Inicio > Libros > Narrativa > De demiurgos imposibles de alcanzar

De demiurgos imposibles de alcanzar

De demiurgos imposibles de alcanzar

A medio camino entre el relato testimonial y el ensayo, esta novela es una reflexión sobre la paternidad que tiende puentes con otras obras literarias. Tras la muerte de su propio padre, Emili Albi se puso a escribir una novela que, partiendo de lo íntimo, acabara hablando de todos nosotros. O, mejor dicho, de todas nuestras familias.

En este making of Emili Albi cuenta el origen de Esta vana esperanza (Pez de Plata).

***

Muy a menudo digo en entrevistas o presentaciones que uno escribe para comprender el mundo. No es un gran hallazgo, ya lo sé, aunque supera, creo, a ese otro lugar común al que acudimos los autores que afirma que se escribe para expresarse o comunicarse. Mi última novela (vamos a clasificarla así para simplificar), Esta vana esperanza, trata sobre mi padre y, por ende, sobre la paternidad, una condición que, para complicarlo todo un poco más, ahora yo también ejerzo.

"Las relaciones con el padre están llenas de resistencias y rebeldía, no en vano ellos nos fuerzan a abandonar la feliz y libérrima animalidad, a censurar el impulso de satisfacer cualquier deseo al instante por las convenciones sociales"

Los padres son los encargados de convertir a los hijos en seres políticos, en ciudadanos. Sin su participación, seríamos simples seres humanos, animales, salvajes. Los progenitores nos identifican e individualizan al tiempo que nos insertan en la comunidad y para ello nos nombran, nos ofrendan la palabra con la que narrarnos, nos otorgan un origen desde el que emprender el futuro, nos legan el tiempo taimado, también el espacio («todo esto que ves, hijo mío, alguna vez será tuyo»), nos transmiten las historias familiares que son nuestra prehistoria personal, nos dan una clase social, una ideología, nos hacen cargar con sus filias y fobias, nos crean… y todo esto además de pasarnos otros rasgos más arbitrarios como la estatura, la calvicie o la predisposición a sufrir alguna enfermedad. En fin: un sacrificado, interminable y arduo trabajo.

Las relaciones con el padre, pues, están llenas de resistencias y rebeldía, no en vano ellos nos fuerzan a abandonar la feliz y libérrima animalidad, a censurar el impulso de satisfacer cualquier deseo al instante por las convenciones sociales. Por eso el padre es, en cierta medida, un demiurgo imbuido de esa naturaleza divina que los convierte en seres imposibles de alcanzar. Seres duales, admirados y castrantes a la vez. En mi caso, mi padre, además, fue un ser humano enigmático, poco convencional y lleno de secretos que, gracias a la escritura, he conseguido desentrañar.

"Apareció también el placer y el amor, el de recrear un padre que quizá no existió, pero que siempre fue anhelado"

Todo empezó con su muerte, que trajo una necesidad casi fisiológica de escarbar y profundizar en la existencia de aquel hombre al mismo tiempo tan presente y tan lejano en mi vida. No es literatura lo que digo, es realidad ramplona, descripción inventarial de la existencia: necesitaba comprender quién fue mi padre. Yo soy licenciado en Derecho, escritor y editor, así que desconozco los métodos que sigue un historiador cuando ha de investigar un hecho pretérito, pero supongo que, de una manera intuitiva e imperfecta, emulé a uno de ellos. Me puse a hablar con gente que le había conocido, primero dentro de mi familia: mi madre, mis hermanas; después sus amigos, sus compañeros de trabajo. Cada conversación arrojaba un esbozo de ser humano distinto, aunque embellecido por la muerte. Estaba el gran profesional, el padre estricto pero justo, el de la ética inmaculada, el amigo generoso… Me introduje también en su despacho, en su dormitorio, en su cuarto de baño, analicé con mimo y con una melancolía impropia sus recuerdos materiales, todo aquel atrezo que conformó su intimidad: sus cartas, su llavero, su mechero Ronson, su peine de carey, sus tarjetas bancarias… Pero el puzle no se completaba, sino que, paradójicamente, se sofisticaba y ramificaba. Leí a escritores que antes que yo habían emprendido ese viaje hacia el padre (Marcos Giralt, Héctor Abad, Manuel Vilas, Ackerley, Daniel Jiménez…). Después pensé en él, en el «él» ideal, quiero decir, en su historia, su parca historia, en lo poco que nos contó en vida. Su orfandad de padre, su madre excesivamente estricta, su infancia en una Valencia de posguerra, sus ansias de libertad. Y ahí apareció la literatura, como la masilla exacta que rellena aquello que el tiempo nos ha robado, y apareció también el placer y el amor, el de recrear un padre que quizá no existió, pero que siempre fue anhelado.

Al final de la investigación, claro, llegué a mí y comprendí al cabo que este libro en realidad va de mí y que no lo escribía para comprender, sino para seguir haciéndome preguntas. La literatura no es más que eso: una gran pregunta que respondemos escribiendo. Gracias, papá, por enseñármelo.

—————————————

Autor: Emili Albi. Título: Esta vana esperanza. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todos tus libros.

4.9/5 (17 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios