¿Pero acaso no es el factor humano lo que nos conecta profundamente con nuestro pasado? ¿Acaso a las generaciones futuras les interesarán más los números y las estadísticas, que los recuerdos personales de unos individuos parecidos a ellos? ¿Al excluir el factor humano, no nos estamos desligando emocionalmente de nuestra historia y, que Dios no lo permita, quizá arriesgándonos a repetirla algún día? Y a fin de cuentas, ¿no es el factor humano lo único que nos diferencia del enemigo al que ahora nos referimos como “los muertos vivientes”?
Max Brooks en Guerra Mundial Z (Almuzara, 2008)
Los medios de comunicación viven su propia Guerra Mundial Z. La mayoría se va contagiando del virus del clic y la estadística inmediata, se vuelven iguales, avanzan buscando víctimas a las que morder a corto plazo sin darse cuenta de que en cualquier momento la realidad les regalará un hachazo mortal en la cabeza.
El virus genera manadas capaces de reaccionar a la vez a un sonido estridente, dispuestas a atacar a todo lo disonante en un entorno en el que lo único que importa es alimentar el corto plazo para seguir andando.
En plena invasión zombi, con la contienda aún en su fase inicial, Zenda es uno de esos escasos territorios no afectados por la infección. Los prisioneros ya hemos vuelto a las celdas después de nuestra salida del pasado jueves para celebrar, entre otras cosas, el primer año de supervivencia.
El foco de resistencia crece, genera nuevas alianzas y demuestra con el ejemplo que el factor humano puede imponerse a las armas más sofisticadas en plena guerra zombi. Las palabras, las historias contadas por un ejército dispar, contienen la infección y hacen retroceder palmo a palmo al virus. Larga vida a Zenda.
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