De un tiempo a esta parte, la Galicia que vemos en las obras de ficción ha mutado en una suerte de paraíso atmosférico para el crimen o, según se mire, lugar común para historias crudas y eminentemente realistas sobre alijos descargados a la luz de la luna, planeadoras que sortean las bateas a velocidad de vértigo, guardias civiles corruptos, vecinos malencarados y asesinatos sin resolver. Una suerte de pequeña Escandinavia a unas horitas de coche donde la ley es un concepto maleable y el paisaje agreste moldea a sus habitantes. Al margen de cualquier parecido con la realidad —debate inabarcable, créanme, con posiciones enfrentadas ad eternum que van desde el peso de la hemeroteca hasta el empirismo vacacional y la antropología de documental de Netflix—, atrás parece haber quedado su exclusiva representación como región mítica, casa de trasgos, meigas, espíritus burlones y perros que predicen la muerte, pero… ¿y si ambas visiones estereotípicas pudieran coexistir? ¿Y si incluso hubiera otra alternativa?
Xan «Borrasca» Couto es un detective de lo oculto en horas bajas: no solo tiene la mitad del cuerpo paralizado a causa de un misterioso accidente que a cambio le otorgó poderes mágicos, sino que tampoco parece del todo contento con la vida anodina que lleva desde se retiró a un pueblecito de la costa ferrolana. Cuando una antigua compañera llame a su puerta para pedirle ayuda con la resolución de un brutal asesinato, Borrasca se verá obligado a volver al ruedo para enfrentarse no solo al escalofriante criminal sino a un mal mucho mayor y a sus propios demonios personales y… literales. Y es que La madre del frío tiene de todo, oiga, y todo bueno: maestros jorobados, brujas caboverdianas, vacas con nombre de señora, muertos resucitados, rituales prohibidos, sacerdotes fuera de lo común, órdenes secretas, actrices asesinadas, pactos diabólicos, abuelas de leyenda, aberraciones nocturnas, gallinas de corral y hasta un zorro negro llamado Chapapote. Una entretenidísima aventura de hechuras lovecraftianas, cargada de retranca y giros de guion que dejarían en pañales a más de un best seller patrio y extranjero.
Salas Díaz —Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, profesor universitario en lugares tan remotos como China, Italia o Taiwán y podcaster experimentado en La escóbula de la brújula o El libro rojo, entre otros programas— huye de la visión moderna del terror donde los monstruos somos nosotros y todo gira en torno al trauma del o de la protagonista, para recordarnos que, como en la mejor Stranger Things (2016), lo fantástico puede ser parte de la realidad —sobre todo si hablamos de esa «realidad daimónica» enunciada por Patrick Harpur (1950)—, y que lo metafísico no deja de estar muy unido a la tierra; en este caso, a una Galicia que coquetea con el realismo mágico en lo que a ambientación se refiere, dotada de ese encanto que por momentos puede recordar a Álvaro Cunqueiro (1911-1981), pero, asimismo, con el modo de abordar el fantástico de otros titanes, como el también ferrolano Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999). Y es que el autor no tiene miedo alguno a cruzar la línea de lo fantástico y, para colmo, volver indemne del otro lado.
La novela es un suculento homenaje a esa figura ya clásica que es el detective de lo oculto, una especie de Sherlock Holmes dedicado en cuerpo y alma, nunca mejor dicho, a indagar en lo sobrenatural. Porque si nos enfocamos solo en su «mitad realista», pueden hallarse similitudes entre Borrasca y el inspector Leo Caldas escrito por el tristemente fallecido Domingo Villar (1971-2022), pero si saltamos al terreno de lo preternatural, las referencias —con el legendario parapsicólogo John Silence, del maestro del terror literario Algernon Blackwood (1869-1951), siempre en el corazón— son inagotables: desde el John Constantine creado por Alan Moore (1953), hasta el Hellboy de Mike Mignola (1960), pasando por el Akuma-kun de Shigeru Mizuki (1922-2015), el estiloso Dylan Dog, de Tiziano Sclavi (1953) o la primera temporada de True Detective (2014).
De modo que las apuestas están altas y Salas Díaz ha venido para superarlas, porque ha conjugado mundos inexplorados de forma maestra. Conseguir un volumen tan extenso como gozosa su lectura, todo ello sin perder el sabor de los clásicos y actualizando de forma respetuosa los diferentes géneros en los que se mueve, es todo un logro. Al final, va a resultar que los gallegos no solo sabemos de días grises, trasgos y lanchas motoras.
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Autor: Miguel Salas Díaz. Título: La madre del frío. Editorial: Alrevés. Venta: Todostuslibros.
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