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Hija de vecino, de Ana Carolina Quiñónez Salpietro

Hija de vecino, de Ana Carolina Quiñónez Salpietro

Portada: Archivo de Andrea Gianella.

Ana Carolina Quiñonez Salpietro es una poeta nacida en Lima, Perú, en 1988. Máster en Estudios de Cine y Audiovisual Contemporáneo por la Universidad Pompeu Fabra, en donde se graduó con el ensayo Una hija pródiga: Mary Jiménez, documentales e intimidad. Ha escrito para las revistas Cosas (2015), El Profesional (2014) y Caretas (2011). En poesía ha publicado Cuentos tristes que esperan las chicas antes de salir a bailar (2010), Vacaciones de invierno (2012), ambos reeditados en 2018 en España, y Matacaballos (2018). Desde 2016 vive en Barcelona, donde colabora con reseñas para Ojo Dorado, incursiona en el territorio de los trabajos impensados, aprende lento los ruidos del catalán y empieza a moldear sus primeros cuentos.

Fotografía: Sofía Alvarez Capuñay.

Presentamos una selección de poemas de Hija de vecinos, publicado por RIL editores en 2024, en los que la autora explora el sentido de pertenencia y todos los aspectos que atraviesan este término, a través de imágenes llenas de ternura pero firmes, dibujando un paisaje seco, como el de los matorrales que crecen a escondidas en algunas zonas de la costa. Un viaje hacia dentro y al mismo tiempo hacia fuera, en el que está muy presente esa debilidad que algunos tenemos por el imaginario que envuelve a esas viejas películas sobre el verano. Una obra que a través de un lenguaje sencillo y directo, se enfrenta a la imposibilidad de la vida en pareja pero también a la de la vida familiar, ya que el libro mantiene de fondo un diálogo constante con el personaje de la madre, como si fuera la pieza que falta de un interminable rompecabezas.

***

La felicidad era estar incompletos

Corríamos por el pasillo
de una casa prestada.
Nos perseguía un monstruo
con el abrigo de piel de la
abuela y la cara verde
de tóxicas témperas chinas
y cepillos viejos resucitados
como pinceles.
También pelábamos arvejas
yo separaba las más pequeñas
en mi bolsillo
no recuerdo ya para qué.
Mamá no había cumplido treinta años.
Nosotros éramos tres
que tirábamos de ella
le exigíamos aprender a leer
mientras alguno tenía fiebre
o comer con las manos
los ojos
hasta la pared de enfrente
cuando otro tenía dientes
que pendían de un hilo
y a otro lo recogían tarde.
Nadie quería
dormir entre ella
y ese
desconocido al
que hacíamos
siempre más alto
en los dibujos familiares.

***

El ruido de los animales en cautiverio

El ruido de los animales en cautiverio
no es el de las frases largas
en los reencuentros
ni las primeras citas
con caminata
robándose helado mutuamente
porque nos gustan más sabores
de los que elegimos

tampoco es el silencio
ni algo parecido a la contemplación.

Es más parecido al desconcierto
de estar encerrado
con alguien que no pensabas
y disfrutarlo.

Es volverse a ensuciar
al salir de la ducha
quedarse dormido
con olor en las
manos
despertar con alegría insensata
y humedad
sentir su mano de hombre alto ahora
apretando tu cadera
y con algo de frío
por su respiración en tu espalda.

El ruido de los animales en cautiverio
no es el de las posiciones
intrépidas con la técnica
de las convivencias pasadas
y ciertas películas
sino el de los cuerpos que se olvidan
de lo aprendido de memoria
porque saben encontrarse
en la desorientación
de la madrugada
cuando nada más importa.

***

Desordeno los primeros recuerdos

En el jardín desbordado de la abuela
para ser feliz
bajo el sol
hay que retener
el frío en la boca.

Una piscina inflable
donde el agua
nos llegaba a las rodillas
pero insistíamos más
en la posibilidad de ahogarnos
que en ser rescatados
no es que los mayores
no existiesen
pero puedo decirte
que nunca estaban cerca.

***

A mi madre en cuya soledad habito

Voy a crear lo que me sucedió

Clarice Lispector

Puedo escribir sobre mi padre
pero no sé cómo acercarme a ti
ni merodearte
menos sostenerte la mirada
soportar ser vulnerable
cuando no hay nadie más cerca.
Nosotras sí tenemos una historia
de quedarnos solas
de ser lo único en el mundo de la otra.
Mis hermanos, no
ellos tuvieron que compartirte
Papá también, conmigo.

La niña a la que enseñaste a leer
antes de ir al colegio
la que heredó tu memoria
y tu manera atropellada de hablar
empezó a tener otros gustos
a interesarse por aquello
que siempre despreciaste
novios intrascendentes
perderse en la noche y en la conversación
leer poemas que considerarías feos
a buscar alejarse
lo más posible del barrio
del colegio en el que tú también estudiaste
y de las fotos posadas de vacaciones
una familia feliz con una madre hermosa
y un padre ausente.
¿Cómo mantienen vivas las fronteras
cuando todo lo que las rodea son ruinas?

Dices que me parezco a mi padre
pero ese es el camino fácil
porque te da pudor
la forma ovalada de tu cara
manchada de pecas
las piernas largas
la boca carnosa
otra palabra que no aprobarías.

Este poemario parece
ser sobre la
imposibilidad en la
pareja
pero es también sobre la nuestra.

—————————————

Autora: Ana Carolina Quiñonez Salpietro Título: Hija de vecinos. Editorial: RIL editores. Venta: Todostuslibros.

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