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Nueve variaciones sobre la ejemplaridad

Nueve variaciones sobre la ejemplaridad

Universal concreto (Taurus, 2023) es el último libro de Javier Gomá dedicado a la ejemplaridad, concepto a cuyo desarrollo este autor ha ido construyendo casi toda su obra. Su trabajo más importante en este sentido ha sido la llamada “Tetralogía de la ejemplaridad”, cuyos cuatro libros son Imitación y experiencia —Taurus, 2014—, Aquiles en el gineceo —Taurus, 2014—, Ejemplaridad pública —DeBolsillo, 2019— y Necesario pero imposible —DeBolsillo, 2019—, que se completa con una trilogía teatral, Un hombre de cincuenta años (Galaxia Gutenberg, 2021), construida con historias y personajes que encarnaban varias de las ideas desarrolladas en la tetralogía), sus libros Dignidad (Galaxia Gutenberg, 2019), La imagen de tu vida (Galaxia Gutenberg, 2019), e Ingenuidad aprendida (Galaxia Gutenberg, 2011), la infinidad de artículos que ha publicado, y los muchos vídeos de su canal de YouTube, nada desdeñables considerando el gusto de Gomá por la transmisión y la creación de conocimiento por métodos orales. Universal concreto es un compendio de su pensamiento, y nada hacía sospechar en escritos o intervenciones recientes del autor que fuera a contradecir su filosofía anterior, como a veces han hecho autores que reniegan de sus propias teorías juveniles.

Universal concreto tiene un subtítulo de relevancia: “Método, ontología, pragmática y poética de la ejemplaridad”. Aun tratándose de 250 páginas en vez de las 1.500 de la tetralogía, es clara la ambición del autor, usando un cuarteto de términos que en su lista recuerdan a autores clásicos que también describieron el mundo de acuerdo a su pensamiento. Esta es probablemente la diferencia más significativa en comparación con la tetralogía: la estructura literaria. Mientras ésta es un relato de inspiración narrativa que hace uso de la historia del pensamiento occidental para, aplicándolo a la imitación, acabar desarrollando, con un cierto clímax, la teoría de la ejemplaridad de los prototipos personales (concretos) de validez general (universales), esta historia es sustituida en Universal concreto por una descripción analítica: las conclusiones de la tetralogía son aquí la hipótesis de partida, y el libro estudia minuciosamente todos los elementos que la componen (esa anunciada descripción del mundo), armonizando en ese trabajo todo el pensamiento anterior expresado en libros, artículos y conferencias, reduciendo sus páginas a una esencialidad radical e incluyendo equilibradamente lo que parecían elementos colaterales o incluso sueltos —o, al menos, no incluidos con decisión en la tetralogía— de su pensamiento en el libro.

"En la réplica que constituye la obra de Gomá a este hecho se reivindica viajar de lo abstracto a lo concreto con una filosofía mundana"

El resumen breve del edificio filosófico de la ejemplaridad es el siguiente: (1) el ser es «ejemplo», y lo que debe hacer el ser en el mundo es ser ejemplar, o, más precisamente, buscar la ejemplaridad; (2) existe, además, todo un mundo estético donde exponer y extraer representaciones del «ejemplo», y, por añadidura, afrontar las dificultades de la vida con un entretenimiento necesario. Gomá postula que históricamente la filosofía como disciplina impidió que la ejemplaridad desarrollara su potencial debido a la capacidad de abstracción del lenguaje, para el que lo «concreto» (que es esencial en la ejemplaridad) no revestía importancia. Este criterio se impuso durante dos milenios. En la réplica que constituye la obra de Gomá a este hecho se reivindica viajar de lo abstracto a lo concreto con una filosofía mundana (se escribe desde el mundo, sobre el mundo y para el mundo) y sistemática; de ahí que deriven de ella una Ontología, una Pragmática y una Poética, que desarrollan cada una de las partes de la filosofía de la ejemplaridad. En estas tres disciplinas se proponen la existencia de variaciones en general sutiles, pero en esencia decisivas en la ejemplaridad en la obra de Gomá. Veamos.

TODO INDIVIDUO ES FILÓSOFO

Que el ser sea ejemplo (o no sea) es la idea central de la Ontología de Universal concreto. Es de hecho el «universal concreto del ejemplo», por precisar. Figuraba como conclusión en la tetralogía, denominando prototipo al ejemplo, pero aquí adquiere prevalencia de partida. Para Gomá, la imitación de un ideal de ejemplaridad (en el fondo una ética práctica sobre cómo comportarse) es la «única puerta de acceso a la verdad», y la verdad es aquello que busca la ontología como disciplina: acceder al conocimiento del ser. Ontología y Pragmática son, pues, inseparables: «El actuar moral se hace con vistas a un ser, y el ser señala un hacer, en el cual haya un cumplimiento». Este «del logos al ethos», este «somos lo que hacemos», avanza la imperativa última frase del libro, y tiene el sorprendente aliento de lo performativo, aunque no se refiere a un carácter de lo personal (concreto) en cuanto identitario, el que estudia la última teoría de género, sino a uno ontológico previo.

