Si hubiera que ligar un sustantivo a la figura de Carlos Boyero, la inmensa mayoría elegiría controversia. Para mí, sería franqueza. Siempre me ha parecido una persona de una sinceridad exacerbada, sin que esto sea necesariamente una virtud.
No me malinterpreten, Carlos Boyero es una bellísima persona en las distancias cortas, amable hasta el extremo en el trato y un gran conversador (y muy divertido, por cierto). Pero ha sabido distinguir su ámbito privado de su figura pública, en la que, lejos de crearse un personaje (como otros pueden haber hecho en una estrategia de marketing), es lo que piensa. Por eso le han pagado siempre y nunca ha renunciado a sus principios, aunque haya incomodado a personas influyentes o, incluso, a amigos, levantando muchas ampollas.
Viene Boyero a Siempre al Oeste a hablar con Paloma Rando y Edu Galán sobre su carrera profesional y otros muchos asuntos, pero, sobre todo, ha venido a demostrar que, pese a lo que muchos dicen, es una persona profundamente enamorada del cine (y de la literatura también).
Paladeénlo.
Hombre, Boyero. Como ande por ahí el bueno de Alberto Olmos, le salta al cuello.