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La belleza incendiada

La belleza incendiada

Afirmar que un libro es bello puede parecer cursi, y tal vez lo sea, pero la belleza existe más allá de la cursilería. Además es la palabra que mejor se ajusta a En las manos, el paraíso quema. Tan deseada virtud no solo proviene de lo estético, también de las emociones limpias de los personajes, tan extrañas en este mundo no solo corrupto sino apologista de la corrupción. Tal es el cuidado del lenguaje de Pol Guasch, la búsqueda de la palabra justa, que tanto podría afirmarse que estamos frente a una novela como frente a un poemario en prosa.

Gracias a su asombrosa capacidad visual y conceptual, Guasch construye un mundo radicalmente propio, que es al mismo tiempo sensorial e intelectual, informativo y expresivo. No solo muestra, también llega a conclusiones sobre lo que enseña. Como todas las miradas, cuenta con referentes, pero no existe una dependencia. Por ejemplo puede percibirse en Pol Guasch el rastro de la potencia beat, que a su vez proviene de Walt Whitman. Sin embargo, esa épica americana, de horizontes eternos, se encuentra aquí humanizada, trasladada a un paisaje más pequeño.

"El lector no puede evitar preguntarse, casi todas las páginas, cómo ha conseguido un escritor tan joven tal sabiduría, que abarca tantos sentimientos"

La cita inicial de Tsiavaieva, de la que nace el título, muestra la fragilidad de los conceptos, los sentimientos y el espacio. Habla de esos incendios, omnipresentes en toda la novela y, sobre todo, en los corazones de los protagonistas. No olvidemos que nos hallamos frente a una novela sobre la belleza del amor en un marco desolado. Para Guasch el amor, sea cual sea su forma, siempre es invencible, como una planta que sobrevive incluso sobre una piedra. También, en un lugar muy preeminente, aparece la esperanza, incluso cuando no exista ningún motivo para mantenerla. Son sentimientos puros, ajenos al cálculo, al interés y a otro motivo que no sea sí mismo. En las manos el paraíso quema obliga a replantearse, aunque solo sea por unos instantes, la propia vida. En las manos, el paraíso quema es, por lo tanto, una novela donde se halla compasión auténtica, porque el lector, aunque sea de otra lengua y mucho mayor que el autor, como es mi caso, puede encontrarse a sí mismo.

Aunque experimente con distintas voces, la poética de Guasch siempre es la misma. A lo largo de las páginas asume diferentes perspectivas: puede ser un catálogo de objetos o un recorrido de minutos. Pasa de la primera a la tercera con asombrosa facilidad y el lector al mismo tiempo cambia de punto de vista y no lo hace. Incluso cuando, en la mayor ruptura, se acerca a una oralidad casi absoluta consigue aforismos de extrema brillantez, que iluminan nuestras divagaciones diarias: “Del silencio yo hago esperanza”. La voz a veces desliza lúcidos consejos, porque los consejos no son siempre malos: “…no debe saber que para huir de verdad hay que tener a donde ir, mientras huye de un sufrimiento que no es otra cosa que sí misma”. El lector no puede evitar preguntarse, casi todas las páginas, cómo ha conseguido un escritor tan joven tal sabiduría, que abarca tantos sentimientos. Todo ello está cruzado por el curso del tiempo, la nostalgia de la belleza, de mundos que ya no existen, pero el candor de la mirada sigue considerando hermosos.

"Cuenta con un desenlace desolador, aunque bellísimo, que muestra la imposibilidad de parar lo ineludible"

Es una novela, por supuesto, sumamente expresiva. Cuenta con una notable construcción de espacios y de escenas, de mundos y de cuerpos que se mueven sobre el espacio, incluso con absoluta cercanía. A veces parece un poeta beatnik, a veces una canción pop: “Te gusta cómo se mueve, cómo te mira, te gusta cómo abre un espacio entre su vientre y el tuyo…”. Es decir: sabe dejar de ser poeta para convertirse en narrador y apoyar su escritura en un recurso tan narrativo como la sucesión de escenas.

Es la suya una mirada clara, contundente, sobre un mundo que se extingue y, sin embargo, continúa manteniendo la belleza. Una mirada que deja ver lo que hay alrededor, fuera de su, digamos, ingenuidad, aunque tal vez esa inocencia sea la única mirada posible en un mundo al borde del fin. Muestra un mundo telúrico y distópico al mismo tiempo, con espacio para el amor: “Las palabras de amor solo son grandes y poderosas cuando los enamorados se las dicen entre ellos: el amor desaparece cuando los otros empiezan a escuchar”. Exhibe, por tanto, un mundo utópico dentro de un entorno terrible. En este aspecto, es una novela radiante, absolutamente original, dentro de un panorama donde tanto el entorno como los sentimientos son salvajes, nihilistas.

Cuenta con un desenlace desolador, aunque bellísimo, que muestra la imposibilidad de parar lo ineludible: “Y después el silencio que no conoce, el silencio de la extinción, piensa, el silencio que nadie oye porque es el sonido de cuando no queda nada”. No importa el spoiler, porque lo que cuenta es lo que le ocurre a los personajes.

Nos encontramos ante la obra de un auténtico artista, que ilumina nuestros apagados y envejecidos corazones.

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Autor: Pol Guasch. Traductor: Carlos Mayor. Título: En las manos, el paraíso quemaEditorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros.

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