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Salvemos los libros para salvarnos nosotros

Salvemos los libros para salvarnos nosotros

La historia de la humanidad está llena de hombres miserables, como Alfred Rosenberg —ideólogo del nazismo, el hombre que difundió el manuscrito antisemita Los protocolos de los sabios de Sión en Alemania y se dedicó durante la II Guerra Mundial a saquear las bibliotecas judías y las colecciones de arte en los países ocupados por el III Reich—, pero ante ellos siempre se alzan personas memorables, como Sebastian Finsterwalder —un trabajador de la Biblioteca Central y Regional de Berlín que dedica su vida a seguir el rastro de los libros expoliados por los nazis para devolvérselos a sus legítimos dueños—. Este gran robo de obras literarias es el germen de Tinta y fuego (NdeNovela), de Benito Olmo, uno de los mejores libros de misterio publicados durante 2024; un trepidante thriller que atrapa por igual a letraheridos y amantes de la novela negra. La crónica del pillaje nazi es tan extensa y apasionante que Benito publicó en Zenda una serie sobre todo el exhaustivo proceso de investigación que llevó a cabo para documentarse para su novela, y acerca de todos los senderos que se abrieron a su paso mientras imaginaba el destino de esos valiosos volúmenes .

"De Berlín viajaremos a la capital de Italia para conocer uno de los mayores misterios de esos años de enfrentamiento bélico, la desaparición de la Biblioteca judía de Roma"

Tinta y fuego arranca con una petición: la familia Fritz-Briones encarga a Greta —una reconocida buscadora de libros caída en desgracia después de perder una primera edición de una obra de Jorge Luis Borges— la misión de encontrar su biblioteca, extraviada durante la II Guerra Mundial. Benito Olmo nos lleva hasta Berlín en el comienzo de su novela para descubrir cómo fue ese gran expolio, orquestado por Alfred Rosenberg —que además de ejercer como líder de esta trama diseñada para desvalijar a los judíos tuvo un papel destacado en las repúblicas bálticas, donde fue ministro del Reich y llevó a cabo por primera vez las directrices de la Solución Final—, y que una serie de bibliotecarios alemanes intentan revertir tantas décadas después. De la capital de Alemania viajamos a la de Italia para conocer uno de los mayores misterios de esos años de enfrentamiento bélico, la desaparición de la Biblioteca Judía de Roma. Y durante ese interín, como es obligación en toda novela negra que se precie, descubrimos a un misterioso personaje que tiene una increíble facilidad para acabar con todo aquel que se le cruce por delante.

"Benito Olmo ha conseguido su obra más importante, que combina lo mejor del thriller y de la novela histórica, salpicada por numerosos guiños a los amantes de los libros"

Aunque la idea inicial era confiscar solo los libros y archivos de la comunidad judía, los hombres al mando de Rosenberg también empezaron a robar obras de arte de museos, galerías y particulares de los territorios ocupados. Hay diferencias en los cálculos, pero el número de libros robados por el departamento de Rosenberg puede oscilar entre los dos y los tres millones. Una parte de esos ejemplares fueron recuperados en Alemania al acabar la guerra por las tropas aliadas, de otros se investiga su procedencia —gracias al trabajo de gente como Finsterwalder y otros colegas de Kiel, Hamburgo y Karlsruhe— y hay un buen número de obras de las que se desconoce su paradero. Uno de los casos más llamativos es el mencionado de la Biblioteca de la comunidad judía de Roma. De los siete mil volúmenes que formaban parte de este fondo en 1943 apenas quedan veinticinco. Esta colección de la comunidad hebrea de la capital de Italia tenía importantes ejemplares que tenían su origen en el siglo XV, cuando los judíos expulsados en España emigraron allí, y se llevaron sus volúmenes escritos en sefardí. El gobierno italiano realizó una investigación a principios del siglo XX sobre el paradero de estos libros, pero no consiguió determinar cuál puede ser su destino. Descartada la ciudad de Frankfurt, se estima que lo más probable es que fueran llevados a Berlín, aunque tampoco se descarta la teoría que afirma que hubo un tren que salió de Roma con destino a Silesia, cargado con esos preciados ejemplares. Una vez en Polonia, esos libros, según esta hipótesis, habrían quedado bajo el control del gobierno de la URSS. Benito Olmo exploró esta vía hasta donde le dio el tiempo y el dinero. Sus lectores estarían encantados de que retomara esa historia en exclusiva para hacerlos disfrutar con una nueva novela de misterio.

Benito Olmo ha conseguido su obra más importante, que combina lo mejor del thriller y de la novela histórica, salpicada por numerosos guiños a los amantes de los libros y ligada por un enorme trabajo de campo, cuyos datos enriquecen la trama de forma magnífica. Al igual que en sus anteriores obras —La maniobra de la tortuga, La tragedia del girasol, Los días felicesEl Gran Rojo —, nos encontramos con personajes de gran fuerza, como esa robusta protagonista, Greta, y con un villano de aúpa. El final de Alfred Rosenberg —el hombre que declaró orgulloso que el Reichskommissariat Ostland que dirigió fue el primer territorio «libre de judíos»— fue la horca en Núremberg, pero son muchos todavía los que, a día de hoy, tienen sus bibliotecas llenas de libros robados. Sólo queda esperar que el trabajo de Sebastian Finsterwalder y sus compañeros bibliotecarios dé sus frutos; que la búsqueda del tesoro en torno a la Biblioteca Judía de Roma tenga un final feliz algún día; y, sobre todo, que Benito Olmo vuelva a hacernos pasar la noche en vela con un nuevo artefacto literario.

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Autor: Benito Olmo. Título: Tinta y fuego. Editorial: NdeNovela. VentaTodostuslibros.

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