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Viaje a 1493

¿Y si fuera posible encontrar el Árbol del Bien y del Mal? Eso es lo que se propone el protagonista de esta novela histórica, Fernando Corregidor y Valiente, cuando encuentra un viejo mapa y emprende, en 1493, un viaje que cambiará su vida: Nápoles, Cádiz, Gran Canaria, las Indias…

En este making of José Gil Romero y Goretti Irisarri cuentan el origen de El camino olvidado (HarperCollins).

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JOSÉ GIL ROMERO: Esta novela nace a raíz de una historia triste, pero que tiene, en cierta forma, final feliz.

Vivo en Madrid desde hace treinta años, y en cierta época de mi vida tuve que ir y volver todas las semanas a Las Palmas de Gran Canaria para cuidar de mi padre. A medida que pasaban los meses, entre vuelo y vuelo, advertía que la isla se volvía para mí un terreno amargo, cada vez más asociado al sufrimiento. Fue esperando el avión en uno de estos viajes donde surgió la idea de El camino olvidado como respuesta, de la necesidad de recuperar el amor por mi tierra. Recuerdo que escribí allí mismo, en el móvil:

El viaje desde Cádiz se me había hecho pesado; y no es lo mismo el calmoso Mediterráneo que este mar de las tinieblas, por cierto, fuera del mundo conocido, más allá de la frontera con el Mare Tenebrarum.

Enseguida se lo envié a Goretti, la llamé para proponerle el proyecto. Estábamos en 2014, todavía no teníamos protagonista ni objetivo ni trama; todavía no sabíamos que nuestro personaje habría de embarcar en el segundo viaje de Cristóbal Colón hacia las Indias.

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GORETTI IRISARRI: Con el tiempo, el proyecto fue cambiando mucho. Decidimos ampliarlo a un gran viaje a lo largo del mundo de 1493. Salimos de Canarias e hicimos que comenzara en Nápoles, una ciudad sofisticada, vinculada con la corona de los Reyes Católicos. Nuestro protagonista era un antiguo mercenario; a sus cuarenta y pico estaba mayor para la época y se había convertido en un tasador de arte a las órdenes del rey bastardo, Ferrante.

Fue un reto recrear el Nápoles del siglo XV; la corte nos permitía crear un ambiente sofisticado, en contraste con los siguientes escenarios de la novela, cada vez más salvajes.

Ferrante encarga a Fernando Corregidor, nuestro protagonista, ir a Cádiz tras un antiguo pergamino que les han robado a él y a los Reyes Católicos. Fernando se ve forzado a volver a la acción. Y según pone un pie en el barco, descubre cómo echaba de menos su vida de aventuras.

"Es en Cádiz donde nuestro protagonista descubre que el pergamino robado resulta ser un mapa. Y que este mapa conduce nada menos que al Árbol Perdido del Paraíso"

Decidimos que Cádiz sería el siguiente punto del viaje; nos gusta darle a cada escenario la personalidad de un personaje, y en el caso de Cádiz creamos una ciudad decadente donde malvivían los restos de las tres culturas, cristiana, judía y musulmana. Un perfecto nido de espías: las cloacas de los servicios de Inteligencia de los Reyes Católicos. Al documentarnos nos suele suceder que la realidad «copia» a la ficción. Descubrimos así cómo trabajaba Torquemada y la Inquisición con lo que ahora se denominaría fake news. Es en Cádiz donde nuestro protagonista descubre que el pergamino robado resulta ser un mapa. Y que este mapa conduce nada menos que al Árbol Perdido del Paraíso.

Llegaba el momento de retomar aquel núcleo inicial de la novela: dar el salto a las islas.

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JGR: Comencé a leer todo lo que pude acerca de la historia de Las Palmas, de la que sabía algunas cosas por el colegio y porque, bueno, todo eso flota en el acervo popular de la isla. Leí ensayos, webs, tesis doctorales, artículos… Cada vez que visitaba una librería de viejo buscaba y rebuscaba; buscaba en el Rastro, en la Cuesta de Moyano, en plataformas de artículos de segunda mano. Fue especialmente provechosa la visita a una librería de Las Palmas, en donde encontré algunos ensayos que habrían de aportar una enorme cantidad de documentación.

En aquella parte del proceso la novela transcurría ya en 1493. La que, siglos después, terminaría siendo Las Palmas de Gran Canaria era una villa incipiente, el llamado Real de las Tres Palmas, tierra de aventureros y buscavidas, de mercenarios y perdedores: había terminado la conquista de la isla, la mayoría de los aborígenes guanches habían sido masacrados y los que quedaban se debatían entre la esclavitud, las escaramuzas o la aceptación de su nuevo destino. Un marco estupendo para las aventuras y desventuras de nuestro protagonista.

