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5 poemas de Emily Dickinson

5 poemas de Emily Dickinson

Emily Dickinson es una de las poetas más grandes de todos los tiempos, comparable a Dante y a Shakespeare, y sin duda una de las mayores de Estados Unidos. De los 1.789 poemas conocidos hasta la fecha, solo diez fueron publicados en vida, todos de forma anónima y la mayoría sin el consentimiento de la poeta. La mitad se encontraron tras su muerte en un cofre que contenía 40 cuadernillos cosidos a mano. El resto ha ido saliendo a la luz procedente de las 1.304 cartas existentes a día de hoy.

Nicole d’Amonville Alegría, también poeta, publicó una personal y muy cuidada antología bilingüe en 2003 a partir de la última edición crítica de R. W. Franklin. Los poemas aquí reunidos, cuya traducción D’Amonville ha revisado para la ocasión, no solo constituyen una excelente muestra de la profundidad, la concisión, la música y la ineludible modernidad de la poeta de Amherst, sino que se cuentan entre los imprescindibles de esta autora inmortal que continúa ganando lectores en todo el mundo.

En Zenda reproducimos cinco piezas de 71 poemas (Lumen), de Emily Dickinson.

***

Solo perdí tanto dos veces-
Y en la tierra ocurrió.
¡Dos veces de pie he mendigado
A las puertas de Dios!

Ángeles -dos veces descendiendo
Repusieron mi caudal-
¡Ladrón! ¡Banquero-Padre!
¡Soy pobre una vez más!

(1858)

***

Tras gran dolor, formal viene un sentimiento –
Ceremoniosos Nervios se posan, como Tumbas –
Pregunta el Corazón tienso “¿Él ha padecido?”,
Y “¿Ayer, o hace Siglos?”

Los Pies, mecánicos, en torno –
A una vía de Palo
En el Suelo, o Aire, o Falta –
Contengo de Cuarzo, cual piedra –

Esa es la Hora de Plomo –
Si sobrevivida, evocada,
Como los Ateridos, la Nieve al recordar –
Primero – Frío – luego Estupor – luego el soltar –

(1862)

***

Remordimiento – es Memoria – despierta –
Rebullidas sus Partes –
Una Presencia de Actos Idos –
En ventana – y en Puerta –

Su Pasado – expuesto ante el Alma
Y alumbrado con mecha –
Examen – que la Fe facilita
Y la ayuda a ensanchar –

Remordimiento es sin cura – del Mal
Ni Dios – sana al Enfermo –
Porque es Su institución – y
Lo Adecuado al Infierno –

(1863)

***

Como el Dolor, impreceptible,
Se alejaba el Estío –
Tan imperceptible que a lo último
No pareció Perfidia –
Una destilada Quietud,
Como avanzado Véspero,
O Natura al pasar a solas
Retirada una Tarde –
El Ocaso antes entraba –
El Alba ajena ardía –
Cortés, mas saqueada Gracia,
Tal Huésped, que se iría –
Y así, sin un Ala
Ni de una Quilla el uso
Nuestra Estación huyó ligera
Luz en los Hermoso –

(1865)

***

¡Qué misterio resuma un pozo!
Tan lejos vive el agua –
Una vecina de otro mundo
Reside en una jarra

De la que nadie ha visto límite,
Solo la tapa de vidrio –
¡Cómo escrutar a discreción
El rostro de un abismo!

La hierba no muestra temor,
Con frecuencia me admira
Que tan cerca se yerga y tal audacia
Frente a mi paso exhiba.

Algún vínculo tendrán,
Cabe el mar se alza el junco
Donde carece de suelo
Y timidez no acusa –

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Autora: Emily Dickinson. Título: 71 poemas. Traducción: Nicole d’Amonville Alegría. Editorial: Lumen. Venta: Todos tus libros.

BIO

Emily Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886) nació en el seno una familia rica y puritana de Nueva Inglaterra. Estudió en la academia de Amherst y en el seminario femenino de Mount Holyoke, cerca de Boston, pero su delicada salud y su rebeldía religiosa la llevaron a abandonar el curso antes de tiempo. Dickinson, que fue una joven activa y llena de vida, se encerró a los 30 años en la casa paterna y ya no salió. No obstante, mantuvo el contacto con los seres queridos a través de sus cartas, tan cuidadosamente elaboradas como sus poemas. Poco después de su encierro, habiéndose reafirmado en su vocación poética, escribió al periodista y crítico Thomas Higginson para saber si sus versos «estaban vivos». Pero el genio poético de Dickinson estaba muy por encima de las capacidades de su pobre «preceptor», quien le aconsejó no publicar. Las primeras selecciones de sus poemas fueron editadas póstumamente. Paradójicamente, estas corrieron a cargo del arrepentido Higginson y de la escritora Mabel Loomis Todd. Sus poemas gozaron de un inmediato reconocimiento popular. La crítica tardaría todavía muchos años en concederle el lugar que merece en la historia de la poesía universal.

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