La Europa del XIX, salida de las turbulencias revolucionarias y las guerras napoleónicas, acabaría el siglo dominando el mundo, o casi. Revolución industrial, liberalismo, nacionalismo, imperialismo y socialismo fueron cinco términos clave que caracterizaron el que iba a ser un tiempo asombroso, del que para bien y para mal (a veces de modo espléndido y otras trágico) surgiría el mundo que hoy conocemos. Europa llegaría así al umbral del siguiente siglo con una impresionante supremacía mundial económica y financiera, acompañada de inmensas posesiones coloniales en África y Asia a medida que el nacionalismo se convirtió en imperialismo. Y fue la revolución industrial la causa primera y madre del cordero. Ya había empezado ésta en el siglo XVIII, pero el progreso técnico alcanzó ahora unas cotas cada vez más altas que lo cambiaron todo y, según lo abrazaran o rechazaran, situó en el mapa a potencias de primer y segundo orden, con Inglaterra en lo más alto. Entre 1815 y 1850 se consolidó allí la primera gran industria capitalista gracias a la existencia de un gobierno parlamentario, único en Europa, cuyas clases dirigentes, repartido el pastel entre liberales y conservadores (whigs y tories), dieron pruebas, o eso dice el historiador Mommsen, de poseer una educación política y social y un criterio más abierto que la nobleza del Continente (excepto en el grave conflicto de Irlanda, que se prolongaría hasta finales del siglo XX y aún le cuelgan flecos). El caso es que siguieron a Inglaterra en prosperidad industrial los Países Bajos y Francia (y algo más tarde, Alemania), mientras que Rusia y España (la del trono y el altar, la de Fernando VII y lo que ese mal nacido nos dejó como triste herencia) llevaban el farolillo rojo en el tren de la modernidad. Como escribió el historiador Jean Touchard: la revolución industrial abrió un foso entre las naciones que se lanzaron febrilmente por la vía del progreso y las que, como España, se refugiaron en el recuerdo del pasado. Todo fue demasiado complejo para resumirlo aquí (cada vez se me pone más difícil contar esta maldita Historia de Europa en la que me metí como un pardillo), pero podemos decir que fue la revolución industrial, o sus consecuencias (sufragio universal, escolarización y otros etcéteras), lo que trasladó a la burguesía emergente, y mucho más tarde a las clases trabajadoras, el poder que hasta entonces habían detentado reyes y aristócratas cabroncetes. Las mejores cabezas europeas habían inventado máquinas para aumentar la eficacia laboral, y aunque la industria textil fue de las primeras beneficiadas, la máquina de vapor alimentada por carbón acabó utilizándose para todo. Aunque lo industrial tardó en relevar a lo rural (y no llegó a hacerlo por completo) vino el tiempo del cristal, el paso del hierro al acero, la mejoría de los transportes, el decisivo ferrocarril y las fábricas que cambiaron el paisaje urbano. Con Inglaterra a la cabeza, insisto, la Europa avanzada se fue llenando de chimeneas humeantes y surgió una nueva mano de obra, clase proletaria que en muchos lugares emigraba del campo para trabajar en las ciudades. La parte positiva fue que eso hizo posible un pelotazo industrial sin precedentes con nuevas fortunas y negocios, dio trabajo a mucha gente y también desarrolló (aunque de modo todavía imperfecto) la oportunidad de que las mujeres se ganaran la vida como obreras independientes, por sí mismas. La parte negativa es que todo ocurría en condiciones de esclavitud laboral, con exiguas pagas, trabajo de niños, hacinamiento en casas miserables, epidemias en barrios pobres y esperanza de vida muy corta en una población cuya longevidad media no superaba los veinticinco años. Eso suscitó los primeros intentos de trabajadores por organizarse en asociaciones y sindicatos, con reivindicaciones que a veces resultaron atendidas (mejores salarios, atención médica, escuelas, ayuda a familias numerosas) y otras fueron aplastadas con violencia. Pero además de la pugna social que iría exacerbándose según avanzaba el siglo, otra batalla se daba entre la ciencia (que no podía renunciar al largo camino recorrido) y la religión (que no se resignaba a perder el control de cuerpos y almas): Charles Darwin, naturalista inglés, pateó el avispero con nuevas ideas sobre la evolución biológica y la selección natural publicadas en su best seller mundial El origen de las especies, que indignó a los cristianos (y no solamente a los católicos) al afirmar que animales y seres humanos tenemos antepasados comunes: lo del mono y tal. Aquello ponía patas arriba, dándole aire de milonga pampera, a la vieja murga de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Y en torno a eso, a favor y en contra, se lió un carajal que dos siglos después no deja de consumir tinta y saliva.
[Continuará].
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Publicado el 9 de agosto de 2024 en XL Semanal.