Para Gomá, la Historia de la Filosofía demuestra por qué hasta ahora no ha sido posible esta propuesta del ser como ejemplo. Distingue un momento «universal abstracto» (del lenguaje —desde que la filosofía comienza a escribirse, y el texto se impone al discurso como forma en que se materializa el pensamiento—) y un momento «universal concreto» (del ejemplo) en el devenir del pensamiento occidental, con los giros subjetivo del yo y lingüístico de la cultura de los siglos XVIII y XX como factores explicativos del cambio de la visión del universo desde un Cosmos ideal de origen helénico a la subjetividad romántica y finalmente el yo individual diverso. El reconocimiento explícito de esta diferenciación en la posmodernidad está más marcado que en la tetralogía: Gomá lo atribuye a la implosión que ha supuesto en el individuo el reconocimiento del lenguaje natural como herramienta propia de empoderamiento. Un poder que algunos autores consideran de capacidad revolucionaria y primer paso de la transformación performativa (un caso obvio y reciente es Paul B. Preciado en Dysphoria mundi —Anagrama, 2022—). Si el lenguaje natural se deshace del concepto abstracto, su práctica por parte del individuo concreto fundamenta que cada persona sea ejemplo, practique la Pragmática incluso sin buscarlo. Convierte a cada individuo por tanto en filósofo.

EL ESTADIO ESTÉTICO PERMITE «QUERERLO TODO»

En Aquiles en el gineceo Gomá utiliza los dos primeros estadios del camino vital de Kierkegaard para hacer recorrer el tiempo de la vida al ser, esto es: el estadio estético (adolescente, artístico, de ideales inquebrantables), y el estadio ético (maduro, con responsabilidades cotidianas al llevar adelante una casa y un oficio, un periodo larguísimo y lleno de negatividades). En la tetralogía el abandono del estadio estético era en la práctica una necesidad (Aquiles abandonaba el gineceo y asumía sus obligaciones en Troya) para poder buscar el ideal de ejemplaridad, de modo similar al que cualquier individuo abandona su adolescencia y busca oficio y familia. La penetración del estado estético de la vida en el ético, que Gomá detectaba en la postmodernidad, se reflejaba casi como un mal de los tiempos.

"En Universal concreto hay una conclusión más gozosa: la admisión diáfana y sin reproche de lo estético como parte de lo concreto"

Probablemente estas ideas implicaban demasiada resignación, y en Universal concreto hay una conclusión más gozosa: la admisión diáfana y sin reproche de lo estético como parte de lo «concreto», como unas brasas remanentes que hacen que el individuo «siga queriéndolo todo a su manera», a pesar de habitar y cumplir con las obligaciones del estadio ético. La conciliación de ambos momentos en el conjunto de la experiencia de la vida hacia el individuo experimentado, le somete a tensión creadora entre el «universal» ético y el «concreto» estético. Permite, por ejemplo, que las musas arrebaten al escritor, y que éste cumpla con su oficio. Es un postulado más ajustado a la realidad de la vida diversa (liberada, se diría en lenguaje natural actual), y, además, desactiva una crítica potencial al hecho de que Gomá obvie en su metodología los matices problemáticos de Aquiles como ejemplo vital en su dimensión completa.

LA DIGNIDAD ES LA BASE DE LA ESPERANZA

Los estadios son el mecanismo por el que Gomá ha «movido» en el tiempo de la vida a su «ejemplo», el ser personal. Pero en la experiencia humana el tiempo es finito, y esta finitud, ante la que Gomá se rebelaba en Necesario pero imposible, y que siempre vio como injusta, da lugar a la idea de «esperanza», de «ser» después del ente, de transferir a un objeto exterior no corrompible su esencia y así combatir el despojo del cadáver que espera a cada ser. Desde el punto de vista del método científico no hay parte menos apuntalada de la tetralogía, si bien también resulta la más vívida. Universal concreto añade más argumentación y construcción, incluyendo aquí más resumidamente las ideas de Necesario pero imposible, y añadiendo las de ensayos como La imagen de tu vida y Dignidad, además del monólogo “Inconsolable” (de la trilogía teatral). Todo ello subraya la importancia del capítulo para el autor.

