La extraña interrogación con que se titula esta obra es creación de Chris Marker: «Nos recordamos / reescribimos la memoria / como se reescribe la historia. / ¿Cómo recordar la sed?». No es casualidad que Nona Fernández (Santiago de Chile, 1971) elija como epígrafe los versos del francés, a quien se le atribuye la invención del documental subjetivo: el detonante para comenzar a escribir es que se cumplan cincuenta años del golpe militar en Chile, pero las intenciones confesas serán la traslación de impresiones. Nada de referencias de carácter más o menos histórico, más o menos periodístico. De lo que se trata es de transmitir que la vida, nuestra vida, ha cambiado. Y eso sólo se puede hacer emocionalmente.
Este texto breve busca la conciliación interior a través de un carácter poético, el que se le puede atribuir a la memoria cuando busca la conciliación para quien la ejercita serenamente. Se comenzará con un montón de preguntas acerca de las intenciones que puede tener quien pone en marcha un mecanismo tan humano para garantizar la transmisión de un hecho social: ¿Cómo se escribe la historia? De entrada, a partir de ciertas imágenes, que nos enfrentan a la destrucción y al desastre. Vemos el Palacio de la Moneda convertido en un fantasma y se nos habla de destrucción sin arrojarnos odio. Estamos frente a un lamento, eso que nos indica cuál es la ruta por la que camina la tristeza. Hemos visto documentales y hemos leído libros, hemos seguido el rastro de las fotografías y hemos charlado con mucha gente. Pero ¿cómo se organiza toda esta información y cómo debemos valorar las voces? Y, sin embargo, no dejamos de tener testimonios haciendo remolinos dentro de nuestra cabeza. Y junto a esos testimonios, están las buenas ideas, como la que nos dictaba que se abrirán las grandes alamedas. En buena medida, este ¿Cómo recordar la sed? participa del espíritu de la canción protesta, como un heredero tranquilo y orgulloso, hasta el punto de cuestionarse si la historia no tiene también silencios y qué significan éstos.
El 11 de septiembre de 1973 supuso un antes y un después que afecta a un territorio más extenso que el propio Chile, pero aquí no se trata de hacer un análisis geopolítico, de volver a denunciar a los Chicago Boys o de hablar de desaparecidos y asesinados. ¿Quién nos da la llave de la historia? A la hora de la verdad, nuestra historia es como nuestra memoria, es breve y no tiene fin, por mucho que aparente tener un inicio. Por todos lados se esparcen trozos de escombros, como los del Palacio de la Moneda que van apareciendo aquí y allá a lo largo de este texto. Por otra parte, está la voluntad y está el deseo, que intervienen en la interpretación de la historia, esa que comienza por la construcción de un relato. De ahí el fortísimo respeto que Nona Fernández quiere transmitir siendo delicada en sus explicaciones y contundente en sus dudas, con las que inicia cada uno de los cortos capítulos en que divide el libro: «¿Dónde se ubica lo que no pasó?», llega a cuestionarse. «¿Cómo podemos narrar la historia sin que se nos venga encima?», se pregunta, antes de reflexionar acerca de la constitución que sigue dirigiendo la vida de los chilenos, marcando la sensibilidad o el punto de vista, según sus palabras.
Apenas conocemos fracciones de algunos sucesos, y a pesar de ello creemos ser conscientes de conocer, de saber historia o la historia que nos afecta. Por eso es tan importante orientarse a través de las preguntas y concluir, sin que la conclusión sea definitiva, que «No recordamos, escribimos la memoria como se escribe la historia».
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Autora: Nona Fernández. Título: ¿Cómo recordar la sed? Editorial: Minúscula. Venta: Todos tus libros.
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