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El contrato de prostitución conyugal: Catherine Robbe-Grillet, de José Lázaro

El contrato de prostitución conyugal: Catherine Robbe-Grillet, de José Lázaro

Un año después de contraer matrimonio, Catherine Robbe-Grillet recibió de manos de su marido, el novelista y cineasta Alain Robbe-Grillet, un “Contrato de prostitución conyugal”. No lo firmó, pero acabó convertida en la sumisa de su esposo. Hoy es la Dominatriz y Maestra de Ceremonias más célebre de Francia. En este libro se relata y analiza su historia.

En Zenda reproducimos un capítulo de El contrato de prostitución conyugal: Catherine Robbe-Grillet (Triacastela), de José Lázaro.

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Almuerzo con Nabokov

Cada vez que concedía una entrevista, Vladimir Nabokov exigía responderla por escrito. Una vez publicadas, las podaba de cualquier comentario «ambiental» o de otro tipo que hubiese introducido el entrevistador. Así las convertía, según sus propias palabras, en «un ensayo con párrafos más o menos ordenados; esa es la forma ideal que debe adoptar una entrevista escrita». Esta infrecuente costumbre les da a sus respuestas una fiabilidad mucho mayor de la habitual en el género; además, le permitió asegurarse los derechos de autor y recopilarlas en libros que firmaba con su nombre, como el espléndido Opiniones contundentes.

En una de esas entrevistas le piden su opinión sobre las llamadas «antinovelas» que estaban entonces apareciendo en Francia. En otra le plantean directamente si se considera un precursor de la «nueva novela francesa». Las respuestas no podían ser más nabokovianas:

—No me interesan los grupos, los movimientos, las escuelas de escritura y demás. Solo me interesa el artista individual. Esta «antinovela» en realidad no existe; pero sí existe un gran escritor francés, Robbe-Grillet; su obra es grotescamente imitada por una serie de banales escritorzuelos a los que una etiqueta sonora les ayuda comercialmente. La «nueva novela francesa» no es más que un montoncito de polvo y pelusa en un casillero fétido. Pero Robbe-Grillet es muy distinto de los demás. No se puede, no se debe meterlos en el mismo saco. ¡Con que libertad y agradecimiento se respira en sus maravillosos laberintos! Me encanta su lucidez de pensamiento, la pureza y la poesía, sus espejismos en espejos.

Esta admiración no le impedía a Nabokov ser igual de contundente cuando le preguntaban por planteamientos como la eliminación de la psicología en las novelas, teóricamente postulada por Robbe-Grillet:

—Esas afirmaciones son absurdas. Esos manifiestos, anticuados, mueren con los dadaístas. La ficción de Robbe-Grillet es magníficamente poética y original, y los cambios de niveles, la interpenetración de impresiones sucesivas, etc., pertenecen, por supuesto, a la psicología, a la psicología en su máxima expresión. Todos los novelistas de valor son psicológicos, pienso.

Estas opiniones expresadas públicamente son refrendadas, de forma menos solemne, en cartas personales como la escrita a Mrs. Morris Bishop el 7 de diciembre de 1959 y firmada conjuntamente por Vladimir y Vera Nabokov:

—En París nos encontramos (deliberadamente) con el mejor escritor francés del momento (opinión de Vladimir respaldada humildemente por Véra), Robbe-Grillet. Es un hombre al que habría que persuadir para que viniera a Estados Unidos, ¡ojalá acepte! Lea sus libros, especialmente Jalousie aunque Le Voyeur y el último, Dans le labyrinthe, también son maravillosos. Es totalmente original, al escribir y al hablar, y esto explica por qué los jurados de los premios literarios ni siquiera le tienen en cuenta, mientras admiran a nulidades tan engreídas como Schwarz-Bart o Butor.

