Las actrices tienen la suerte de dejar cada noche el personaje colgado en el camerino. Cuando cae el telón se desentienden del drama hasta que vuelvan al teatro al día siguiente. Tendrán que atender los desafíos de sus vidas, que a lo mejor son más complicadas que las de la función, pero no están atrapadas en su personaje.
La gran cuestión de esta obra es la identidad. ¿De dónde viene mi sangre? ¿A qué grupo pertenezco? ¿Cuáles son los muertos a los que tengo que vengar? Yo no decido quien soy, lo determina mi origen, mis antepasados. Mi destino está marcado desde que fui concebido. No puedo escapar, no puedo dejar de ser víctima, verdugo, o ambas cosas. No tengo la posibilidad de irme a vivir a un lugar donde la tragedia no me alcance. Las muertes se encadenan unas a otras, todos los recién nacidos están unidos a esa cadena desde su concepción.
¿Qué es mío? ¿Y qué puedo ser cuando franquee el umbral de esa puerta? Soy judío, es falso. Soy árabe es falso. No soy judío es falso, no soy árabe es falso. ¿Cómo irte en paz cuando descubres que eres tu propio enemigo?
Cuanto más avanza la obra, cuanto más conocemos del pasado de los personajes, más complejo se revela el laberinto en el que están atrapados. Nadie es capaz de encontrar la salida. ¿Quizá la única escapatoria es el perdón?
¡Esto es la guerra! ¡Una guerra que va a durar mil años más! Es una fosa común y todos tenemos que saltar dentro porque todos estamos de luto por el mismo sueño perdido que nunca ha sido llorado: el de vivir juntos entre el cielo y el mar.
¿Es el amor lo suficientemente fuerte como para elevarse por encima de la lista interminable de muertes y agravios? La pareja protagonista de la obra va a intentarlo. Pero es un romance condenado al fracaso, cuánto más se van conociendo más peso tiene el pasado que, inevitablemente, les va distanciando. Thanatos vence a Eros.
Te dejo. Te digo estas palabras y siento lo que siente el que se suicida con explosivos en medio de la muchedumbre, lo destrozo todo, nos destrozo, separo la tierra y me alejo. Es egoísta. En esta guerra mi lugar está allí. Al otro lado de este muro. Con los que van a perder.
Los mitos griegos con sus matanzas y venganzas los vemos como una metáfora de la que extraer lecciones y en la que observamos los laberintos del comportamiento humano. Pero esta historia no es un clásico venido de otro tiempo. Es real, brutalmente real y continúa cobrándose vidas mientras leemos el texto, o lo vemos representado en el escenario. Es una tragedia que no para de crecer a nuestro alrededor y que hace sus raíces más profundas con cada muerto que se cobra.
Todas las tragedias necesitan de un relato que pase de generación en generación para perpetuarse, para que los hijos y nietos acepten el papel de víctimas o verdugos. Pero nada es eterno, algún día empezara otro relato y esta obra puede ser uno de los primeros ladrillos de ese nuevo relato.
La belleza del texto es lo único que sobrevive a tanta destrucción. Frente a la muerte queda el recurso de la palabra. Narramos el horror, lo convertimos en un relato con la esperanza de ser capaces de escribir su final y enterrar al último muerto.
Te doy las gracias. Pero por muy bonito que sea tu cuento, es un cuento para aliviar a los vivos. Para el que muere no hay solución.
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Autor: Wajdi Mouawad. Título: Todos pájaros. Editorial: La Uña Rota. Venta: Todostuslibros.
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