“A veces escribo sin querer escribir”. Hacerlo es una necesidad para Katya Vázquez Schröder. Su obra poética —que remite al desarraigo, la cotidianeidad— está influenciada por los versos de Idea Vilariño, Alejandra Pizarnik y Cristina Peri Rossi. Esta autora argentina, residente en Canarias, resultó ganadora del VIII Premio Valparaíso de Poesía con El corazón es una achura que no se vende (2023).
A continuación reproducimos 5 poemas de Katya Vázquez Schröder.
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Lo que se queda quieto, muere
Me acuerdo que mi mamá me ató con una cuerda
para no perderme en el aeropuerto.
La muñeca que llevaba debajo del brazo
se quedó sin la cabeza más tarde.
Mi mamá estaba preocupada, papá también,
no me acuerdo qué pensaba mi hermana.
A los cuatro se nos reconoce una ilusión,
en la foto de la terminal.
Alguien debe haber ido a despedirnos.
En ese momento llevaba el mismo collar
que no me quito ahora.
Éramos nosotros contra el mundo,
el mundo nunca se volvió contra nosotros.
Mi familia no estaría de acuerdo
con esta afirmación.
Corría el año 2001 en Argentina,
mucha gente tenía mucha prisa.
Deseaba un horno en la nueva casa
para comer torta en los cumpleaños.
Si no me enganchaban con una cuerda,
me hubiera perdido.
Me arrastraron,
o eso dicen.
Al avión que vi por el cristal me subí incontables veces,
nunca regresé al mismo lugar.
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Archivo-letra
Vuelve a contar la historia
de aquellos miserables de La Rioja
que le abrieron el candado del diario
y leyeron el relato
del desembarco en Brasil
los primeros años de infancia
leyeron sin comprender
los días en Canarias, las despedidas
leyeron sin remordimiento
lo que se siente tocar por fin tierra firme
leyeron y leyeron y el secreto
dejó de serlo
el diario ardió en la hoguera
mi mamá miró con horror la memoria
incinerada y olvidó
cuál fue la primera palabra amiga
si hubo una alguna vez.
No sé qué sentí.
Apenas aprendí a escribir
mi mamá me regaló un cuaderno
verde a rayas.
No tenía candado,
no hacía falta:
quien lo toca, se quema.
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Así no es
Me han puesto en entredicho tantas veces:
tu nombre se escribe con j
tu nombre no es de acá
acá acá aka ka aca kat acá.
Mi nombre no es de donde soy.
Tu acento de dónde
tu apellido
cómo se pronuncia
(no sé)
¡¿cómo se pronuncia?!
(no sé).
En la puerta de mi habitación: KAT-JA.
No sé cómo se abrevia.
Quien te nombró
ya no te nombrará más.
¿Quién arrancó
una forma de decirme sin letras?
Llamame a través del globo.
Decime cuántos kilómetros me separan.
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Retablo
Le tendí la mano. Ella apenas me extendió de vuelta cinco dedos débiles. Tres calles principales hacían bulevar en su palma: Libertador, Ignacio de la Roza y San Miguel.
Un walkie-talkie para aclarar sus coordenadas, el pan, la leche, el mandado cumplido. Hilos deshilachados, la canica, la victoria, la mejor de la escuela, y una estampita de San Antonio para encontrar lo que se ha perdido. Vos le pedís así: porfavorsanantoniotepidoqueaparezca… Y aparecerá.
Por favor, San Antonio: sus piernas, su vals, que se levante de donde sea que esté, sus rodillas, Luis Miguel, su mandado de leche y pan, que vuelva de donde sea que esté, la manguera, las diamelas, los limones, el gallo que canta, que cante un vals, que mueva sus rodillas. El plato de arroz con huevo, su labial, su espejito. Que pierda los lentes. Que le pida a San Antonio encontrarlos.
Entre Libertador, San Miguel e Ignacio de la Roza tenía un raspón de la caída. Me tendió la mano finalmente, se sacudió el polvo, los oídos sordos de San Antonio, las lágrimas, me agradeció, se fue.
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Finca de Tegueste
No pasábamos hambre, pero sí desconsuelo.
De repente mi madre traía dos yogures
y éramos ocho hermanas lamiendo el mismo vaso.
Las ocho con la misma tierra bajo la uña
de tanto señorearla.
Cuando sentíamos el clavo de una mirada,
metíamos en el saco de papas un bicho.
El susto se oía hasta acá
y nos reíamos.
No era maldad,
era justicia.
Éramos niñas,
aunque ella fue madre con siete años
de ocho hermanas.
Me enseñó a mirar a los ojos
porque los mantenía enterrados con las papas.
Pero mira y tú,
¿has escuchado alguna vez a un gallo morir?
No sé qué tipo de obra son, porque de poemas sólo tienen un recurso literario, la degradación en el arte es cada vez mayor.
De tu envidia nace su fama, señoro :p
Eso no es poesía, sino anécdotas recortadas en verso. Cuento que me fui a comprar el pan en versos y ya está el poema.
Ernesto siento de verás esa frustración de que a ti no te lea nadie, pero para mejorar y ser mejor escritor te vendría muy bien valorar el trabajo de gente que lo está petando como es el caso de esta autora.
Un abrazo y deseos de que logres publicar algo medio decente algún día <3