más homogéneo a pesar de tener cuatro capítulos, analiza diversos aspectos del desarrollo turístico.
Aunque el título sea Divertirse en dictadura, debe advertirse que estamos ante un estudio serio y, en algunos aspectos, hasta demasiado serio. Me explico: este es un libro concebido en el ámbito académico, es decir, universitario, que utiliza una conceptuación, una metodología y un aparato bibliográfico que pueden resultar en principio disuasorios para el público generalista. No obstante, se percibe en sus autores una voluntad de trascender los límites estrictos de los especialistas. Conviene animar por ello al simple interesado en los aspectos culturales a que se acerque a él, porque el contenido en sí es muy interesante y compensa sobradamente el esfuerzo de sumergirse en sus páginas.
¿Conclusiones? En una obra de estas características, con tantos autores y con esta yuxtaposición de estudios sectoriales (a veces complementarios pero en otras ocasiones muy distintos entre sí), es difícil o arriesgado identificar constantes, pautas y patrones comunes de comportamiento. Con todo, me arriesgo a subrayar tres rasgos que me parecen significativos. El primero es que a pesar de los pesares (otra vez) el ocio en la España franquista no era tan distinto (¿hasta qué punto era España different?) del que se vivía en aquel tiempo en países de nuestro entorno. Por expresarlo en los términos exactos que figuran en la obra: «pese al carácter dictatorial del régimen español, existieron paralelismos con los procesos experimentados en otros países».
En segundo lugar, es obvio que en un régimen como el franquista todos los poderes, del Gobierno a la Iglesia, hicieron todo lo posible, a todos los niveles y con los más diversos instrumentos (desde la persuasión a la prohibición) para controlar el ocio de los españoles, del mismo modo que controlaban opiniones políticas y actitudes morales. Con el esquematismo y simplificación característicos del caudillismo y el nacionalcatolicismo imperantes, se distinguían buenas y malas diversiones. Se fomentaban aquellas y se perseguían estas pero esta actitud rigurosa se fue relajando con el tiempo. Téngase en cuenta que el franquismo, sin olvidar totalmente la retórica de la Cruzada, buscó su legitimación (desde fines de los 50 y más claramente en la siguiente década) en un desarrollo económico y social que contemplaba el ocio —y el consumo asociado a él— como parte importante de la satisfacción de los españoles.
Por último e inextricablemente relacionado con el último aspecto señalado, debe apuntarse que la vitalidad de la sociedad española terminó reventando por varias partes el rígido corsé del régimen. Volvemos así en cierto modo a la reflexión inicial, ahora desde otro punto de vista o, más exactamente, bajo un enfoque complementario: la vida fluía por debajo del acartonamiento franquista. Como oposición o escapismo, se hacía humor (esos chistes de Franco contados en voz baja, como guiños de complicidad), se pecaba a pesar de lo que dijera la Iglesia (de la taberna al club de alterne) y los ámbitos de sociabilidad juveniles desafiaban la moralidad impuesta. Los locales de diversión, más o menos clandestinos, constituían el contrapunto de la seriedad oficial. En definitiva, también bajo Franco los españoles encontraron la manera de reír, bailar, ligar y divertirse. A pesar de todo…
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Autor: Claudio Hernández Burgos y Lucía Prieto Borrego, edits. Título: Divertirse en dictadura. El ocio en la España franquista. Editorial: Marcial Pons. Venta: Todos tus libros.
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