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Stendhal en Mauthausen, de Joan Tarragó y Llibert Tarragó

Stendhal en Mauthausen, de Joan Tarragó y Llibert Tarragó

Este libro recoge el diálogo entre un padre y un hijo en la distancia del tiempo. Llibert es hijo de Joan Tarragó, un deportado que estuvo recluido en el campo de Mauthausen, donde consiguió abrir una biblioteca clandestina en el barracón número 13. Esta edición cuenta con un prólogo de Francesc-Marc Álvaro.

En Zenda ofrecemos algunos fragmentos escritos por Llibert Tarragó en Stendhal en Mauthausen (El mono libre).

***

Ahora disponía de todo el tiempo del mundo para volver a apropiarme del apartamento nº 10, puerta B. En el vestíbulo de entrada había una barra torcida colgando. Proa de esta mala comedia, había perforado la pared que conservaba la marca de los buzones. La escalera todavía era accesible.

Un torrente de imágenes y de sonidos iba creciendo a cada peldaño. Mi pensamiento no se podía contentar con la memoria contemplativa. ¡Podría abrir la puerta izquierda del primer piso! ¡Soltar «la lágrima espléndida del retorno»!

¡«Volver a ver» la piedra de Mauthausen!

Estaba puesta sobre un velador, encima del cual dominaba un espejo trabajado y cubierto de dorados. Cuando uno entraba no veía más que la mini estela de piedra en su exigencia de memoria y de respuesta al olvido. Mi padre se la había traído del campo con ocasión de la celebración del vigésimo aniversario de la liberación, el 5 de mayo de 1945. Joan Ramon y yo teníamos cada uno nuestro pedazo de granito dispuesto sobre una repisa, donde se veían dos inscripciones:

-«Tarragó Joan – 4355 – Mauthausen – 23.1.1941 / 5.5.1945» (apellido, nombre, matrícula, campo, fecha de entrada, fecha de salida)

-«Piedra de la cantera del campo de exterminio de Mauthausen. Fragmento de alambre de espino electrificado, situado frente al horno crematorio».

[…]

De repente me pareció imperioso hacerle saber que transmitía a mis nietos la piedra y su alambre de espino con esta nota:

Queridos nietos, este objeto me ha acompañado gran parte de mi vida. Me gustaría que supierais que hay objetos como este que se imponen en la memoria, que conectan vidas y reinician el tiempo. Un pacto tácito nos vincula con las generaciones que nos preceden. El presente es el pasado del futuro, ¡recordad bien esta frase!: el presente es el pasado del futuro. Cuando tocáis el presente, tocáis el futuro.

Rehusad la indiferencia al porqué y al cómo de las cosas. Julio Verne dijo: «¡Mira con todos tus ojos, mira!».

Así, mirad este objeto que viene de vuestro bisabuelo desde el mundo del Mal, que sufrió y al que sobrevivió; si no, no estaríamos aquí juntos. Podréis hacer de él vuestra Memoria, esta expresión del sentimiento. Podréis hacer de él Historia, esta ciencia en conciencia, llevada por la exigencia de la Verdad. Es más que una piedra de la cantera de Mauthausen y un fragmento de alambre del mismo campo nazi. La cola con su color envejecido que sujeta la piedra en su base os deja imaginar lo que podía pensar vuestro bisabuelo en el momento de pegarla, hace sesenta años. Era voluntad suya testimoniar y darnos que pensar.

Necesitaba terminar así. Era como si la piedra se hubiera girado hacia mí y me hubiera incitado a lanzar una última salva: «Será la introducción de algo más extenso que dé fuerza para superar los vientos contrarios y dar ganas de luchar. Así va la vida, amigo Albert Om».

[…]

En la mente de mi padre, yo estaba destinado a escribir sus memorias. Mi oficio de periodista, en el que debutaba, me designaba a ello. Me lo pidió. ¡Qué idea tan desacertada!

¡Pobre hombre! Me quedé mudo. A los veinte años me sentía más inclinado a recorrer el Yellow Submarine de los Beatles que a subir los 186 escalones de la cantera de Mauthausen. ¿Acaso me sentía sacudido de un lado por el temor, y del otro por el deseo de huir del horror del que había oído hablar durante demasiados años? El mundo de afuera me llamaba, así que me precipité hacia él «salvajemente», convencido de que mi «huida» me alejaría de la negrura de la Memoria.

Bajo el shock de mi única visita al campo, en mayo del año 2000, finalmente le respondía, pero con mis cincuenta y tres años, y con él ya difunto. «Difunto» y no «desaparecido», como se suele decir. En efecto, ningún muerto se borra; con solo llevar su duelo, afirmamos una presencia.

Había superado un nuevo umbral. Mi sangre de «hijo de» iba adquiriendo grosor. ¡Hijo de deportado, por supuesto! Las palabras crueles y febriles que en la época de mis últimos biberones habían penetrado en mis oídos inocentes volvían a remontar hasta la superficie. Una parte de mí se levantaba. Desde entonces, sin dejar que aquello devorara el resto de mi vida, tendría que contemporizar con la materia coagulada. No sería fácilmente comunicable, pero todo ello no sería nada comparado con la materia, superior e inalcanzable, de los deportados, nuestros Intocables.

[…]

—————————————

Autores: Joan Tarragó y Llibert Tarragó. Título: Stendhal en Mauthausen. Traducción: Josep Maria Pinto. Editorial: El mono libre. Venta: Todos tus libros.

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