Así, la acientífica mortalidad prorrogada, protagonista casi única de la esperanza en Necesario pero imposible, que se basaba además en los indicios del «superejemplo» Jesús de Nazaret, se acompaña esta vez del concepto de «dignidad» como paradigma de vida del ser moderno frente a una felicidad inasumible a causa de su efímera duración, agravada por la ausencia de Cosmos y de Dios, abocado el ser a un único destino indigno y corruptor como la muerte, sin más salida. Pero, la dignidad ayuda al ser que muere a apuntalar la imagen de una vida completa, aspirando a convertir la muerte del ser en algo completamente injusto. Es decir, la dignidad apuntala la esperanza, y le da carácter de universalidad, que el autor recoge, pues existe dignidad (e imagen ejemplar de la vida propia) incluso entre quienes afrontan la vida sin recursos, son débiles, están desamparados, o son personas dependientes que anticipan prematuramente los estragos de la muerte. Mientras, entre los argumentos en favor de la mortalidad prorrogada, Gomá subraya que el individualismo de la segunda modernidad sustenta conceptualmente la idea de esperanza. Sigue sin haber, y se asume con cierta ingenuidad, «prueba», pero si, por un lado, no estamos en literatura científica demostrable, y si, por otro, la secularización individualista implica por deducción ontológica la esperanza individual, el postulado desde la filosofía resulta explicado y cerrado.

LA EJEMPLARIDAD PERFECTA DE PROBLEMAS

Para adentrarse en la segunda parte fundamental de casi toda filosofía, ¿qué hay que hacer?, Gomá propone que esto sea «buscar la ejemplaridad», e imitarla. La ejemplaridad es un ideal, personal y relativo, encarnado en una persona (el ejemplo, el antiguo prototipo de la tetralogía) que personifica la excelencia de su tiempo, y que causa en el imitador la necesidad/apetito/calor de imitarlo de manera completa, en un viaje necesariamente imperfecto que traduce lo ideal a la realidad. No todo ejemplo es universalizable, pero sí que todo ejemplo es ejemplo para alguien, ya que cada acción del ejemplo es una invitación a ser imitado, y encierra en sí un inicio de costumbre: el ejemplo, al repetirse, se generaliza. Para Gomá, moralmente, no existe la vida privada (sí legalmente, como es lógico).

"En realidad, nadie puede encarnar una ejemplaridad tan perfecta que se convirtiera en ideal"

En la Pragmática de Universal concreto, el libro apelado de la tetralogía es fundamentalmente Ejemplaridad pública. El mal ejemplo, su posibilidad, y la conflictividad de la ejemplaridad (que se refiere a que un buen ejemplo pueda traducirse en una actitud que el potencial imitador vea rechazable, o que incluso actúe contra él) se integran mejor en el discurso, y para ello parte de una de sus obras teatrales, El peligro de las buenas compañías, donde Gomá representaba un ejemplo tan inalcanzable que causaba una reacción contraria en el protagonista, y donde llegó con el teatro a una materialización de este concepto ahora desarrollado como tal.

En realidad, nadie puede encarnar una ejemplaridad tan perfecta que se convirtiera en ideal. La tesis es que el acercamiento del ejemplo al ideal universal produce un derroche de valores que abruma la condición más mundana de quien observa a dicho ejemplo. Es probable que este argumento surja de la observación empírica, más que de un desarrollo conceptual. Pero hay una inversión interesante: Gomá recuerda con frecuencia cómo era requerido por los medios de comunicación, tras la publicación de Ejemplaridad pública, cada vez que se denunciaba un caso de corrupción. Por poco estudiado que estuviese el caso, se requería con cierta inmediatez un posicionamiento público de una voz moral, entronizada en este caso por el éxito de un texto sobre la ejemplaridad. Ser convertido en ideal del ejemplo puede suponer cierta responsabilidad, si bien la respuesta solía ser que no había desarrollado la teoría de la ejemplaridad como método para regañar o reprochar a quien comete errores. O delitos, que tienen otro cauce.

SIN VULGARIDAD NO HAY MAYORÍA SELECTA

Procedente de Ejemplaridad pública es también el concepto de vulgaridad cultural. Consciente de la dificultad del término, y aceptando el reto de apuntalar la precisión del mismo, Gomá refuerza su argumentación más lejos que en la tetralogía: a la explicación de que la vulgaridad (definida como una espontaneidad no educada) es resultado de la consecución de la libertad y la igualdad, Gomá añade la dignidad como característica y renunciable y universal (pues no es una dignidad de aristócratas, sino de los débiles y hasta de los inmorales) de nuestro tiempo. Sostiene que el reconocimiento de esta dignidad de cada individuo es la base del equilibrio de la democracia liberal, ya que la voluntad mayoritaria no está legitimada a hacer algo que pueda atacar dicha dignidad (que, como principio mayoritario, permite la obediencia de las decisiones democráticas de una mayoría de «dignidades», mientras que como principio contramayoritario se rebela contra los abusos de la mayoría, de producirse). Sin embargo, a esta fortaleza en lo político, Gomá postula que en lo privado/cultural, la vulgaridad no ha pasado de una fase romántica puramente subjetiva, iniciada en la primera modernidad, estirada posteriormente por las vanguardias —que Gomá entiende que fueron necesarias en su tiempo frente al elitismo cultural tradicional— y que tras la contracultura de la segunda mitad del siglo XX se ha desbordado hasta ser el paradigma cultural dominante. Lo siguiente es pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad mediante la imitación del ejemplo/prototipo, (1) definiendo las respuestas a la vulgaridad —reaccionar queriendo volver al elitismo anterior, resignarse al considerar la vulgaridad el precio a pagar por el estado de libertad e igualdad, o abrazarla con el fin de reformarla— y (2) ofreciendo experiencias comunes que ofrezcan a todas las «dignidades» individuales la posibilidad de identificación ante el ejemplo: «el universal vivir y envejecer» es la experiencia que todo humano comparte y reconoce.

