Ahora que se publican muchos libros a la estela de la pandemia que ha pasado o que aún está pasando, todos tratan a la desesperada de diferenciarse de sus semejantes narrando desde curiosos puntos de vista, usando algún sorprendente giro sorpresa o llenos de parábolas y metáforas más o menos acertadas. Buscan una personalidad propia entre las múltiples réplicas del mismo tema evitando caer en la repetición.
La obra empieza con el descubrimiento en un cráter siberiano de unos importantes hallazgos arqueológicos cuando el deshielo producido por el desastre climático saca a la luz restos enterrados hace miles de años. Una extraña niña momificada que la expedición científica encuentra será la caja de Pandora que liberará un nuevo virus, cubriendo al mundo de una muerte ordenada, sin caos ni anarquía. La novela narra, mediante capítulos a modo de cuentos casi independientes, las pequeñas y grandes historias de sus personajes desde diversos lugares del mundo y durante las siguientes décadas tras la hecatombe.
No es la simple historia de supervivencia a un apocalipsis. Es la necesidad de afrontar sus consecuencias. Un nuevo orden mundial surge levantado sobre millones de muertos. La población se insensibiliza y la sensación de pérdida se convierte, por habitual, en una experiencia más. Se abraza a la muerte de forma aséptica, convirtiéndola prácticamente en un nuevo y rentable negocio. No hay tiempo para llorar. Los supervivientes navegan entre la desolación, la confusión y una tristeza que, por ser constante, pasa a ser normal. El único sentimiento que persiste es el de la soledad y el único amor que puede existir es hacia aquello perdido, pues nada es duradero.
Nagamatsu habla de muchos temas dejándolos caer como migas de pan que el lector devora sin darse cuenta de hacia dónde le lleva: el cambio climático, el capitalismo despiadado que encuentra la manera de rentabilizar la desesperación, la ciencia al servicio de la conservación de los recuerdos, la humanidad de los animales frente a la deshumanización de las personas, la huida como solución a todo. Y lo hace de manera triste y brillante, tratando de mantener la distancia para no contagiarse de la desesperación de los que lamentan no haber muerto.
Tal vez algo confusa es la similitud de los distintos protagonistas. Alejados en el tiempo, con un amplio abanico de edades, situaciones y lugares, pero que son difíciles de diferenciar por sus muchos puntos en común. A pesar de ello, no importa en el resultado final, pues no es su objetivo contar historias individuales si no hilvanar una epopeya más vasta, profunda y conmovedora sin caer en sensiblerías particulares. El dolor subyace en todo el libro sin necesidad de hablar de él.
Sus referencias a obras de ciencia ficción y fantasía, a la música ochentera, las apariciones de personajes de otros capítulos en las historias de los demás y los destellos de humor negro le dan personalidad propia a esta ópera prima del autor, aunque respire aires de David Mitchell y su Atlas de las Nubes.
En definitiva: una novela íntima donde se habla de los sentimientos que quedan cuando todo se ha ido. Los vivos, muertos por dentro, están condenados a continuar adelante envidiando a los que ya no están. Una obra de una belleza indiscutible, aunque esté escrita con la poesía de un dolor tan intenso que ya no se siente y narre la lenta agonía de un mundo que hemos destrozado.
Más que recomendable, imprescindible.
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Autor: Sequoia Nagamatsu. Título: Al final de la oscuridad. Traductora: Ainize Salaberri. Editorial: Nocturna. Venta: Todos tus libros.
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