Todo lo que rodea a la poeta japonesa Den Sute-jo es un misterio. De hecho, ni siquiera sabemos su auténtico nombre, por lo que la Historia fijó referirse a ella con el apelativo Sute-jo, que significa “mujer abandonada” o “mujer desechada”. Pero hay algo de lo que estamos seguros: sus poemas son un reflejo sin igual de la belleza oculta en la Naturaleza.
En Zenda reproducimos cinco haikus de Aguacero en la tarde (Satori), de Den Sute-jo.
***
Se mira en el espejo
del agua, el sauce;
y se pinta las cejas.
***
Aguacero en la tarde;
se lava y sale
el rostro de la luna.
***
Canto del cuco
ojalá que rebase
montes lejanos.
***
Carta de amor,
párpados de clavel,
en ramaje florido.
***
Nieve apilada
en el jardín sin barrer,
como purificándolo.
—————————————
Autora: Den Sute-jo. Título: Aguacero en la tarde. Traducción: Fernando Rodríguez-Izquierdo y Cristina Corrales Caro. Editorial: Satori. Venta: Todos tus libros.
BIO
Den Sute-jo (1633-1698) es una figura enigmática por diversas razones, pero la primera de ellas es la caída en el olvido de gran parte de su periplo vital. En realidad, tan solo conocemos su apellido, puesto que Sute-jo no es su verdadero nombre, sino un seudónimo cuyo significado es «mujer abandonada» o «mujer desechada».
Nació en el seno de una prestigiosa familia samurái, gracias a lo cual, y a pesar de ser mujer, contó con una rica educación y fue instruida en poesía desde temprana edad. Perteneció a la escuela de haikai Teimon y, durante un tiempo, compartió con Matsuo Bashō al célebre Kitamura Kigin como maestro. La muerte de su marido, Suenari, en 1674 dejó una profunda huella en la vida de la poeta. Abundan, a partir de este momento, haikus que abordan temas como el duelo, la añoranza, y la tristeza por la pérdida del ser amado.
En 1681 se trasladó a Kioto y se convirtió en monja de la escuela budista de la Tierra Pura y, posteriormente en 1686 se convirtió en monja del budismo Zen bajo la tutela del monje Bankei, en la ciudad de Himeji. Pasó sus últimos años como monja zen en un templo de dicha ciudad y falleció el 4 de septiembre de 1698, dejando como legado una breve, aunque excelsa obra de haiku.
El siete, cinco, siete,
Qué forma un haiku,
Me pone a mí en un brete.
Concha, con su bandera,
Si gana Kaiku…
Perderá «La Sotera»