El aprecio mutuo entre los dos escritores dio lugar a una correspondencia personal que afianzó la amistad. Entre los escasos fragmentos publicados de sus cartas hay uno de 1967 en que Robbe-Grillet, deslumbrado por la lectura de Pálido fuego, le dice a su autor: «Es aún más asombrosa que la ciclónica Lolita, que tanto me había gustado». Y Nabokov le corresponde respondiendo: «Un niño recorre todas las farolas de mi laberinto personal cada vez que pienso en usted». El término elegido por Nabokov es un guiño a la novela de Robbe-Grillet En el laberinto.

Esta simpatía y aprecio literario explica los encuentros que ambos matrimonios tuvieron en París, durante la visita de Nabokov en octubre de 1959. Un periodista le preguntó qué escritores franceses le gustaría conocer, deslizando el nombre de Françoise Sagan. Respondió que los únicos que le interesaban era Raymond Queneau y Alain Robbe-Grillet. El primero no estaba en París; las reuniones con el segundo los reflejó el propio Nabokov en Opiniones contundentes, poniendo énfasis en la figura de Catherine:

—Por cierto, cuando visitamos a Robbe-Grillet, su menuda y guapa esposa, una actriz joven, se había disfrazado de Lolita en mi honor, y siguió representando el mismo papel al día siguiente, cuando nos volvimos a ver para almorzar en un restaurante. Después de servirnos vino a todos menos a ella, el camarero le preguntó: «¿Quiere una Coca-Cola, señorita?». Fue muy divertido, y Robbe-Grillet, que parece tan solemne en sus fotografías, se reía a carcajadas.

Catherine dejó registrada en su diario, con bastante detalle, aquella visita parisina del matrimonio Nabokov. Recuerda la propuesta de la revista Arts para grabar una conversación entre ambos escritores, con diversas gestiones para decidir quién debía estar presente y quién no. Finalmente se grabó en el hotel Continental. La revista hizo un despliegue de dos fotógrafos, dos dactilógrafos, tres entrevistadores… Nabokov, como de costumbre, no se mordió la lengua: dijo que no le gustaba Balzac ni Stendhal (un simple periodista), aunque Flaubert era el gran escritor francés del siglo XIX. Y, entre los contemporáneos, repitió, Robbe-Grillet. Aseguró que para construir una novela lo que él necesita es la estructura formal: Lolita podría haber tratado sobre una bicicleta en lugar de una chica. Lo que ahora querría sería escribir un libro como si fuese una partida de ajedrez… La transcripción del coloquio, de 25 folios, fue reducida primero a seis y acabó publicándose en una página interior como un artículo a dos columnas. Los elogios de Nabokov contribuyeron a agudizar el odio que despertaba Robbe-Grillet en algunos círculos literarios de París.

El relato de Catherine añade algunos detalles jugosos, especialmente el de su ocasión perdida para entrar de la mano de Kubrick en la historia del cine:

—El domingo fuimos al mercado, como de costumbre. Por la tarde, Nabokov vino con su mujer a pasar una hora con nosotros. No es muy guapo, pero es animado, sencillo y simpático. Ella tiene el pelo totalmente blanco, ojos azul claro, tez pálida, casi parece inglesa, rusa no, desde luego. Antes de irse nos transmitieron una invitación de la Sra. Ergaz para almorzar al día siguiente en Calvet, en Saint-Germain-des-Prés.

El lunes fuimos los últimos en llegar a Calvet. Ya estaban en la mesa Ergaz, Nabokov y su mujer, M. Mohrt y D. Aury. Teníamos un reservado y hacía calor. Alain le dijo a Nabokov que yo sin zapatos medía 1,48 metros, como Lolita. Él respondió que se había fijado el día anterior, pero que no se había atrevido a decírmelo. Entonces me preguntó si tenía 18 años. Le dije que era mayor de edad (¡pero no que estaba cerca de los 30!). Me preguntó si hablaba inglés, porque estaban buscando una actriz para la adaptación cinematográfica de Hollywood. No, evidentemente. «Es una pena», dijo Nabokov, «serías una buena Lolita». Me hizo mucha gracia.

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Autor: José Lázaro. Título: El contrato de prostitución conyugal. Editorial: Triacastela. Venta: Todos tus libros.

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