Inicio > Blogs > Ruritania > Versos para la vida

Versos para la vida

Versos para la vida

Imagen de portada: Fragmento de ‘The Parca Lachesis’, de Pietro Bellotti.

En ciertas ocasiones pienso en uno de los diálogos entre Jesús Quintero y Antonio Gala para el programa Trece noches de Canal Sur. Sobre todo uno acerca del silencio y la palabra, elementos que, de por sí, constituyen una sinfonía. Un concierto enriquecedor tanto para el emisor como para los receptores. Y si esas palabras se aglutinan bajo la retórica, la balada está más que servida. Ese magnético poder, el de las palabras, lo he apreciado en momentos propios y ajenos, cómo el garabatear las palabras insufla esperanza, fortaleza y armonía al susodicho.

En algunos de mis turnos de noche, en los cuales tenía que atender y cuidar a determinadas personas, presencié uno de los instantes que mencioné unas frases más arriba. Ahí estaba una mujer de edad avanzada, con su lámpara de mesa encendida y su ventana abierta para ver bien a la presumida luna y a sus vasallas, las estrellas. Eran frecuentes las noches en las que hacía sonar el timbre de su habitación, a lo que yo me acercaba a preguntar qué problema tenía. “Me muero”. Esa era su contundente respuesta. Una alarma comenzaba a atronar en mi mente, e inmediatamente la empezaba a valorar, a analizar cada uno de sus aspectos clave: consciencia, reactividad, respiración, dolor, constantes vitales, etc. Una vez dictaminada su estabilidad hemodinámica, llegaba el momento de hablar con ella y de reflexionar sobre su certeza. A lo que ella respondía: “Sé que me muero”. Esas cuatro palabras cobijaban un poder de gran envergadura, de verdad plena para cualquier ser humano.

"Finalmente, me informó de que esos poemas eran suyos, que los escribió cuando le venía la inspiración y que tenían un gran valor para ella porque le daban sentido a su ser"

Pasaron las horas, transcurrieron los días y retornaban las noches. Esas que envuelven con su manto aterciopelado las viviendas, los vehículos y a cualquier alma que habite este mundo. Las estrellas titilaban mientras la Luna mostraba su cornamenta. Recorriendo los pasillos, atendiendo a personas (marqueses de recuerdos, pudientes en problemas), volvió a sonar el timbre de la habitación señalada. Aquella mujer, con su lámpara de luz cálida y su cabecero elevado, volvió a requerir de mi atención. “Me muero, alhaja”, fue su respuesta. Tras valorar nuevamente sus aspectos cruciales, le insté a que me expusiera el porqué de esa sentencia. “No valgo nada, no importo nada”. Como si un pequeño resorte hubiese salido disparado en ese preciso momento, un destello emanó de sus ojos incitándome a abrir el cajón de la mesa de su escritorio situado frente a la cama. Hice lo que me dijo y me encontré un par de folios. En ellos había unas estrofas, unos versos, unas palabras…

Me quedé intrigado por el hallazgo. Se los acerqué y pude apreciar cómo el destello de sus ojos se intensificaba. Finalmente, me informó de que esos poemas eran suyos, que los escribió cuando le venía la inspiración y que tenían un gran valor para ella porque le daban sentido a su ser.

“He conseguido que mi nieto me los pase a ordenador, para que los pueda leer y conservar mejor”, me comentó. “Lee, por favor, uno de ellos”.

"He visto a pacientes de Alzheimer recordar gustosamente poemas de Cortázar, pese a no saber qué hacían allí ni quiénes éramos nosotros, los enfermeros"

Asentí con la cabeza, me aproximé un poco a la lámpara de la mesita y me puse a declamar los versos allí presentes. Hablaban de la belleza de la naturaleza, del poder del viento y la riqueza del mar. Del calor cándido del amor, del valor de los años pasados. Fue un breve tiempo de recitado, pero fue suficiente para ver que había causado un cierto impacto en la otra persona. Vi una fuerza intensa en esos ojos que me miraban envueltos en un halo grisáceo, encorsetados en unos párpados arrugados. No estábamos recitando a Eliot, Dickinson o Kipling. No, eran suyos, enteramente suyos. Una propiedad que nadie le podía arrebatar. Las rimas creadas sobre las páginas eran de aquella vetusta mujer, y habían sido entonadas en una noche de bruma. Qué fácil y sencillo era hacer feliz a las personas porque, créanme, esa noche aquella señora fue feliz. Y yo también. He visto a lo largo del tiempo ese mismo efecto. En sesiones de hemodiálisis hallé a una anciana latinoamericana que rondaba casi los noventa años. Sufría bastante, especialmente por recurrentes episodios de hipotensión durante las sesiones. Durante una de ellas, me comentó que era poeta y que escribía de manera recurrente. Otro día me trajo uno de sus poemarios para que yo lo leyese y le diese mi opinión. En la sesión en la que le devolví su obra, pese a que ya sabía que lo iba a pasar mal por la tensión, vi arder sus ojos, un ardor demandando por poder hablar de la sublimación de la palabra. He visto a pacientes de Alzheimer recordar gustosamente poemas de Cortázar, pese a no saber qué hacían allí ni quiénes éramos nosotros, los enfermeros; de hecho, creían que éramos los encargados de un hotel en que un día se alojaron.

