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Preservar lo imposible

Preservar lo imposible

Llevo tiempo sin publicar aquí, sin usar IG, sin usar mi móvil más que para mirar la hora o consultar correos. Necesito recogimiento para escribir. Necesito que Ucrania, Palestina, Vox, PSOE, PP, elecciones y la tanda inagotable de bufones me importen menos que nada.

Siento cómo me apago cuando lleno el silencio de mi mente de opiniones que nadie me ha pedido y que no creo que sirvan a nadie. No soy tan importante, ni aspiro a serlo.

Hace unos días me dijeron que tengo la obligación de contar a los demás las fracturas y esqueletos que veo en ese frágil y desigual intercambio entre humanidad y naturaleza.

No estuve de acuerdo. Sigo sin estarlo. Yo veo estas cosas porque quiero. Los demás podrían apreciar las mismas desigualdades, pérdida de belleza y de historia natural si quisieran abrir los ojos. No soy niñera de nadie.

No obstante, hace unos días el capitán Paul Watson, cofundador de Greenpeace, fundador de Sea Shepherd, y al frente de la Fundación Capitán Paul Watson, fue arrestado de forma turbia por la policía danesa, siguiendo una orden de arresto internacional por parte de Japón.

"Paul Watson tendrá que hacer frente a un sistema judicial famoso por su discriminación a los extranjeros y por sus numerosas violaciones de los derechos humanos"

Yo imagino que esto Paul se lo veía venir. Se encontraba de camino a obstaculizar la caza ilegal de ballenas por parte de Japón en aguas del Pacífico Norte. Llevaba demasiados años causando mucho “ruido” —justificado y necesario— en las latitudes en las que ha sido arrestado. Y este periodo no podría ser más ideal para su detención. Japón ha invertido mucho dinero en fletar una nueva macrofactoría para despiezar complejas y sensibles formas de vida en una actividad económica de la que nadie entiende su finalidad económica.

Paul Watson tendrá que hacer frente a un sistema judicial famoso por su discriminación a los extranjeros y por sus numerosas violaciones de los derechos humanos. Y me refiero al sistema nipón. Aunque el que firma estas líneas piensa que no hay sistema judicial o policial que no esté más agujereado que una pera caída al suelo en mitad del verano.

A pesar de todo, siguiendo la ideología de su fundador y de sus miembros, entre los que me conté hace mucho, la operación Kangei Maru continúa su curso.

Este hombre de 73 años ha dedicado su vida de forma arriesgada y desinteresada a la protección de los océanos. Comparto todos sus ideales, y me resulta considerablemente antipático, al igual que yo le resulto a tanta gente. Pero no es su personalidad la que defiendo, sino su compromiso, su percepción de la realidad, su valentía… Ahora es posible que haga frente a una temporada en prisión que lo mantenga alejado de sus jóvenes descendientes durante más tiempo del que alguien de su edad pueda permitirse. Pero esto Paul, conociéndolo, también lo sabía y lo puso en riesgo. Creo que es el único ser humano del que tengo noticia al que respeto.

"En una dinámica puramente estética solo parecemos preocuparnos de lo grande, lo bello. Porque somos una raza absurda"

Es, sin duda alguna, el preservacionista —que no conservacionista, miren las diferencias clave— más relevante de nuestros tiempos. No tiene la presencia ni la buena prensa de Jane Goodall o Sylvia Earle, dos figuras indudablemente meritorias de admiración y que han contribuido en gran medida a la causa de proteger el medio ambiente —Ric O’Barry, tú no apareces aquí porque fuiste responsable en buena medida de los inicios de la cautividad de cetáceos para vivir drogados y en cubos de agua; no importa cuánto hagas para redimirte, siempre serás responsable, y tu mácula no se limpia—.

Así que, lector, por un lado tenemos a un protector de la naturaleza, exitoso, humilde, comprometido… Y por el otro tenemos a cientos de instagrammers, youtubers, etc, productos vacuos de la generación digital que han visto la oportunidad de poner en vídeo especies marinas y decir públicamente que les importan, pero sin hacer nada.

Las instalaciones de una de estas personas, repleta hasta los topes de preciosos corales del Indo-Pacífico, fue lo que despertó el comentario de que debería difundir cosas como la necesidad de proteger a los corales, a las tortugas, delfines…. pero ya no las praderas marinas, los tiburones, el minúsculo krill, sino las cosas bonitas. Porque en una dinámica puramente estética solo parecemos preocuparnos de lo grande, lo “bello”. Porque somos una raza absurda.

"El mundo de la conservación está podrido. Está tan deteriorado que ni siquiera entendemos la diferencia entre preservar y conservar"

Estos influencers de nada, creadores de ruido y ejemplos de manual de fracaso no contribuyen en medida alguna a proteger el medio natural. La muerte de un solo individuo les resulta indiferente. Les importa su imagen, que se les vea, se les alabe, que se les den dineros y premios. Al mismo tiempo suelen tener un conocimiento científico y técnico de sus áreas vergonzosamente bajo. Su vida es una competición de egos. Son maestros editando en redes sociales. Pero nunca en su vida pondrían su existencia, su libertad y la felicidad de su familia en el filo de la navaja por salvar a un solo organismo. Viven de subvenciones públicas, contribuyendo a empeorar la imagen pública de quienes sí nos esforzamos, sin retribución, por salvar hasta al más diminuto y abundante organismo.

Estos divos están en todos los campos. Los hay en la conservación de corales —donde se niegan a reconocer el acelerado decline de la biodiversidad y biomasa de este grupo—, los vemos con tiburones —que cooperan con los mismos sádicos que pescan y descuartizan en vida a estos animales porque, según ellos, es la única manera de obtener información—, los hay con los mamíferos marinos —donde defienden la caza de cetáceos y su existencia en cautividad—.

El mundo de la conservación está podrido. Está tan deteriorado que ni siquiera entendemos la diferencia entre preservar (mantener el medio ambiente libre de nuestras actividades extractivas; John Muir) y conservar (mantener un equilibrio en el medio ambiente para ser capaces extraer recursos de él; Gifford Pinchot). Creo que este es el mensaje que debo transmitir. Esta irremisible putrefacción que no parece ir a mejor. Porque necesita sacrificio, humildad y muchas horas de estudio. Y son muy pocos los que están dispuestos a transmutar su vida en una obra de servicio. Servicio verdadero, no el que servidores públicos bien remunerados prestan con niveles dudosos de eficiencia.

Diría “free Paul Watson” pero sé que la realidad es mucho menos sencilla. No nací en los sesenta, y no creo que haya poder verdadero en la voluntad popular. Lean los periódicos, si no me creen.

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