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No se lamente, don Arturo. No se flagele. Dado el espacio, el formato y los condicionamientos, la historia de Europa le está quedando estupendamente. Y somos muchos los que estamos disfrutando con ella, semana a semana. Para muchos, los hechos narrados nos son conocidos pero su visión de los mismos, extremadamente original, sus comentarios y su juicio personal de los hechos, a mí, por ejemplo, me hacen que espere los jueves con cierta delectación.
Además, ahora no puede usted abandonar y dejarnos. Tiene que llegar al XX y relatarnos su visión de lo que hemos vivido (y sufrido), incluyendo la historia reciente y sus miserias.
Respecto al XIX, comentar, en primer lugar, que entre los movimientos surgidos, fue el feminismo uno de ellos, cuestión que las ultras actuales olvidan porque parece que lo han inventado ellas. Surgieron en esta lucha mujeres verdaderamente excepcionales, lejos de ese feminismo de diseño, revestido de Prada con bolsos de Loewe, de las podemitas.
Recordar, ya en el XVIII a Olympe de Gouges, filósofa y escritora ilustrada, que fue guillotinada por defender la igualdad. Recordar la inmensa lucha de las sufraguistas. Y recordar que, el hoy denostado eurocentrismo, el imperialismo, etc., creó, por primera vez en la historia, en Europa y Estados Unidos, sí, en el denostado Occidente, las primeras libertades de la mujer y se forjaron las primeras luchas feministas. En muchas culturas y civilizaciones, aún hoy, todavía no han comenzado en esto.
Muchas figuras gigantescas e influyentes surgen en el XIX: filósofos, políticos, científicos, médicos… por su importancia, por remover conciencias y mentalidades, a mi modo de ver destacan tres.
Darwin, como usted bien ha dicho, don Arturo, removió todos los cimientos, no sólo de la ciencia, sino rambién de la religión, anclada en los arcaicos relatos de la Biblia que pasó de ser un libro de ciencia a ser uno de cuentos.
Marx. Un análisis muy particular de la historia, de la economía y de la sociedad. Su influencia, que llega hasto hoy, es muy curiosa. Sus escritos, crean las modernas izquierdas. Pero, curiosamente, nadie de izquierdas ha leido sus escritos, sobre todo al completo.
Freud nos descubrió que no somos dueños de nuestro propio yo y de nuestro ser consciente. Siempre estamos a merced de la bestia.
Todo patas arriba. Ni nuestro mundo es el centro del Universo (ya anteriormente Galileo había removido el avispero), ni nuestra especie es superior al resto de la Creación, ni nuestro yo es todopoderoso, ni las estructuras sociales están impuestas por el creador y son inamovibles. Mucha técnica, muchos inventos, muchas máquinas, mucho progreso, pero todos los fundamentos patas arriba.
Comentar el XIX es para largo y tendido. Lo que hoy somos está contenido ahí.
Saludos.
Mágnifico comentario Ricarrob. Se podría perfectamente extender al artículo de Don Arturo.
Muchas gracias, muy amable.
Saludos.
Concuerdo.
Y preparando el camino para que un joven alemán, empleado de Correos en Suiza, terminara de revolver el gallinero a inicios del siglo XX.
Quizás se refiera usted, estimado sr. Sepúlveda, al gallinero de la física, ya en el XX. Einstein, si es a quien se refiere, terminó por revolver el avispero. Nuestra insuficiente comprensión del Universo ya no sería la misma, si es que llagamos nunca a comprenderlo.
Quizás Einstein también es hijo del XIX.
Saludos.
Excelente su comentario como siempre estimado señor Ricarrob.
Muchas gracias sr. Brun, muy amable.
Saludos cordiales.
La bomba de la evolución de Charles Darwin voló por los aires los cimientos del Vaticano y en general del Cristianismo. En Europa aquellos tiempos de avances y libertades no incluía a paises (la mayoría eran colonias) islamizados. Conocimiento y libertad no son muy compatibles con muchas religiones.
Sr Pérez Reverte, cuando yo estudiaba Historia nunca llegábamos bien al siglo XIX y XX, por eso no me gusta esa época a pesar de todos los avances y revoluciones.
Tampoco la parte que corresponde a España durante el siglo pasado.
De la Primera y Segunda Guerra Mundial conozco más por las películas, sobre todo de nazis, que lo que explicaban en los libros y de la Guerra Civil Española se pasaba tan por encima que conozco cuatro nombres.
Lo que sí dominaba, entonces, era la Prehistoria y la Edad Antigua. Para mí son las Edades más importantes ya que cuentan los comienzos del hombre desde que dejó de ser mono para convertirse en humano.
A pesar de que Darwin dice que es nuestro antepasado, pienso que era una raza de mono especial.
Los chimpancés y otros simios con cierta inteligencia, convivieron con el hombre, pero su intelecto sigue siendo el de siempre, no han avanzado nada mientras que el cerebro del ser humano se ha ido perfeccionando.
