Y ya sé de qué se ríe. Ni disimule, se ríe de mi. Se ríe porque, haga lo que haga, no me lee nadie; porque se me está pasando el cuarto de hora y no logro lo que quiero; porque definitivamente mis aguafuertes no están haciendo estragos, me he puesto vieja y sosa y lo único que me queda es el manotazo de ahogado, la repetición camuflada, la cirugía de pómulos que pide a gritos el retiro… ¡Y cómo le alegra! Desde acá veo cómo se le escapa la sonrisa, como le mana el júbilo de los ojos desvencijados de tanto mirar el iPhone (silencio de negra). Es particular lo bien nos hace sentir ver que alguien es tan o más fracasado que uno; ver que ese que ha intentado escapar de las fauces del Face y del Instagram, de la cárcel de la vida ordinaria, acaba con el caballo cansado, con la mula exhausta, con el ideal extinto.
Porque en este momento crítico existencial daría mi reino por creer y dar, al igual que usted, mi opinión fervorosa acerca de que Belén Esteban se ha peleado con Tamara Pettinato porque Pedro Sanchez le ha mandado un mensajito equivocado al líder de la banda de los copitos y entonces Laudelina sufrió una descompensación que terminó provocando el alejamiento de Terelu… Daría mi riñón derecho por creer que el problema aquí es el penal mal cobrado a Di María y entonces hay que organizar una marcha para que estas cuestiones no sigan ocurriendo, porque piense usted en la ilusión de toda la gente que va a la cancha a ver a su equipo con la familia y que después pasen estas cosas… Lo que daría, vieja tozuda, por un rato de inconsciencia, por poder entregarme cada tanto al enanismo de la red social, a la comodidad mediocre, a la idiotez irresponsable y a la falta de ambición; al “simplemente no estar muerto sin estar tampoco vivo».
Y claro, aquí usted siente cierta compasión por mí, porque pobre ingenua esta Marina… Creía que el mundo era fácil de cambiar, creía que escribiendo sobre A y no sobre B iba a lograr algo diferente, y entonces quizá hasta me comparte el aguafuerte en su muro, porque he mostrado mi talón de Aquiles, mi personaje de altanera se ha hecho trizas para dar lugar a la pseudovíctima, y sabe que verdaderamente me decepciona, estimada vieja, pues ¿ha visto? ¿Cuán fácil es comprarla con la lástima? ¿Se da cuenta lo simple que es ponerla a mi favor? Es más, creo que me haré la indignada y voy a dejarla ahora mismo, sin moraleja, sin mensaje alguno y con un sabor a culpa horrible, aunque sea claro que la que no sabe cómo terminar esta aguafuerte soy yo (debiera postularme para presidente, ¿no?).
A ti se te ha ido la olla wapa, pero me gusta!