Gabriele Morelli, uno de los estudiosos de las letras hispánicas contemporáneas más relevantes que ha dado Italia en los últimos tiempos, donde no han sido pocos los de gran relieve, como Oreste Macrí o Dario Puccini, ha escrito unas originales rememoraciones en las que resaltan sus encuentros con grandes autores y artistas, entre ellos los sudamericanos Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Nicanor Parra, y Jorge Edwards; los españoles Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre, Federico García Lorca, Gerardo Diego, Juan Larrea, Juan Chabás, Rafael Alberti, María Teresa León, Carmen Conde, José Antonio Muñoz Rojas, Leopoldo de Luis, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Carlos Bousoño; y los italianos Salvatore Quasimodo y el pintor Attilio Rossi. De algunos ha recordado en sus memorias las a menudo significativas y suculentas conversaciones que mantuvo con ellos apuntando también perfiles de su singular personalidad.
Estas “habitaciones” han dado lugar a una serie de capítulos que en secuencia cronológica comienzan con los primeros pasos de su vocación como hispanista, nada más iniciarse la década de los 60 del pasado siglo, continúan con la remembranza de tantos recuerdos del conocimiento directo de grandes autores como los antecitados, de logros científicos propios en forma de libros monográficos y de importantes ediciones, así como del impulso y organización de eventos con frecuencia pioneros en distintas materias, todos de gran dimensión cultural y literaria, y llegan hasta las actividades y proyectos profesionales que de manera tan admirable como fecunda, cuando ya ha sobrepasado la primera mitad de sus ochenta años de edad, sigue llevando a cabo en el presente.
Una simple ojeada a los nombres arriba relacionados da idea de los principales campos de estudio de Gabriele Morelli en las literaturas hispánicas, en las que se ha ocupado con preferencia de las Vanguardias, del 27, y de la poesía del 50, autores que ha difundido en Italia mediante libros, traducciones, conferencias y congresos. Capítulo aparte merece su especial contribución al conocimiento de no pocos epistolarios, materias todas en las que ha de considerarse un indiscutible filólogo de referencia.
Bien sabido es que en el subgénero memorialístico, además del ineludible ingrediente autobiográfico, caben también factores de índole teatral y novelesco, y el libro Las habitaciones de la memoria no deja de ejemplificar ambas vertientes. Lo prueba que en muchas de sus páginas se revivan escenas, a menudo con colegas y escritores, de las que el autor ha sido testigo, y que son recreadas casi novelescamente. Y a esos elementos hay que añadir incluso un muy evidente placer por contar que se traduce en la escritura de páginas que pudieran ser consideradas verdaderos cuentos, mientras algunos pasajes alcanzan una vertiente poética notable, o resultan ensayísticos, o contienen descripciones ambientales muy logradas, así cuando las hace de algunos lugares de tránsito como lo son los aeropuertos.
Empapado, sumergido y hasta anegado de literatura durante décadas, y conspicuo conocedor donde los haya de resortes y recursos técnicos aprendidos en tantos creadores de renombre, se diría que, a vueltas de una profesión a la que se ha entregado tan gustosamente, Gabriele Morelli ha puesto énfasis en sacar a relucir al talentudo narrador potencial que llevaba dentro al plasmar tantos y tan sabrosos recuerdos testimoniales con un propósito que me parece manifiestamente literario.
En esa literatura tan propia sobresale una faceta lúdica que tiende a amenizar la mayoría de capítulos con la inserción de sucedidos reales y pintorescos bien sorprendentes, y con el relato de anecdotarios vividos o escuchados la mar de curiosos que él revive o reescribe. Elementos como estos contribuyen a sazonar la obra en virtud de su atractivo, variedad y su ladera cómica, y de tanto en tanto rebasan lo anecdótico para lindar con lo categorial, o plantean interrogantes sujetos a discusión, como cuando atribuye el origen del vocablo taxi en el cambio del apellido, de Tasso a Taxis, de una rama de los Tasso que monopolizaba el transporte postal en gran parte de Europa.
Gabriele Morelli también se autorretrata, y hasta se caricaturiza en tono burlón en Las habitaciones de la memoria, y lo hace transmitiéndonos una idiosincrasia pacífica de afable amabilidad. Este carácter personal se capta en las abundantes fotos que ilustran el libro y que él mismo comenta para acreditar lo vivido y donde el talante y sonrisa socarronas y la bonhomía se dejan sentir al lado de enfoques cívicos políticamente correctos respecto a cuestiones susceptibles de incidir en los debates animalístico, ecologista y feminista.
Y por supuesto no falta en estas memorias de un avezado docente y muy activo y eficaz investigador en caminos antes no hollados, el afán didáctico. Lo acredita Gabriele Morelli al traer a colación noticias de espectro filológico escasamente conocidas; al hacer apreciaciones a propósito de poemas y libros para dejar constancia de su valiosa opinión sobre ellos; al introducir notas al pie con las consabidas muletillas del “Sobre el tema, véase…”; al referirse a conclusiones incluidas en Actas de Congresos y otros eventos universitarios; al implementar temas con adiciones complementarias a estudios que llevan su firma; al consignar una bibliografía final precedida de una recapitulación del libro con los criterios que le guiaron al confeccionarlo; y en suma al hacernos partícipes a los lectores de una metodología investigadora de primera mano en la que en ocasiones las pesquisas en las bibliotecas son menos productivas que el resultado del acopio y valoración de datos obtenidos in situ en archivos de España y Sudamérica.
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Autor: Gabriele Morelli. Título: Las habitaciones de la memoria. Editorial: Cátedra. Venta: Todos tus libros.
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