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35 calorías sin azúcar, de Jasminka Petrović

35 calorías sin azúcar, de Jasminka Petrović

En la novela 35 calorías sin azúcar, de la aclamada escritora serbia Jasminka Petrović, nos adentramos en el mundo de dos amigas que, durante las vacaciones que pasan juntas, empiezan a conocerse mejor. Junto a ellas, los lectores vamos descubriendo lo que se esconde tras el perfeccionismo de una de las dos y el trastorno de la alimentación contra el que esta tiene que luchar. La escritura de Jasminka Petrović se caracteriza por su sentido del humor y la franqueza en decir las cosas. En este texto se les suman también una documentación extensa basada en el análisis de testimonios reales de víctimas de esta enfermedad y los estudios de los expertos. Porque las 35 calorías sí pueden marcar la diferencia.

Zenda comparte un extracto de 35 calorías sin azúcar, una novela de Jasminka Petrović (Malinc). 

***

Ellas veían una película y la película las veía a ellas

La nieve seguía cayendo. Apenas eran las cinco, pero ya estaba oscuro. Tara estaba junto a la ventana, mirando cómo el caminito se sepultaba cada vez más rápido bajo la blancura del patio. No le gustaban el invierno, las Navidades, ni tampoco las vacaciones. El frío aumentaba su sensación de abandono. Temía la soledad, pero, al mismo tiempo, solo en su soledad se sentía segura. Cuando cerraba todas las puertas a su alrededor, sabía que nadie podía acercársele y, así, nadie podía hacerle daño. Ni siquiera mamá y papá. Solo en este frío y vacío podía ser ella misma. No tenía que ser agradecida, obediente ni perfecta. No tenía que demostrar a nadie su inteligencia, su belleza, su bondad, lo ordenada y minuciosa que era.

A Tara se le estaban acumulando las emociones. Era un invierno así y nevaba. Iba a séptimo curso del colegio. No se había acostado en toda la noche. Había estado copiando los deberes de Lengua. Quería lograr una letra muy conseguida. Al día siguiente todos en la escuela le preguntaron por las heridas en sus dedos. Ella mintió, diciendo que se había pillado la mano con la puerta del coche. La profesora elogió su caligrafía y eso compensaba el dolor.

Pero a veces el dolor es demasiado grande y la soledad, pesada y terrible, como ahora, en la época de las fiestas navideñas. Todos van apresurados, haciendo planes, riendo, comprando regalos, decorando los pisos. Durante este tiempo, ella estaba sentada en su cámara secreta deseando que alguien la encontrara y la abriera. Pero ¿cómo, si la llave estaba por la parte de dentro?

Para ella las vacaciones eran desde siempre una pesadilla. No tenía obligaciones, deberes, un orden. Cuando Jovana la invitó a Grocka, se puso superfeliz. Había escuchado ya tantas historias interesantes sobre su tía, su tío, Bata y Gaša que deseaba conocerlos. Pero, sin embargo, quizás se había equivocado. «No debería haber venido», pensó Tara, mirando absorta un gorrión que daba saltitos sobre el tejado de la caseta. «La tía es una pesada sin igual. Para ella la comida es el sentido básico de la vida. Odio a ese tipo de mujeres».

El Danubio se ocupaba de sus asuntos

La mañana era soleada y fría. Los copos de nieve por fin se habían cansado y se habían retirado a sus aposentos celestiales. Jovana y Tara caminaban por la orilla del Danubio. Los pies se les hundían en el manto de nieve. Tara iba un paso por delante de Jovana. Luego, de pronto, se paró y se quedó mirando el río.

—¡Qué poderoso es el Danubio! —suspiró. Frente a sus ojos se acumulaban las imágenes de su infancia—. Si papá no me hubiera sacado entonces, llevaría muerta ya mucho.

—¡Por eso enterraste tus zapatos! Algún sacrificio debía caer.

—Pero solo acordarme de aquellos azotes… Mamá me dio la del pulpo.

—Se dice que uno solo se acuerda de los azotes injustos —Jovana miró a Tara—. Creo que es cierto. Yo nunca voy a pegar a mis hijos.

—Yo nunca voy a tener hijos —Tara sintió la mirada extrañada de Jovana y añadió rápido—: Los padres siempre meten la pata con algo. No me gustaría que mi hijo sufriera por mi culpa.

A Jovana no le quedaba completamente claro qué quería decir Tara. ¿Cómo es posible que alguien desee no tener hijos? ¿Tara sufre por culpa de sus padres? ¿Acaso no es ella la chica más feliz, más guapa y más inteligente del mundo?

Jovana estaba de acuerdo con Tara en la mayoría de las cosas, pero había momentos en los que le parecía que estaban alejadas la una de la otra por dos años luz al menos. Por ejemplo, anoche. ¿Qué es lo que le pasó? Así tan de repente. Si es que había sido de repente…

Jovana decidió esperar a las explicaciones de Tara. Ella no va a hacerle ni una sola pregunta. No quería ser entrometida. O quizás no esté preparada para descubrir qué pasó en realidad. A veces es más fácil taparse los oídos y cubrirse los ojos que afrontar la verdad.

—¡Tara, mira! —exclamó Jovana, y señaló con el dedo hacia el río—. ¿Ves? ¿Lo ves?

—¿Qué? ¿Que si veo qué? —Tara miraba bien a Jovana, bien en dirección adonde le señalaba—. ¿Qué hay que ver? No entiendo…

—¡Un zapato! ¡Un zapato rojo! ¿Lo ves? Ahí está… Flotando por el Danubio —Jovana daba saltitos en el sitio con el brazo extendido—. Está ahí, ¡justo enfrente de nosotras! ¿Lo ves? ¿Lo ves ahora?

Tara sonrió y asintió con la cabeza. Estaba sorprendida.

—¡Increíble! ¡Qué casualidad! —Miró a Jovana con los ojos como platos.

—¡Nada es casualidad! —Jovana se rio.

—Así que me llevé los azotes para nada, mis zapatos siguen con vida. Nadan del nacimiento a la desembocadura y de vuelta —Tara también se rio.

Acompañó con la mirada el zapato rojo dando saltitos sobre las crestas de las olas y flotando ligero por el Danubio. Con el zapato se alejaba también una imagen tenebrosa de su infancia. «Esto sí que se lo voy a contar a mi madre —pensó, pero cambió rápido de opinión—: Aunque es mejor que no le cuente nada. Solo se alteraría. Últimamente tiene los nervios a flor de piel. O se echa a llorar o se enfada. Mejor que me calle».

Tara y Jovana continuaron paseando. Era como si la escena del zapato rojo les hubiera facilitado el andar. Desde las casas cercanas llegaba el olor a leña quemada. Los copos de nieve seguían descansando. Jovana alzó la cabeza. El cielo era ancho y acogedor. A sus labios se les escapó una sonrisa, sin que ni ella misma supiera por qué. Así porque sí. Respiraba a un ritmo uniforme, acorde al de sus pasos. Y justo cuando pensaba fundirse cual camaleón con la naturaleza y sentir la fuerza y la belleza de este pequeño y corriente instante en todo su esplendor, Tara la agarró de las piernas y la arrastró al suelo con rapidez.

—¿Sabes de qué dos riachuelos surge el Danubio?

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Autor: Jasminka Petrović. Traductores: David Heredero Zorzo y Sašo Puljarević. Título: 35 calorías sin azúcar. Editorial: Malinc. Venta: Todos tus libros.

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