Creo que hasta los niños son más inteligentes a medida que avanzamos, otra cosa es que puedan llegar a desarrollar todo su potencial.
Echando un vistacito a lo largo de los veintiún siglos, creo que el hombre no ha aprendido nada, sigue peleando en guerras que nadie sabe cómo empezaron.
Me gusta leer lo que usted escribe, recordar y aprender cosas nuevas. Así que graciñas, como dicen en mi tierra.
Sabe qué, en las conversaciones de los gallegos los diminutivos siempre están presentes y utilizan la ñ en todos ellos aunque hablen castellano?
La Europa del siglo XIX mató a Dios y alumbró al nuevo superhombre con la capacidad de actuar ahora ya lo grande y sin el freno del miedo a los infiernos. Y ya saben como se las gasta Sapiens desde que bajó del árbol, igual te inventa la máquina de vapor que te vaporiza a cañonazos el continente. ¿Cómo sería el mundo actual si la cultura europea no hubiese evolucionado como lo hizo?. Para lo bueno y para lo malo el mundo actual se lo debe casi todo a la vieja Europa.
Una vez más, muchas gracias, señor Reverte, aunque sucinto, su relato, es clarividente, y un placer leerle. Gracias de nuevo.
Creo poder decir sin equivocarme que ahora mismo el mundo se encuentra en una transición de cambio al que podemos denominar tecnológico, que ocasionará a miles y miles de personas en todo el mundo penurias similares a las que provocó la revolución industrial.
Un mundo mejor solo es posible si se pudiera encontrar un sistema de vida en donde todo individuo cumpliera un rol indispensable; es decir, lograr que todos interactuemos entre todos; estemos en el lugar del mundo que estemos. Pero si una sola máquina, puede reemplazar el trabajo de cien personas, más la inteligencia artificial que elimina el trabajo intelectual de millones de empleados y profesionales; sobrará muchísima gente en el planeta.
Surgen entonces las siguientes preguntas: ¿cómo y de qué modo, podrá vivir esta gente?; ¿de un ingreso universal?, ¿acumulados en ciudades depósito de personas?, ¿no se les permitirá tener hijos?, ¿para qué estudiar?, ¿serán complacientes donadores de órganos?, ¿no será esto un infierno en la tierra?, ¿convendrá quizás inventar guerras, para disminuir la población mundial?.
Que alguien me argumente por favor, que esto no está ocurriendo ahora mismo.
Cordial saludo
Coincido con usted, señor Brun, pero esa transición de cambio será, eso me enseña la historia, meramente técnológica y, como mucho, sociológica para repartir tareas y recursos. Olvídese de una transformación ética, moral e incluso conductual apropiada para evitar guerras, disputas, genocidios o, ni eso, un mayor respeto por los derechos humanos. La persona tiene poco valor para la persona. Prima y seguirá primando el zafio utilitarismo. Doy por hecho que aparecerán los clásicos optimistas que, en contra de lo narrado hasta ahora por don Arturo, nos intentarán convencer de que el progreso será maravilloso, que se abrirá una época de iluminación, bienestar, felicidad y fraternidad humana sin comparación con épocas anteriores. Me entra la risa con los optimistas. Salvo que se descubran los supuestos genes de la maldad, de la avaricia y del egoismo y se extirpen de la naturaleza humana de raíz, seguiremos siendo la hez del universo que acabará por destruir este bello planeta. Los monos, por desgracia, son mil veces mejores que los humanos.
¿Progreso? Tararí que te vi.
¿Se lo han tragado? Venga, que era sólo una broma. Es que me ha tocado el día letanías en plan Bob Dylan. Disfruten de la mañana y de esta maravillosa jornada veraniega. Un abrazo.
Sr Pérez Reverte Ya queda poquito para entrar en el siglo XX.
Ese siglo contiene los años en que hemos nacido y vivido más de la mitad de nuestras vidas.
Estarán los capítulos más interesantes y apasionantes de nuestra Guerra Civil, la Gran Guerra, y sobre todo por la II Guerra Mundial.
También por sus vivencias en otros conflictos, sus relatos resultarán más familiares(?).
Ahora que lo pienso, no estudié nada de la Historia de este siglo, creo que lo saltamos. Lo que puedo conocer es gracias a las películas de la II Guerra Mundial, me fascina el tema nazi y judío.
Yo ya había comentado eh? Este es una charleta de regalo.
Cuando quiera vender algo de su talento para resumir y contar la historia, avíseme por favor. Prometo no regatear y entregar como parte de pago mi Irwin 37. Un saludo rioplatense.
Maestro… ¡hasta para despotricar!
España no se quedó atrás… La dejaron… Hubo muchísimo interés en descuartizar el imperio español para beneficio de masones y gentuza de esa calaña… Los felones patrios, siempre presentes, se vendieron por unos cuantos «platos de lentejas» durante todo el siglo…desde Ayacucho hasta Santiago de Cuba y el Cavite.