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Irene Reyes-Noguerol: la palabra imprescriptible

Irene Reyes-Noguerol: la palabra imprescriptible

Descanso. Un oasis de imprevisibles fronteras en medio de los grises. El deseo de prolongar un reflejo tan humilde, soberano de esa visión que protege al observador de la tragedia. Un descanso, algo más que alivio, algo más —mucho más— que la mirada, rebajándose ante esa madeja de precipicios y ascensos tan colmada de fuego, tan cosida a cuanto sangra ya sin vehemencia, pausa entre tanto caudal sin rumbo.

La interrupción del ruido fue descrita por William Shakespeare en su obra Enrique IV, cuando dos de sus protagonistas, Shallow y Falstaff, se recrean mutuamente en contra de la guerra aderezando su almuerzo con semillas de alcaravea. En un diálogo secundario y transicional, se alude a esta semilla suave y verdosa, reconstruida con profundos sabores y un cierto dogma de elixir, para sortear los tañidos de la guerra, para no sucumbir al inconstante desenlace del hombre. En la grisura, espacio cuarteado con enigmas y certezas de alambre, con espinas clavadas en la piel explicando lo pretérito, también suceden los milagros, la solvente transacción entre la víctima y su futuro, el deseo de permanecer en pie al margen de los contextos y su anatomía febril. Como reza el poema de Álvaro de Campos Tabaquería:

Soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

La prosa de Irene Reyes-Noguerol es un oasis, un territorio situado lejos de lo mundano, allí donde la tradición y la palabra interrumpen el discurso del mundo y se reclaman libres. Nada en ese espacio es superficial, ni siquiera la visión limpia del narrador, ajena a la fatídica contaminación de su voz por las aristas de la historia, por su trasfondo, por los muchos destinos que se entrecruzan cuando el caminante alcanza una decisión y se cree capaz de ejecutarla, irrumpe para arrojar la luz, para imponer su cadencia, para afrontar con los pilares de la poesía las distintas rugosidades de lo inevitable.

"¿Cómo, si no es a través de las bóvedas de la palabra, con sus largas resonancias, con su aversión precipitada por la planicie y lo mundano, podríamos sobrevivir, por ejemplo, a la orfandad redoblada por quienes niegan la muerte y condenan al testigo?"

Páginas de Espuma publica Alcaravea, el último libro de relatos de la autora sevillana, una obra concebida como un corpus perfecto, en el que la grisura se reequilibra con tantísimo acierto gracias a las redentoras y siempre infalibles partituras de lenguaje. Porque Irene Reyes-Noguerol es una maestra del lenguaje, una narradora capaz de expandir el sonido de la palabra para romper los escenarios del relato, para sumergir al lector, con precisas dosis de ritmo y un desdoblamiento de la narración, en un oasis, en el enclave perfecto donde cohabitan el mensaje y la sugerencia, el tema y los remanentes emocionales que provoca su abordaje. En ocasiones, entregarse a los matices del verbo es una gran razón para sobrevivir.

Así se expresa en el relato que da inicio a la obra:

“Quizás sería mejor no decir nada, conformarse con la pureza de las vocales, el idioma de todos los locos del mundo, separar apenas los labios para dejar hueco a una ‘aaa’, larga ruta, una ‘aaa’ como una letanía, como un rezo, por encima de las fronteras de la gramática”.

¿De qué otro modo podría el ser humano consensuar con la locura, el abandono y la guerra? ¿Cómo, si no es a través de las bóvedas de la palabra, con sus largas resonancias, con su aversión precipitada por la planicie y lo mundano, podríamos sobrevivir, por ejemplo, a la orfandad redoblada por quienes niegan la muerte y condenan al testigo? ¿Acaso se puede testificar a favor de la cordura, del acallamiento del sonido, sin recurrir a la multiplicación del adjetivo y sus constantes de raíz y hambre?

Irene Reyes-Noguerol, que irrumpió en el panorama literario con su obra De Homero y otros dioses, fue elegida por la prestigiosa revista Granta como una de las mejores narradoras jóvenes en lengua española. Esta afirmación, lejos de ser incierta, merece un matiz. Su maestría no debe catalogarse por razones de edad, sino por un talento a la altura de los grandes dominadores del género. Un talento con hondas ligaduras pretéritas y un futuro imprescriptible.

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Autora: Irene Reyes-Noguerol. Título: Alcaravea. Editorial: Páginas de Espuma. Venta: Todostuslibros.

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