En los márgenes, la poesía refunda la realidad. La fija, la troquela, la trasforma o, si se prefiere, simplemente ilumina el recoveco; pone luz a las esquinas. Esta es la máxima hölderliniana: «Lo que permanece, lo fundan los poetas». Y es el poeta granadino Juan José Castro Martín quien, en su último libro, El bosque errante, va abriendo claros, rompiendo el límite que impone la visión unitaria de la posmodernidad fundando una realidad poética a través del símbolo. El poemario, merecedor del IV Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz – Academia de Juglares de Fontiveros, recorre un paisaje de enmarañado boscaje para establecer un diálogo interno donde la creación artística, la naturaleza y la búsqueda del sentido de la existencia son la urdimbre que conforma la trama del poema. Dividido en seis partes (El aliento y el barro, El éxtasis y el llanto, La corriente cautiva, Las voces y el letargo, El bosque errante y, por último, El temblor y el barro), el poemario busca en el lenguaje asir una verdad innominable, más apta para la intuición que para la voz: «Por el bosque rastreas / el ciervo esquivo del lenguaje», como si todo aquello que debe ser nombrado estuviera oculto en la minucia, en las mínimas cosas que pasan desapercibidas en el mundo moderno, que les da la espalda. «Toda memoria está en la savia abierta / de la luz», dirá más adelante el poeta de Motril, dando a entender que mito, recuerdo y realidad son lo mismo; caminan en concomitancia.
El bosque errante se plantea como una gran metáfora, una alegoría que precisa de reposo. Por eso, el poeta huye del lugar común, del verso fácil, del poema endeble para trasportar al lector —entre composiciones en verso y prosa poética— a una espesura donde podemos dialogar con el silencio, con el susurro del ramaje y con los abismos de pretéritos creadores que toman la palabra a través de su verso. Así, Castro Martín se viste con los ropajes de John Keats (en el poema «Escritura en el agua, última carta») para decir: «Quise hablar de lo leve, de ese polvo que pierden las estrellas o las polillas, / de la precaria luz de las luciérnagas», para seguir más adelante: «Era verdad enajenarse de los propios límites / y constatar que ser es perecer en la belleza», rastreando el sentido del vivir más allá de lo visible porque «para el canto de un pájaro la realidad no basta». El poeta entona todo un homenaje a músicos, bardos y escritores que van jalonando el sendero que nos introduce en un juego donde el Yo lírico —que siempre es el mismo— se cubre con diversas máscaras. Siempre buscando, como un monje cartujo, el éxtasis en el silencio: «Esto es ser, ir desde el ruido al silencio» o «todo cuanto enmudece se hace ser», parece buscar, a la par, poner nombre a la incertidumbre que habita entre las cosas: «Así el poeta nombra lo insomne, la despierta / estela de lo bello que a veces toca lo tangible».
El afán del poeta es buscar con la palabra lo que esta no alcanza. En la quinta parte del libro, Castro Martín escribe:
«Las palabras abdican
en lo invisible de las cosas.De continuo las buscas
en la alucinación o los desvelos.
Solo límites hallas, solo el hilo
de tu voz extenuada en la materia.Siguiendo vas un eco:
un sonido feroz es siempre la respuesta.»
Y ese eco se trasforma en una quimera, en un cordel de niebla que se evapora antes de que podamos salir del laberinto porque «todo se exilia al pronunciarlo», dirá el trasunto del poeta en el disfraz de Robert Walser.
Castro Martín escribe dentro y fuera del bosque simbólico, siempre jugando en la frontera; en los límites ficticios que se impone a sí mismo. El libro se alza como una provocación, como una búsqueda pausada de la identidad en la contemplación y el pensamiento frente al vértigo irracional. Pone de manifiesto la necesidad de volver a sacralizar lo que antes era sagrado, de saber andar entre el signo y la realidad; entre el mito y la existencia. Busca el ideal de la palabra, la verdad de la belleza, la necesidad de la quietud. Busca, en definitiva, aspirar a lo oculto y etéreo porque «Tan solo lo que existe aspira a lo invisible».
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Autor: Juan José Castro Martín. Título: El bosque errante. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: Todos tus libros.
Muy interesante la critica favorable que hace notar la excelencia en el poemario del autor. Habrá que leerlo sin duda.