Ledicia Costas vuelve a nuestras librerías con una historia de brujas. Nueve años después de obtener el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil la escritora gallega nos descubre una historia de mujeres. Piel de cordero (editada por Destino) es una novela que abarca pasado y presente: la autora nos hace viajar a comienzos del siglo XIX para descubrirnos la historia de Catalina, una bruja de Merlo con una misión que cambiará su vida. Al tiempo nos desvela la historia de Lola, una mujer que se encuentra, en pleno siglo XXI, inmersa en una encrucijada personal que acabará conectándola con Catalina.
Piel de cordero ha nacido al abrigo de sus lectores. Costas comenzó un diario en redes sociales que aupó sus largas jornadas de escritura desvelando poco a poco los entresijos sobre los que se ha ido desarrollando esta historia. Hace tres años deslumbró con otra novela dirigida al público adulto, Golpes de luz, obra más realista creada a partir de una mezcla de oscuridad y ternura; desde ahora Costas parece empeñada en ensanchar el mundo de la fantasía que ha habitado en su literatura dirigida a los más jóvenes.
Zenda se reúne con Costas en un hotel cercano al parque del Retiro. La autora está en plena promoción de este título (pocos días después firmaría en la Feria del Libro). No podemos evitar hablar con ella de esa magia que se le da tan bien y que traslada a cada página de su novela.
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—¿De dónde ha salido una historia tan mágica como esta?
—En realidad creo que sale de mi devoción por lo gótico, por el mundo oscuro, por todo lo que tiene que ver con ese universo que, en realidad, ya había tejido en toda mi obra infantil. El tema de la muerte, de la ultratumba, del más allá… está presente y me encanta la fantasía. Tengo novelas infantiles, juveniles que son fantasía pura. Pero no me había atrevido a explorar ese territorio en la literatura para público adulto. Con esta novela sí. Es el registro en el que estoy más cómoda, me siento más libre. Esta novela es un punto de inflexión en mi obra para público adulto porque a partir de ahora voy a transitar ese lado oscuro, donde me siento cómoda.
—La novela enfrenta dos mundos: uno contemporáneo, en el que una mujer desconfía del universo de la magia y la brujería encuentra en este una salud y, separado por varios siglos, de una estirpe de brujas perseguidas por la Inquisición. ¿Cómo se le ocurrió conectar estos dos universos en apariencia tan distintos?
—En realidad somos herederas de un pasado que en realidad sigue estando presente. Estamos unidas a ello con todo lo que implica, con el peso de la religión marcando cuál era nuestro lugar en el mundo. Me parecía muy atractivo que la novela se moviera entre dos mundos, pero en dos bloques. Lo habitual es encontrar novelas donde se intercalan pasado y futuro o pasado y presente. Decidí, a nivel estructural, asumir un riesgo, porque es verdad que la novela explora varios registros literarios distintos. Hay, a nivel estilístico, también una apuesta, porque hay dos estilos distintos. Tenía muchas ganas de hacer algo así. Me encanta experimentar, me encanta explorar, me gusta ofrecer novelas que estén llenas de cosas a todos los niveles. Por eso está esa mujer contemporánea que conecta con varios tipos de público y esa mujer del pasado, con todo lo que eso implica. Está ambientada en un momento en el que las cosas que les hacían a las mujeres que eran consideradas brujas eran muy radicales.
—Es notable el uso del lenguaje en la novela. En la primera parte usa una prosa preciosista, llena de color, muy rica, y en la segunda el lenguaje se vuelve mucho más minimalista, menos descriptivo, más centrado en los diálogos. ¿Cómo ha sido el proceso de creación de estos dos mundos?
—En la vida real soy caótica, pero a la hora de escribir soy disciplinada. Escribí la primera parte empapada de lecturas y vestida con esa piel de una mujer en los últimos coletazos del final de la Inquisición (principios del siglo XIX). Para esa inmersión visité el Pazo de Oca, que es uno de los escenarios de la novela, un lugar precioso en Galicia. Tuve la suerte de poder recorrer sus interiores (no sólo los jardines y el bosque). Pude imaginarme cómo era la vida en ese lugar en aquella época. Por eso ese lenguaje, como dices, preciosista. Es como una especie de exhibición. Luego está esa parte más contemporánea, donde la palabra «minimalista» que has mencionado lo resume perfectamente. También es la condición que tiene la protagonista, que lo que le toca es agilizar, tomar decisiones, ser expeditiva, ser práctica. Eso está reflejado en el lenguaje, en cómo se expresan. Hay también partes que son divertidas, porque la vida es a veces totalmente surrealista. Me parecía inteligente ese cambio de registro.
