La poeta mexicana Lucero Velasco Oropeza publica un libro en el que los versos muestran la agonía de crecer y en el que los fragmentos del pasado se acumulan con la intención de prolongar la infancia y mantener la memoria. Hay en este volumen una mirada constante hacia atrás, hasta que de pronto aparece una alegría de mirar hacia adelante.
En Zenda reproducimos cinco poemas de La sal de la tierra (Textofilia), de Lucero Velasco Oropeza.
***
Reaparecemos al fondo del vaso,
las arrugas se nos enredan por el rostro.
Alguien barre.
Es de mañana y, por una hora o dos,
nadie es mucho más
que su aliento en el vidrio
o el mango de la escoba.
***
La sal de la tierra y
la sal de las aguas;
saliva,
o la sal que preserva
lo que obtiene el salario.
Un salterio acompaña el canto.
Nunca se debe pasar el salero
de mano en mano.
Nunca se ha de tirar la sal.
Si la sal cae al suelo
arroje unos granos por encima del hombro.
Una sal en el piso es sospechosa—
¿por qué derramaría un invitado
la sal de Anfitrión?
No vaya a ser que nos convirtamos en estatuas.
Mas báñese usted con sal,
con alumbre y con cuarzo:
purifíquese.
***
¿Qué es un botón?
Botones del elevador
botones del botones del elevador.
Botón único gobernador de tu vida en el bolsillo.
Rebotón de teclas,
de números a borbotones.
Botón de blusa, de bata, de vestido.
Botón del pantalón.
Desabotonarse
para abotonarnos en la cama.
Botón porque se bota,
porque ningún botón
ha sabido nunca
quedarse
en su lugar.
***
El ojo de la cerradura me reveló a mis primas.
Maduraban en el calor del cuartito
y yo sin mi infancia, leyendo esos tomos dentales
entre tanto grito.
¿Dónde guardar mis propios gemidos,
en qué doblez de las cortinas?
Su madre apretaba las mandíbulas
sentada en un banco de plástico.
¿Quiénes van a la fiesta? Mejor háganla aquí.
Un pastel más, tía y te juro que.
Ya no me peino como antes, dije.
Pero ellas estaban lejos,
discutiendo una vez más.
Mis primas ya goteaban almíbar.
***
Cuando ya no hay un lugar
a dónde ir,
cuando ya no es posible
dar
otro
paso
en el bosque:
hay que sentarse
bajo el árbol,
aunque no se tenga
más que un manto
de punto
y los hombros
busquen entre las rodillas
dónde desaparecer de frío.
Hay que sentarse,
aunque llovizne,
y esperar a alguien.
Alguien que no tenga
un manto de punto
y se quiera sentar
bajo este árbol
brazo
con brazo
a hablar de otros
que pasaron
por el mismo camino.
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Autora: Lucero Velasco Oropeza. Título: La sal de la tierra. Editorial: Textofilia.
BIO
Lucero Velasco Oropeza nació en la Ciudad de México en 1990. Estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, y fue correctora de pruebas en la Secretaría de Cultura y en el Fondo de Cultura Económica. Actualmente realiza un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Brown. Ha publicado poemas y ensayos en revistas como LIJ IBERO, INTI, Evocations Review y Vallejo&Co. Además de dedicarse a la literatura, es masajista y le gusta mucho el performance art.
Si eso es poesía, yo soy emperador
Qué poemas enigmáticos, wow. Me interesa pensar en éstos y entender más profundo que significan