Imaginemos un hombre: un hombre más bien alto, más bien atlético, más bien elegante; es culto, es rico, es famoso, y escribe sátiras sobre personajes de la corte y sonetos de amor. Escribe y pelea con su espada. Escribe y entra a escondidas en las alcobas de las aristócratas y de las rameras. Escribe y se ríe de todos, juega a las cartas y se funde su fortuna. Lo destierran fuera de España y escribe. Vuelven a desterrarlo otras dos veces y escribe más. Escribe en latín y en castellano, escribe con el lenguaje de las musas y con el de los arrabales. Conversa con el rey y corteja a la reina. Y escribe. Y un día le clavan siete puñales en la esquina de la Calle Mayor de Madrid y se desangra sobre las baldosas y nadie nunca jamás logra averiguar quién fue, qué pasó, por qué lo mataron.
Y esa es la historia que se cuenta en Don de la insolencia (Siruela) de Carlos Aganzo. La historia y una breve antología escogida de uno de los poetas más sobresalientes del Siglo de Oro español, enemigo de todos, Lope de Vega, Quevedo, Antonio Hurtado de Mendoza, y admirador y discípulo de Góngora. Un conde que fue el primer Don Juan, antes del Burlador de Sevilla y del Tenorio, pero no un Don Juan novelesco, un Don Juan real.
Juan de Tassis era el correo mayor del rey. Su familia, de origen italiano, había fundado en el siglo XIII en su país de origen la Compagnia dei Corrieri della Serenissima, un sistema de jinetes que recorría al galope los caminos llevando misivas. La compañía creció al tiempo que la familia se extendía por el imperio de los Habsburgo y cambiaba su nombre por Turn & Taxis. Ciertas teorías afirman que de ahí podría venir la etimología de los “taxis” actuales. Pudiera ser. Aunque la rama de la familia que se estableció en España a finales del siglo XV, mantuvo su apellido original y los Tassis españoles lograron el monopolio postal en el imperio europeo de Carlos V. Cuando Juan de Tassis nace en Lisboa en 1582 y pasa su infancia entre Valladolid y Madrid, los condes de Villamediana se habían convertido en una de las familias más relevantes de la corte española, habían servido a Felipe el Hermoso, a Carlos V y a Felipe II. Este conde de Villamediana, además, se convirtió en uno de los personajes más célebres de su época.
“Noble entre los nobles, caballero entre los caballeros, poeta entre los poetas, donjuán entre los donjuanes de palacio, tahúr entre los tahúres de burdel. Tan exquisito en el vestir como insidioso en el hablar y el escribir”.
¿Y por qué nos interesa ahora este Don Juan que llega de cuatro siglos atrás?
Dice Carlos Aganzo: “Porque su vida es digna de una película o de una serie”.
¿Y qué más? “Porque en sus versos el lector va a encontrar un lenguaje que habla del interior en un mundo en el que estamos un poco cansados de vivir hacia el exterior, por no decir hacia la virtualidad. Porque es un personaje de carne y hueso con todos los gozos y las sombras de la carne y el hueso… Y todo ello envuelto en el misterio de un asesinato que ha atravesado los siglos sin llegarse a resolver”.
También dice:
“A mí me interesa sobre todo su poesía, sus poemas de amor, donde se cruzan el último petrarquismo con el primer culteranismo gongorino, pero con un sello y un modo de hablar y de interpretar el amor, y a partir del amor el mundo, que son únicos”.
Expliquemos esto. El petrarquismo hablaba del amor desde la idealización, desde la alta inspiración; el primer culteranismo de Góngora, desde el preciosismo, desde cierta oscuridad. Juan de Tassis va más allá: tiene un concepto poético muy personal del amor, escrito no desde las escuelas literarias, sino desde su propia peripecia personal, que le valió vivir casi más tiempo en el destierro que en la Corte. Además, conoce la mitología grecolatina y domina las formas clásica. “En definitiva: la pura esencia de eso que llamamos Barroco”.
En cielo oscuro, tempestad serena,
apacible pasión, dulce fatiga,
lisonja esquiva, lisonjera pena;premio que mata, alivio que castiga,
causa que, propiamente siendo ajena,
con lo que más ofende más obliga.
He aquí la Definición de amor del Conde de Villamediana. El amor enajena, el amor es ciego y es amor loco. “Es amor fou, antes de que el amor fou se inventase”.
El amor persiguió al Conde durante toda su vida, o quizá, el Conde persiguió al amor. Durante siglos su leyenda se acrecentó, fue sujeto de estudio de los estudiosos y sujeto de repudio por escritores moralistas. Incluso se dijo de él que era bisexual porque al tiempo que fue asesinado, hubo un famoso caso de relaciones homosexuales que implicaba a nobles y a sus sirvientes, y por el que fueron todos ajusticiados. También dicen que su última amante fue la reina Isabel de Borbón, la bella esposa francesa de Felipe IV.
Y dicen que esa fue la causa última de su muerte.
O quizá no, tenía tantos enemigos que pudo haber sido esta o alguna rencilla política (escribió contra casi todos los ministros de Felipe III y Felipe IV) o un marido despechado (amó a casadas de todos los pelajes).
Quizá el conde no quería vivir largo, perder su fuerza, su apostura.
Quizá el conde se lanzó en una carrera desbocada hacia adelante.
Quizá el conde estuviera verdaderamente enamorado esta vez. Por última vez.
Quizá me he inventado todo esto.
Qué sabemos. Nos faltaría un epitafio escrito por el conde mismo.
Lo que sabemos es que su asesinato fue un acontecimiento político y literario en la España de aquel tiempo. Dio lugar a cantos fúnebres y a coplillas, dio lugar a encuentros en los que todos los escritores de la época revisaron la relación con los poderosos de los que dependían. Y dio lugar a una leyenda literaria que ha perdurado hasta hoy. A Villamediana se la ha alabado y se la vilipendiado, tanto el pueblo como los literatos, pero sobre todo, se le ha estudiado. Desde Pinheiro da Veiga, en su tiempo, hasta el discurso de ingreso en la Real Academia Española de Luis Rosales, pasando por el Cancionero de Mendes Britto, Emilio Cotarelo, Hartzenbusch, Narciso Alonso Cortés, etc. De todo ello da cuenta Carlos Aganzo. Tres años de trabajo de investigación y de lecturas se plasman en este Don de la insolencia. Aquí encontramos al gran periodista y mejor poeta que es Aganzo. Rigor y lírica. Reflexión y pasión. Claridad e inspiración. Este libro le hubiera gustado a Juan de Tassis. Que seguro que se está riendo de nosotros desde ese más allá generoso al que van los poetas.
También le hubiera gustado el epitafio anónimo que estuvo colocado en el lugar del crimen, donde ahora mismo hay una placa que recuerda su muerte al anochecer de un 21 de agosto de 1622:
Aquí una mano violenta
más segura que atrevida
atajó el paso a una vida
y abrió camino a una afrenta.
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Autor: Carlos Aganzo. Título: Don de la insolencia. Editorial: Siruela. Venta: Todos tus libros.
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