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Hegel y Dostoyevski, «Vosotros no estáis en la historia»

Hegel y Dostoyevski, «Vosotros no estáis en la historia»

Final en el Sánchez Pizjuán. El resultado marca Sevilla FC 2 – Real Valladolid 1. Envuelto en esta pasión irracional que es amar a un equipo de fútbol a once mil kilómetros de distancia, se me ocurrió dejar un comentario en la red X. Allí, un sevillista anónimo —suele pasar en esas alcantarillas digitales— me respondió mofándose: “Vosotros no estáis en la historia”. Dudo que el muchacho en cuestión haya leído a Hegel alguna vez, pero esa sentencia laceró mi conciencia dejando abierta una herida sedienta de palabras. “Vosotros no estáis en la historia”, “Vosotros no estáis…”, “Vosotros…”; y aquí me encuentro, escribiendo en un bar del sur del Gran Buenos Aires, buscando la tan trillada “función catártica de la palabra”.

En la primavera de 1854, luego de un largo período de trabajo forzado, Dostoyevski fue enviado como soldado raso a Semipalatinsk, un desolado paraje al sur de Siberia. En aquella casa con entrada baja y austeramente amueblada, el escritor ruso se dedicó a trabajar en los manuscritos de Recuerdos de la casa de los muertos. Uno de sus bienhechores, el fiscal Alexandr Vrangel, le proveyó de algunos libros importantes mediante los cuales Dostoyevski podía tomarle el pulso al pensamiento de su época. Uno de los libros que aparentemente solicitó Vrangel a sus allegados en Alemania fueron las Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, de Georg Wilhelm Friedrich Hegel. En la lectura dostoievskiana de aquellas páginas comienza la historia sobre la que vamos a pivotar.

Hace unos años, el ensayista húngaro László Földényi escribió un librito hermoso al que tituló Dostoyevski lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar. La tesis que atraviesa el referido opúsculo es la siguiente: el escritor ruso, arrancado de sus afectos, en la peripecia cotidiana de la lucha por sobrevivir, se topa con la lectura de Hegel y su visión de la historia. El filósofo alemán escribe sin contemplaciones:

“Primeramente, hay que excluir de nuestra consideración la parte septentrional de Asia: la Siberia. La estructura de este país no es propia para que constituyese el teatro de una cultura histórica y pudiese formar una figura propia de la historia universal” (G. W. F. Hegel. Lecciones sobre filosofía de la historia universal I)

"Existe una historia que se escribe desde los márgenes, desde los escombros de la pena, desde la intemperie a la que nos expulsa el sistema"

A la luz de una vela de sebo, Dostoyevski lee esta sentencia y piensa, atravesado por el dolor, que no existe, desde la perspectiva europea, ninguna esperanza de salvación. Siberia es una expulsión a la no existencia. Dostoyevski llora, pero ese llanto es germen de callada rebeldía. En ese llanto nace en él la convicción de que la vida quizás esconde ciertas dimensiones que no tienen cabida en la historia; es más, que es preciso apartarse de la historia. Ahora bien, para ello se requiere admitir la posibilidad del milagro que suprime el carácter excluyente del espacio y el tiempo. Escribe Földényi:

“El hecho de haber sido expulsado de la historia debe haber propiciado la fe de Dostoyevski en los milagros; pero también que la organización moderna del mundo obedece a una ley implacable. La historia manifiesta su esencia a quienes antes ha excluido”. (L. Földényi. Dostoyevski lee a Hegel en Siberia y rompe a llorar)

Existe una historia que se escribe desde los márgenes, desde los escombros de la pena, desde la intemperie a la que nos expulsa el sistema. Es la gran lección de Dostoyevski, la que sostuvo Kierkegaard en su heroica soledad y la que encarnó Unamuno, la misma que atisbó el talento mutilado de Walter Benjamin.

Hegel escribe tal como Von Karajan dirige la Filarmónica de Berlín. Nos lleva con tempo beethoveniano, aspirando los silencios, saltando entre los vacíos, caminando libre y enérgico sobre los peldaños de la razón:

“La razón no puede contentarse con que algunos individuos hayan sido menoscabados; los fines particulares se pierden en lo universal”. (G. W. F. Hegel. Lecciones sobre filosofía de la historia universal I)

"En su concepción sobre la visión racional de la historia universal, Hegel expresa que la consideración filosófica no tiene otro designio que eliminar lo contingente"

Esto es lo que lacera el corazón de Dostoyevski: el descrédito del hombre doliente en pos de una razón universal. El escritor ruso no puede ser indiferente ante cuantas almas se deban sacrificar en el altar de la historia para cumplir con los designios de la razón.

Dostoyevski, a quien Nicolás Berdiaev llamó “pneumatólogo” (estudioso del espíritu), cree en la redención, en el valor intrínseco de los desplazados, en la flor que puede brotar incluso en el estiércol. Sus criaturas literarias son hijas de la libertad, se debaten entre el bien y el mal, entre el cielo y el infierno. Una prostituta, a la luz de una vela, es quien le revela al asesino Raskólnikov el camino de su redención leyéndole el Evangelio de la resurrección de Lázaro. El honor de niño ante su padre vituperado impulsa la purificación de un apellido maldito en Los hermanos Karamázov. Un “idiota” nos deja picando en la historia aquello de que “solo la belleza salvará al mundo”. Kirilov es capaz de jugar con un niño y, a la par, reivindicar su suicidio como acto de suprema libertad en Los demonios. El mismo Berdiaev lo ha dicho con autoridad irrepetible. “En la vida, una lectura atenta de Dostoyevski es un acontecimiento recibido por el alma como un bautismo ardiente” (N. Berdiaev. El espíritu de Dostoyevski).

En 2021, un catedrático de la Universidad de Biccoca (Milán), denunció la cancelación de un curso sobre Dostoyevski como represalia a Rusia y al proceso coyuntural con Ucrania, que se extiende aún hasta nuestros días. En aquel momento, dejamos rubricado en algún medio que quizás, para el biempensante europeo, era conveniente prohibir a Dostoyevski no por ruso, sino por mayéutico; no porque constituya de alguna manera una epifanía del alma rusa, siempre tironeada por los extremos, sino por buceador apasionado de la naturaleza humana. Sucede que el hombre contemporáneo no resiste la profundidad y es refractario a mirarse en el silencio revelador de las grandes preguntas. Quizás es aún conveniente prohibir a Dostoyevski antes de que la manada comprenda que la mejor manera de evitar que un prisionero se escape es asegurarse que nunca sepa que está prisión.

En su concepción sobre la visión racional de la historia universal, Hegel expresa que la consideración filosófica no tiene otro designio que eliminar lo contingente. El gran problema es que, a veces, lo contingente posee manos y pies, historia personal y llanto.

El Real Valladolid no estará en la historia que cuentan ellos, ¿qué importa?; yo camino, amando el corazón de los márgenes… Por eso amo a Dostoyevski y tomo apuntes en la cátedra de los desplazados.

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Lau_Pucela
Lau_Pucela
1 mes hace

Tremendo artículo. «Por eso amo a Dotoievski y tomo apuntes en la Cátedra de los desplazados». Enhorabuena Diego, un lujo leerte.

Germán Losada
Germán Losada
1 mes hace

Excelente. Gracias Zenda y felicitaciones al autor. La razón engendra monstruos.

Craviotto
Craviotto
1 mes hace

Joder, que maravilla