Qué gran saber albergan esos versos, qué gran poder custodia la letra escrita. Como manifestó Bukowski: “Un escritor solo es escritor si puede escribir ahora, esta noche, en este minuto”.

"Allí estaba el nieto que se había encargado de pasar a ordenador los versos de la mujer, y ahora estaba abriendo los cajones para guardar los objetos de su abuela"

Esta crónica aún sigue, y su final no es el más alentador, pese a ser el eterno curso de los hechos. En otra noche, cuando la luna se ocultaba de forma vil y diablesca y las estrellas no conocían el despunte del destino, la vetusta mujer que me conmovió con sus versos se hallaba en un habitáculo de hospital. Como si los hados hilvanasen, de forma inesperada, los sucesos aquí descritos, recibí una llamada del exterior en el mismo pasillo en donde residía normalmente la mujer protagonista de esta historia. Era su hija, que me telefoneaba para decirme que su madre acababa de fallecer. Fueron nada más que palabras, pero palabras con gran significado. Uno profundo, contundente. De pie, de noche, en ese pasillo, mientras realizaba mi jornada cotidiana, sentí un pesar profundo. No sabía exactamente qué decir, qué responder, cuál era la mejor forma de responder a un mensaje semejante. Solo pude actuar como un profesional: mostrando mi pesar y mis condolencias, exponiendo que ahí estábamos para lo que necesitase la familia. Oí un tenue llanto al otro lado de la línea telefónica. Me informó de que su hermano y su hijo pasarían más tarde a recoger algunas pertenencias de su madre de cara a los preparativos del funeral.

A lo largo de la noche, se presentaron. Se les acompañó con aprecio, respeto y cariño. Allí estaba el nieto que se había encargado de pasar a ordenador los versos de la mujer, y ahora estaba abriendo los cajones para guardar los objetos de su abuela. Y vi cómo se le llenaban de lágrimas los ojos al ver aquellas páginas, aquellas estrofas, aquellos versos. Fue un acto silencioso, una sinfonía de pesar. No hubo palabras.

Que sirva este escrito como un homenaje a todos aquellos paladines que esgrimen las palabras como un acto de expresión de su ser, ya sean marginados, ilustrados o tozudos, jóvenes o ancianos, locos o cuerdos. Una forma de vivir y expresar la vida, la de cada uno: la tuya, la mía y la nuestra.

4.6/5 (105 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

2 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Tatiana
Tatiana
5 meses hace

Excelente texto! Escrito con el corazón!

Misael Ramón Agüero Contreras
Misael Ramón Agüero Contreras
5 meses hace
Responder a  Tatiana

Pienso lo mismo

reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Una historia de Europa (CIII)

    /
    abril 10, 2025
    /

    A todo esto, ahora que caigo, he olvidado contar cómo iban las cosas en España. Y eso es casi un símbolo de lo que había; o más bien de lo que ya no había, porque lo cierto es que la primera nación en formarse como tal en Europa, la que tuvo al mundo agarrado por las pelotas un par de siglos atrás, en ese final de centuria y comienzo de la siguiente era ya de una patética irrelevancia internacional.

  • La Edimburgo de Muriel Spark y la señorita Brodie

    /
    abril 10, 2025
    /

    Me ha encantado pasear por Edimburgo junto a Muriel Spark y su novela cumbre: La plenitud de la señorita Brodie. Sin embargo, lo que ha sido aún mejor, aunque me cueste admitirlo, es la forma en la que he caído en la gran trampa de la autora sin apenas darme cuenta. Es cierto que empecé a sospechar que algo no iba bien durante las últimas páginas, pero cuando ya era tarde; cuando la mano que se disponía a darme el merecido tortazo estaba ya alzada, a punto de sacudirme la cara. Tortazo que picó bastante. Llevo mucho tiempo convencido de…

    Leer más

  • Ve y dilo en la montaña, de James Baldwin

    /
    abril 10, 2025
    /

    Sexto Piso continúa rescatando la obra del que, según Norman Mailer, fue “uno de los grandes escritores de nuestro tiempo”. En esta ocasión, la novela esconde una honda reflexión sobre el racismo y el papel de doble filo de la religión. En Zenda ofrecemos las primeras páginas de Ve y dilo en la montaña (Sexto Piso), de James Baldwin. *** CONTEMPLÉ EL FUTURO, Y REFLEXIONÉ Sus primeros recuerdos –que en cierto sentido eran sus únicos recuerdos– eran los de la premura y la luminosidad de las mañanas de domingo. Todos se levantaban a la vez ese día; su padre, que…

    Leer más

  • Érase una vez…

    /
    abril 10, 2025
    /

    En este primer volumen, titulado La ciudad de fuego, la historia comienza en el Languedoc-Rosellón, donde se establece la relación entre los protagonistas y fundadores de la saga familiar, a la que la autora quiere convertir en el eje de sus crónicas. Piet y Minou, como se llaman los protagonistas, tienen una vida complicada, ya que la acción transcurre en medio de las Guerras de Religión, que en el siglo XVI enfrentaron a los católicos, decididos a exterminar a los herejes hugonotes, partidarios de las reformas protestantes dentro de la Iglesia Católica. En este libro empiezan a mostrarse las características…

    Leer más