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Persistir en la ilusión

Persistir en la ilusión

Todavía cuesta encontrar librerías valientes, osadas y, desde luego, privilegiadas en cuanto a espacio, en las que se dé la peculiaridad de que un único libro sea honrado con un anaquel exclusivo en el que reposar y mostrar el lomo con orgullo. Cada lector tendrá sus preferidos, de haber imaginado la situación, pero yo no me lo pensaría demasiado para llenarlo con todos los ejemplares posibles de Sostener la nota que quepan en la balda, el maravilloso libro que el antes corresponsal de The Washington Post y hoy director de The New Yorker David Remnick (Hackensack, NJ, 1958) —háganse el favor de memorizar este nombre— ha puesto en pie a partir de sus experiencias personales con la flor (la música) y nata (los músicos) de los protegidos del dios Apolo.

Las crónicas y semblanzas escritas en el semanario por el también biógrafo de Muhammad Ali y Barak Obama se han convertido en obligada lectura para el entendimiento cabal de la cultura del antiguo siglo y parte del nuevo. La obra lleva por subtítulo Perfiles de música popular y en ella se arraciman las vidas y milagros de doce artistas incuestionables que se han labrado una carrera ya indisociable al avance de la humanidad. Un vistazo a la contraportada del libro confirmaría lo que adelanto, aunque alguien llamaría a anatema añadir a este grupo de imprescindibles el nombre de Phil Schaap. Sólo les diré que cuando lean de quién se trata, ya nunca podrán dejar de asociarlo con el genio de Charlie Parker. Una sorpresa inapelable que etimológicamente prende, agarra, se avanza a la captura de la emoción y el sentido cuando aún no imaginamos a donde nos conduce la voz del mago Remnick, en la estirpe elocuente y virtuosa de su compañero de filas en The New Yorker, el también insustituible Patrick Radden Keefe, autor entre otros de No digas nada y El imperio del dolor.

"Literatura de primer orden, datos exclusivos, una endiablada capacidad de observación y un análisis pormenorizado de la obra y figura para arrojar luz sobre la aristocracia de la música popular con mayúsculas"

Theodor W. Adorno dejó dicho que “la crítica [musical] legítima tiene que adelantarse a las obras que ella critica: prácticamente tiene que inventar las obras que es capaz de criticar. Y si es lo suficientemente productiva, a buen seguro habrá compositores que escriban tales obras.” De ser esto cierto, el empeño realizado por David Renmick valdría para fundar, no ya un elenco de obras meritorias, sino toda una generación de músicos que las llevaran a cabo, empezando por la nómina de los que aquí aparecen, a saber: Leonard Cohen, Aretha Franklin, Buddy Guy, Mavis Staples, Bruce Springsteen, Bob Dylan, Patti Smith, los ya mencionados Charlie Parker y Phil Schaap, además de Luciano Pavaroti, Keith Richards y Paul McCartney, estos tres últimos europeos. En realidad se trata de un don que tiene que ver con el arte del relato, que puede trabajarse, pero que requiere una disposición próxima a lo innato para reconocer las piezas que merecen ser dispuestas a la hora de contar del mejor modo posible la historia que se nos quiere trasladar. Es algo así como si a falta de las explicaciones de Frédéric Chopin cuando algún oyente allegado le había podido interrogar acerca del significado estético o expresivo del sorprendente movimiento final de la Sonata para piano nº 2 en Si bemol menor, op. 35 se dejara que respondiera en un salto temporal inaudito al mismísimo David Remnick para confesar que siempre se trató de “un parloteo entre amigos después de un entierro.” Sólo así podría entenderse el Finale: Presto de un minuto y medio con el que se cierra la también conocida como Marcha Fúnebre.

"David Renmick se alinea con todos estos artistas que mantienen intactas sus ansias de hacer música, de sostener la nota; en fin, de alimentar la ilusión por el fatigoso y digno camino que conduce a la posteridad"

En el perfil de Aretha Franklin —de quien Billy Preston dijo que fue la mejor cantante de Estados Unidos; en realidad dijo “la mejor cantante que ha producido nunca este puto país”—, transparente en datos y fiel a la verdad que la misma Aretha deseó ocultar en la polémica biografía de David Ritz, Renmick hace lo que hubiera hecho con Chopin de haber podido: fue a las fuentes y habló con autoridades a las que pocos tienen acceso gracias a su cargo periodístico y a su contrastada solvencia literaria. Hasta Obama llega a darle claves para entender mejor el fenómeno que alcanzó ser la gran Aretha Franklin. Y así con el resto de la docena. Literatura de primer orden, datos exclusivos, una endiablada capacidad de observación y un análisis pormenorizado de la obra y figura para arrojar luz sobre la aristocracia de la música popular con mayúsculas. El libro no tiene surcos, pero uno hace al llegar al final de las páginas lo que haría con sus discos favoritos. Volver a pincharlo desde el inicio. Así hasta que conseguimos sabérnoslo de memoria. La culpa de todo ello tal vez se deba al padre de David, “el único dentista del área metropolitana de Nueva York que eliminó la música ambiental y la sustituyó por la de Big Mama Thornton y la de Screamin’ Jay Hawkins como acompañamiento del sonido de la turbina dental y del sistema de aspiración quirúrgica.” Hay gestos que consiguen crear vocaciones. Y de paso, leyendas. David Renmick se alinea con todos estos artistas que mantienen intactas sus ansias de hacer música, de sostener la nota; en fin, de alimentar la ilusión por el fatigoso y digno camino que conduce a la posteridad.

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Autor: David Remnick. Título: Sostener la nota. Perfiles de música popular. Traducción: Juan Rabasseda y Teófilo de Lozoya. Editorial: Debate. Venta: Todos tus libros.

© Alex Remnick

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