—¿Quiénes son Lola y Catalina y qué es lo que las une en Piel de cordero?
—Catalina es la nieta de una estirpe de brujas que se cría en Merlo, que es un universo que empecé a tratar en Infamia (novela que publiqué en 2019) y que quise seguir explorando aquí. No es el Merlo de Infamia, porque Infamia está ambientada en el siglo XXI y Piel de cordero en el siglo XIX. La madre de Catalina muere en el parto. La cría su abuela, que es una de las brujas de la aldea. En realidad son mujeres analfabetas que manejan la sabiduría de la naturaleza, de la tierra de la que sacan sus recursos. Catalina vive un momento de cambio. En esa parte está muy presente el despertar sexual. Ella descubre su cuerpo, es el inicio de su transformación. Se transforma, le sucede algo radical que provoca que se rebele. Eso es lo que la conecta con Lola (aunque no es lo único). Conectan porque son dos mujeres que deciden rebelarse, que no se conforman con el mundo que está diseñado para ellas, que rompen, que revientan las costuras, que se salen de la norma. Lola es una mujer del mundo contemporáneo que está viviendo una crisis personal a todos los niveles: una crisis de pareja, dudas sobre la maternidad… Esto la hace explotar, y empieza a recordar cosas que tenía olvidadas, experiencias que tuvo cuando era una niña, es escéptica, ella lo cuestiona porque es racional. No quiere saber nada de ese mundo pero hay algo que la está arrastrando. No quiere entrar pero no le queda más remedio.
—Tras Infamia y Golpes de luz esta es su tercera novela y quizá la que marca una separación formal respecto a las anteriores. Es mucho más ambiciosa en lo literario. ¿Qué espera que signifique Piel de cordero en su trayectoria?
—Aspiro siempre a la visibilidad, a que me conozcan, a que me lean. Cuando un libro funciona, cuando explota, es porque llega a muchas manos y empieza a funcionar. Es bonito cuando los libros vuelan de mano en mano. Eso es lo que espero, que este libro llegue a mucha gente. Es muy difícil, con todo lo que se publica en el sector. ¿Cómo haces para que tu novela destaque? Piel de cordero es algo diferente, está en los márgenes. Aspiro a que sea visible, que la gente hable de ella.
—Háblenos de su proceso de escritura. ¿Cómo creó los personajes, los ambientes, sobre todo en la primera parte de la novela?
—Siempre tengo un pie pegado a la realidad. Soy muy observadora y escribo sobre cosas que le pasan a la gente. Muchas veces es pura fantasía. Catalina no es Catalina por casualidad. Hay muchas mujeres llamadas así que fueron señaladas por brujas. Me interesaba también la figura de Santa Catalina, que en el siglo IV sufrió martirio. De ahí surgió el nombre de la rueda de Santa Catalina. Soy observadora, pero casi nunca lo hago de manera premeditada. El inconsciente siempre está operando y al final siempre acabo escribiendo sobre cuestiones sociales que nos afectan y que están presentes. A veces no en mi vida, pero sí en la vida de las personas que conozco.
—Tanto Lola como Catalina han perdido a su madre, pero su madre, de una y otra manera, está presente en sus vidas. ¿Podría ser este texto un homenaje a la maternidad?
—No era en absoluto mi intención. No pretendía hacer un homenaje a la maternidad porque, para empezar, yo no soy madre. Quería contar una historia oscura, una historia que fuese muy potente, una historia que hablase de esas mujeres que eran perseguidas y una historia que cabalgase entre el pasado y el presente.
—Desde hace años se dedica profesionalmente sólo a la escritura. ¿Qué piedras ha encontrado en este camino y cómo ha logrado sortearlas?
