El director de cine mallorquín Agustí Villaronga falleció el 22 de enero de 2023, a los 69 años de edad, dejando el rico legado de una filmografía singular y la impresión de que su prematura muerte, debida a una cruel enfermedad, le impidió completar su ciclo. ¡Cuántas buenas e inolvidables películas podría haber realizado en una década más! Quienes echen de menos a este gran artista y deseen revisitar su obra con el asesoramiento de quien la conoce a fondo y mejor la sabe interpretar están de enhorabuena. Solo año y medio después de su desaparición acaba de llegar a las librerías el estudio definitivo sobre este director, Tras un cristal oscuro, de la escritora y ensayista Pilar Pedraza. Una cuidada edición de Shangrila, 226 ilustraciones y 284 páginas, que resumen el universo Villaronga.
No es la primera vez que Pedraza disecciona la obra del director mallorquín. En 2007 publicó en la colección de cine de la editorial Akal una monografía sobre un cineasta que le fascinaba. Tras conocer la muerte de quien fuera, además de admirado creador un buen amigo, se puso manos a la obra con este proyecto. No trataba solo de completar su obra hasta su última película, sino repensarla a la luz de una trayectoria ya cerrada y de todo lo que ella había aprendido. Además ha añadido un estudio de filmes poco conocidos, como El niño rey, obras de teatro y otras para televisión.
Para que los profanos aterricen con suavidad y buen pie en el planeta Villaronga, Pedraza recomienda Tras el cristal (1986), Pa negre (2010) y El vientre del mar (2021). La segunda «es una de las mejores de su filmografía, excelente retrato de la Guerra Civil en Cataluña, la más apreciada por el público y la más premiada, con nueve Goyas». Como muchos directores, tuvo que combinar para sobrevivir económicamente películas de encargo con obras propias. Tras el cristal y Pa negre pueden considerarse comerciales y El vientre del mar y El rey de La Habana autorales.
Vanguardista, inquietante, trasgresor, un director español que no parece español. Pedraza no escatima en elogios al cineasta: «Agustí Villaronga ha derrochado talento en su obra, que constituye una de las más valientes y hermosas del cine contemporáneo europeo y que está dotada, además, de una gran maestría técnica, de un exhaustivo conocimiento cinematográfico y de un obsesivo perfeccionismo», escribe en la introducción. «Su vanguardismo no se ha desgastado con el tiempo ni se ha debilitado por la melancolía crepuscular de la llamada posmodernidad. El director ha sido capaz de realizar un cine comercial de calidad sin renunciar a su estilo. (…) Ni siquiera cuando ha trabajado en producciones costosas, con medios suficientes y un público amplio y expectante, ha renunciado a plantear la historia a su manera. Su cine siempre ha sido trasgresor. No ha necesitado penurias y escasez de medios para crear sus complejos universos, en los que el bien y el mal vienen a ser inseparables». Aunque sus principales películas son crueles y por ellas circula el mal, «ha sabido crear también puntos de vista infantiles y mágicos, desbordantes de amor y de gracia, como en su película testamentaria, Loli Tormenta, donde la muerte nos guiña el ojo divertida», señala Pedraza.
Villaronga, relata Pedraza, admiraba a los clásicos modernos como Carl Dreyer, Alfred Hitchcock, Ingmar Bergman, Andréi Tarkovsky, Wong Kar-Wai o Federico Fellini y siempre le gustó lo que llamaba el «cine raro», como el Cinema Novo brasileño, los primeros filmes de Bigas Luna o las obras de Gus van Sant, David Lynch y David Cronenberg. «No tenía prejuicios sobre los géneros más o menos «culturalmente incorrectos», como el fantástico y de terror, del que le gustaba destacar, entre las películas españolas, los dos largometrajes de Narciso Ibáñez Serrador y el cine cruel de Dario Argento». Polinesia, México, Sudán, Arabia… Villaronga rodó con frecuencia en el extranjero, en ocasiones en condiciones límite, y eso confiere a su obra un carácter marcadamente internacional. «Quizá por ello los espectadores perciben su cine como «diferente» de la estética o del ambiente de las películas españolas en general. (…) Este cosmopolitismo respondía a su escaso interés hacia lo cotidiano más próximo y hacia lo que parece real sin serlo. Le atraían los mundos lejanos, fruto de su fértil fantasía o de origen literario, como gran lector, lo que viene de dentro y de lejos, tanto lo institucional como lo que no existe y exige ser creado, y también lo lejano real y poderoso: la selva, el desierto, el océano».
El director mallorquín tuvo una infancia de niño solitario y retraído, que él calificaba de tranquila y feliz para alejar la tentación de que se considerara a su arte fruto de una catástrofe temprana, aunque sí reconocía que fue un niño raro. Tal vez esa peculiaridad le ayudó a componer a sus personajes infantiles, con frecuencia protagonistas de sus argumentos. La pequeña Rena de Tras el cristal, los mellizos de Aro Tolbukhin, los primos y las niñas de Pa negre, el príncipe Fáisal de Nacido rey o los dos hermanos protagonistas de Loli Tormenta y su amiga keniata Linet. «A diferencia de la mayoría de niños que aparecen en las películas españolas, los de Villaronga no son ángeles ni criaturas inocentes: son personas y están en la dura línea rosselliniana más que en la blanda de De Sica. Se apedrean, matan, son asesinados, se suicidan… Sus niñas son cómplices o testigos privilegiados del mal, y sin embargo algo más refractarias a él que los varones, y entre ellas destaca Núria, la niña «mala» de Pa negre, un personaje fascinante, que con su mano amputada se asoma al balcón desnuda y es transgresora y algo bruja».
Pedraza concluye la introducción con una emotiva despedida a quien fuera su amigo: «Todos los que hemos tenido el gusto y el honor de tratarlo en persona sabemos de su inteligencia, su sensibilidad y su generosidad. Un fuerte ramalazo budista le proporcionaba calma y energía, y daba a su carácter una simpatía especial, un respeto universal hacia las personas y las cosas. La meditación yóguica le ayudaba cuando tenía problemas, y cuando no, también. Era, además, muy ocurrente y estaba dotado de un agudo sentido del humor, que te hacía sentir feliz en su presencia».
Y como síntesis final reproduce las palabras del también cineasta y amigo común, Antoni Aloy: «Con su mirada de ojos negros y brillantes el cineasta (Villaronga) nos adentra en un mundo donde el realismo más crudo se conjuga con la poesía más profunda y nos enfrenta cara a cara con el horror, la guerra, la enfermedad, la miseria, la locura, obligándonos a mirar lo que no queremos ver. Nos ensucia para después enseñarnos que de la oscuridad nace la luz, y que no hay luz más bella que la que resplandece en la oscuridad».
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Autora: Pilar Pedraza. Título: Agustí Villaronga: Tras un cristal oscuro. Editorial: Shangrila. Venta: Todos tus libros.
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