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Tres géneros y una novela

Tres géneros y una novela

Cuando era joven, tenía el prurito de acabar libro empezado, la lectura no podía abandonarse pese a que desde las primeras páginas se adivinase bodrio. Esto proporcionó sorpresas maravillosas y también aburrimientos insondables. Ya frisando el medio siglo, celoso de mi tiempo y sabedor de que en mi biblioteca hay libros que jamás volveré a marear y otros que nunca leeré, no soy tan generoso. Y es que es difícil encontrar un libro que, no digo desde la primera página, sino desde el primer párrafo, te enganche. Este es uno de estos libros. Con sus primeras líneas, ya te sitúa en el tiempo y el espacio —reino de Granada, rebelión de los moriscos— y te presenta a un personaje inolvidable, el jenízaro Mehmet al-Rumi, haciendo lo que mejor sabe hacer: matar. Y sigues leyendo el prólogo, y te encuentras al que, desde este primer encuentro, fugaz pero atroz, será su némesis, José de Monteagudo, alférez del Tercio de Granada. Y ya no puedes dejar de leer, porque quieres, necesitas saber cuándo estos dos volverán a cruzar espadas, y quién matará a quién. Porque los hados han dictado que uno matará a otro, eso es seguro.

Como editor de esta novela, y como amigo de su autor, no puedo ser imparcial, pero sí puedo ser justo. He tenido el privilegio de poder leer Hasta que pueda matarte mientras José Soto la escribía pero, como todo placer, ha tenido su precio: los capítulos iban cayendo poco a poco, según iban saliendo de su pluma, y yo me comía las uñas por saber cómo avanzaba la historia, cual folletín por entregas de los de antes, como Los tres mosqueteros de Dumas. Por suerte, ustedes no sufrirán esa tortura y podrán leerla de cabo a rabo, sin dejarla. Lo harán, ya verán.

"Todos ellos recorren el Mediterráneo, desde las Alpujarras hasta Constantinopla, con Lepanto como cénit y como último acto. ¿Podría haber mejor escenario?"

La referencia a los mosqueteros no es ociosa. En esta novela hay un hálito a las mejores obras de capa y espada, a las viejas novelas de aventuras de un Salgari o un Conrad —esos duelistas—, con un ritmo rápido, rapidísimo, y con giros y vueltas que te obligan a seguir pasando páginas. He leído, aprendido y disfrutado mucho con los ensayos de José Soto, pero lo que todavía no sabía es que tenía estas mañas de perro viejo para llevar al lector por donde quiere, engatusarle, enredarle y, de repente, quitar el telón: ¡tachán! Y los personajes, ¡qué personajes! Si ya conocen a los protagonistas, esperen a conocer a los secundarios. A María la bailaora, capaz igual de seducir con un pestañeo que de disparar un arcabuz con fatal puntería. A la pareja de griego y escocés, curtidos y fieles. Al maestre Lope de Figueroa, cuya vida también fue de novela —larger than life diría Tomás el Inglés, otro convidado— o a don Juan de Austria, que de cuasi adolescente crecerá hasta almirante de una de las flotas más grandes jamás reunida. Mehmet está más solo, pero ni puta falta que le hacen amigos. Tiene un anhelo, un amor y un objetivo, un enemigo. Dos buenas razones para vivir y para matar.

"Como Mehmet al-Rumi y José de Monteagudo, atraídos inexorablemente como imanes de la parca, si cogen Hasta que pueda matarte se quedarán pegados a sus páginas hasta el final"

Todos ellos recorren el Mediterráneo, desde las Alpujarras hasta Constantinopla, con Lepanto como cénit y como último acto. ¿Podría haber mejor escenario? No, seguro que no, si preguntáramos a uno de los soldados que allí lucharon, a don Miguel de Cervantes Saavedra, que, como Esquilo en Maratón, casi prefería ser recordado por la espada que por la pluma. José Soto nos sumerge en ese Mediterráneo de mediados del siglo XVI, surcado por galeras desde las que españoles y otomanos se batían el cobre con saña, para acabar bogando como galeotes o siendo pasto para las tintoreras. Pero lo hace sin caer en uno de los males que aherroja a mucha novela histórica y las convierte en mamotretos aburridos, el didactismo plúmbeo. Nada de eso hay en Hasta que pueda matarte, sino que te mete en la época sin que te enteres, sin caer tampoco en el recurso artificial y fácil —pero muy difícil de hacer bien— de emplear un falso tono arcaizante en los diálogos o descripciones. No le hace falta para que los lectores nos situemos al lado de gentes con otros valores y otros ideales, con otra forma de vivir pero que, a la postre, eran como somos todos desde hace siglos: amaban y odiaban, eran valientes o cobardes, en su búsqueda de la supervivencia y de arrancar un poco de felicidad a la vida. Y es que en esta novela hay mucho de la humanidad de su autor, mucho de los críos con los que jugaba cuando fue soldado en Bosnia —ese niño serbio arrebatado a sus padres para convertirse en jenízaro—, mucho de saber lo que es la guerra, y mucho de haber sufrido dolor, y haberlo superado. Mucho de Pepe. Y eso dota a este libro de una verdad que cuesta encontrar cuando se novela el pasado.

Como Mehmet al-Rumi y José de Monteagudo, atraídos inexorablemente como imanes de la parca, si cogen Hasta que pueda matarte se quedarán pegados a sus páginas hasta el final. Y luego querrán más. ¿Habrá más?

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Autores: José Soto Chica. Título: Hasta que pueda matarte. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todos tus libros.

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