—Eso es un salto sin red. Cuando decides abandonar tu trabajo como abogada en un despacho para dedicarte a escribir, sabes que estás asumiendo un riesgo y que te puede salir mal. Yo era una abogada triste porque no tenía tiempo para escribir, que es lo que me gusta hacer. Ahora soy una escritora que tiene la fortuna de dedicar el 100% de su tiempo a escribir o a acompañar mis libros. Hay que pagar facturas, hay que pagar el alquiler… a veces da la sensación de que los escritores vivimos del aire y ahí entramos en la precarización. Peleo contra eso todo el rato. Ser escritora profesional implica ser autónoma, con todo lo que eso lleva detrás: burocracia, obligaciones… Tienes que hacerlo todo. He tenido que crear una estructura: tengo una persona de confianza que me lleva la agenda, otro equipo, que es Antonia Kerrigan, la agencia, que se encargan de mis derechos y de las ferias para que traduzcan a otros idiomas mis libros… Porque no es suficiente con escribir una novela y publicar cada tres años. Tengo un ritmo de producción muy elevado, escribo en gallego, tengo que hacer ediciones simultáneas de mis libros. Eso quiere decir que trabajo con dos documentos: primero escribo en gallego, traduzco al castellano, recibo las correcciones en castellano, las correcciones en gallego, las sugerencias editoriales… Las tengo que cruzar y meter en los dos documentos. Es un trabajo exigente. Me considero afortunada porque manejo dos idiomas y la manera más bonita que tengo de defender mi idioma es escribir en gallego. Toda esta estructura de personas que tengo alrededor me facilita la vida.
—Hace más o menos un año inició un diario de escritura en Twitter en el que nos contaba el proceso de escritura de esta novela. ¿Nos puede desvelar su rutina como escritora estos meses?
—Empezó de manera casual. La gente siempre te pregunta cómo es el proceso de creación de una novela. Está muy idealizada la imagen del escritor o la escritora. Decidí romper con esa idealización y me pareció que la manera más práctica y más natural era con un hilo de Twitter. El 22 de septiembre de 2022 dije: “Voy a escribir una novela nueva y el proceso es este”. Recibí muchísimo feedback y fue genial. De repente la gente comentaba, compartía experiencias. Se creó un diálogo que fue muy enriquecedor y fue también un modo de acompañamiento porque el proceso de escritura tiene muchas subidas y bajadas. Tiene mucha soledad. Yo estaba acompañada todo el rato. Ahora que estoy empezando la promoción, sigo alimentando ese hilo de Twitter y sigo contando lo que va pasando, y la gente está muy implicada. Hay gente que me ha dicho que está leyendo la novela mientras leen el hilo para ver los procesos por los que pasé mientras escribía. Me parece algo maravilloso que nos dan las redes sociales, ¡que siempre las estamos criticando! Creo que las redes nos acercan también al mundo.
—Las dos protagonistas, en un momento dado, se encuentran encerradas. Lola en una relación muerta y Catalina en un pazo donde debe sanar a un niño. Una de ellas encuentra la liberación en la cultura, la lectura. La otra en la amistad, el recuerdo de su madre y la brujería. ¿Qué herramientas o soluciones encuentra Ledicia en una situación así?
—No lo sé. Mis recursos siempre son la lectura y el conocimiento. Soy voraz en ese sentido: siempre quiero saber más. Soy lectora y también muy disfrutona: me encanta ir al cine, jugar a videojuegos, ver series, leer, estudiar… Escribir para mí es también estudiar, todo ese proceso de documentación es un gran aprendizaje. Soy una persona que escucha mucho a mi entorno y cuando tengo un problema grave tengo una red importante en la que me apoyo.
—¿Cuáles han sido sus referentes literarios a la hora de escribir este título?
—Podría hablar desde Angela Sommer-Bodenburg, que es una autora de literatura infantil que escribió El pequeño vampiro, hasta Angela Carter, Shirley Jackson, Fernando Melchor —por mencionar a una contemporánea—. Me gusta mucho el mundo gótico, lo oscuro, la literatura de miedo. Creo que todas estas escritoras están ahí tejiendo hilos de alguna manera. Buscando conexiones con otras novelas, me han hablado de Hamnet, hay una conexión por todo el tema de las plantas.
—¿Podría avanzarnos próximos proyectos literarios?
—A finales de este año publico en castellano con Espasa un libro de poemas que se llama Ultraluz. Piel de cordero es una especie de extensión de Ultraluz. Ultraluz es un proyecto literario que nace de la mano de un proyecto escénico. De hecho, se puede escuchar en todas las plataformas digitales porque hay un disco en el que Amaro Ferreiro y Sergio Puga musicalizaron los versos de Ultraluz. Tenemos un espectáculo. Me parece genial que un libro pueda tener distintas vidas, no sólo en papel. También voy a sacar algún libro infantil más de aquí a que acabe el año. 2024 es un año lleno de proyectos.
—¿Por qué o para qué escribe Ledicia Costas?
—Es mi profesión. La literatura es mi profesión pero también es cierto que no sé vivir sin escribir, es algo visceral. No concibo la vida sin leer y tampoco concibo la vida sin escribir. Me encanta fabricar universos, crear mundos. Me considero una creadora de mundos, no sabría qué hacer en la vida si no pudiera hacerlo.
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