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GI: Nuestro protagonista iba, pues, detrás del mapa y del hombre que lo había robado. Habíamos decidido crear una fascinación por este personaje. Tenía que ser un villano que se va desvelando por la mirada de otros, pero que no aparece hasta el final de la novela; siguiendo el canon de El corazón de las tinieblas / Apocalipsis Now. De hecho, para hacer el papel de este villano nos gusta imaginar a Marlon Brando.

"En ese momento nos vimos obligados a eliminar ciento cincuenta páginas de la novela, la tercera parte de lo escrito, ya que por entonces el viaje del protagonista se adentraba en la Gran Canaria"

Así que construimos el personaje a través de un intercalado de cartas, recibos, trozos de diarios… Queríamos que Fernando, y a la vez el lector, se hiciera preguntas sobre quién es este hombre, el ladrón del pergamino. Fue un reto crear su filosofía: tenía que resultar la de un asesino amoral, rozar la locura y a la vez ser atractiva. Por mi parte desempolvé a un pensador que me fascina, Henri Bergson y su filosofía sobre la evolución creadora. Buscábamos provocar una curiosidad mística de cara al objetivo del mapa y de la novela: el Árbol Perdido del Paraíso. 1493 era el momento perfecto para que el hombre volviese a comer del fruto prohibido: justo acababa de terminar la Edad Media y comenzaba la Edad Moderna.

En ese momento nos vimos obligados a eliminar ciento cincuenta páginas de la novela, la tercera parte de lo escrito, ya que por entonces el viaje del protagonista se adentraba en la Gran Canaria. Habíamos estado trabajando con un experto en senderismo, Antonio Vera, y él nos aconsejó las veredas y caminos para llegar a tal o cual sitio. Todo eso, por desgracia, quedó guardado para otra novela; fue desechado.

Nos dimos cuenta de que el lugar perfecto para esconder el Árbol Perdido era este Paraíso recién descubierto: las Indias. Y así decidimos hacer dar el gran salto al protagonista y que embarcara con Colón en el segundo de sus viajes hacia las Indias.

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JGR: Queríamos contar con realismo los viajes por mar. Nos interesa que el lector se sumerja con los cinco sentidos, no solo la vista. Cómo olían, por ejemplo, hacinados los pasajeros en cubierta; cómo hacían sus necesidades por la borda, atándose con una cuerda y a la vista de todos. Cómo preferían comer cuando se había puesto el sol para no ver los bichos en la comida.

Durante la escritura queríamos sobre todo entender por qué aquella gente se metió en una cáscara de nuez para atravesar un océano desconocido que se creía lleno de monstruos y con un destino más que incierto. Ese es uno de los rasgos más poderosos del espíritu humano.

"El protagonista había pasado de tener un hijo a tener una hija; de tener una hija a no tener a nadie; de perseguir este y aquel objeto mítico a perseguir el Árbol del Paraíso"

Respecto a las Indias encontramos un diario magnífico sobre el segundo viaje, escrito por un médico que acompañó a Colón, el doctor Chanca. Al leerle aprendimos que las Indias resultaron ser un paraíso, sí, pero como todos los paraísos ocultaba un infierno. Esta novela ya buscaba mostrar un juego de opuestos que resultan intercambiables. Esta es la música subterránea que estructura El camino olvidado: el bien y el mal, la libertad y el destino, lo femenino y lo masculino, la vida y la muerte.

Por aquel entonces la novela había cambiado de mil maneras. El protagonista había pasado de tener un hijo a tener una hija; de tener una hija a no tener a nadie; de perseguir este y aquel objeto mítico a perseguir el Árbol del Paraíso. El proceso total había durado diez años, con idas y venidas y muchas paradas; con dudas y miedos, los propios del escritor: nada nuevo bajo el sol. Muchas lecturas, miles de correcciones, de cambios, de subidas y bajadas.

La respuesta de nuestra editora, Elena, cuando le enviamos por fin el proyecto, fue muy gratificante: «No le quiero cambiar ni una sola coma; está perfecta».

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GI: Decíamos que esta novela comenzaba con una historia triste, pero que tenía un final feliz.

JGR: Es verdad. Y son dos finales felices, en realidad.

GI: Uno es que el lector tiene ya entre sus manos la novela; puede disfrutarla y viajar con ella, darle sentido a diez años de trabajo.

JGR: El segundo, quizás menos trascendente pero tan importante para mí: a través de la escritura he conseguido reencontrarme de nuevo con mi tierra; como diría el poeta, hacer «con las amarguras viejas blanca cera y dulce miel». He recordado el camino olvidado.

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Autores: José Gil Romero y Goretti Irisarri. Título: El camino olvidado. Editorial: HarperCollins. Venta: Todos tus libros.

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