"La vulgaridad es un tema medular en la filosofía de Gomá. Pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad se relaciona también con la creación"

Sin duda hay cierta ingenuidad en la propuesta, especialmente porque la vulgaridad es fácilmente asociable al estado estético de la vida, sin duda más común en adolescencia y primera juventud, allí donde envejecer es una visión aún lejana e incomprendida. Tal vez por eso, del mismo modo que el estadio estético se imbrica con el ético en la construcción del ejemplo, parece posible postular que vulgaridad y ejemplaridad requieren cierta convivencia incluso fructífera. Primero porque es realista: el ideal de ejemplaridad, como ideal que es, resulta inalcanzable para la plasmación física del mismo —e incluso un pestiño en la vida real como el propio Gomá indica en El peligro de las buenas compañías—. Y segundo porque cierta experiencia histórica de lo social y cultural también muestra que lo hoy reconocible como ejemplar fue para el gusto y las costumbres de su tiempo una vulgaridad. Un ejemplo de la modernidad romántica es la negativa recepción de las últimas obras de Beethoven, un tanto salidas de la norma. Otro de la posmodernidad es la liberación sexual de los setenta, que derivó en formas sociales ejemplares a pesar de la vulgaridad de la que fue acusada por el supuesto leal entender de su tiempo.

La vulgaridad es un tema medular en la filosofía de Gomá. Pasar de la vulgaridad a la ejemplaridad se relaciona también con la creación o adopción de costumbres adecuadas con las que construir estado y democracia, que necesitan de «buenas costumbres» en la sociedad para que las leyes (que deben respetar la dignidad de todos) puedan arraigar. Es labor de la ejemplaridad también el que se origine y asiente una «visión culta» propia de una «mayoría selecta» —oxímoron buscado— que sepa entender que las costumbres también varían, aunque sea lentamente y que el relativismo es una realidad necesaria, que además apuntala la democracia liberal. La combinación culta de lo privado (lleno de anhelos absolutos) y lo público (regido por la realidad del relativismo y la imperfección), así como comprender que la voluntad más que el entendimiento condiciona el mundo y las costumbres —y por tanto las leyes—, forman esta visión culta. No está mal considerando que se procede desde el desarrollo conceptual de un ideal.

EL ENFADO DE ESTOS BUENOS TIEMPOS

La Pragmática de Universal concreto termina con una visión de la historia que incluye elementos de matices novedosos en la obra previa. La sociedad democrática actual es razonada como la mejor de la historia; para muchos esto es una declaración también plena de ingenuidad (para la antropología social sería un juicio de etnocentrismo del que huir), pero ciertamente muchos magnates de hace cien años podrían envidiar modos de vida asentados entre la clase media hoy. Eso sería progreso material. Sin embargo, la mayor dignidad histórica de los colectivos más débiles como argumento refuerza que el progreso no es sólo técnico o material, sino moral. Así, el reconocimiento de derechos basados en la dignidad individual de los individuos más débiles, o sometidos a algún tipo de vigilancia o estructura de poder, indica que no hay mejor momento para vivir si eres preso, inmigrante, anciano, niño, homosexual, o mujer (o más de una categoría a la vez, lo que se llama interseccionalidad al estudiar discriminaciones).

Quedarse en eso sin analizar el sin embargo obvio descontento social sería precisamente pecar de un triunfalismo falsario. El análisis propone diferentes causas como (1) la condición moderna del yo subjetivo (que asiste a la decadencia de sus capacidades sin agarre alguno a explicaciones trascendentes); (2) la conciencia de la dignidad igualitaria (es decir, la sociedad es vigilante y denunciadora en las injusticias, y estas, en cierto modo, están cada vez más acorraladas, pero, a la vez, son más públicas aunque su grado sea menor); (3) el concepto moderno de cultura crítica (donde apela a los filósofos de la sospecha cuya influencia en la cultura actual es aún relevante: Marx —que negó el poder—, Nietzsche —que negó a Dios—, y Freud —que negó el yo—); y, (4) la caída del telón de acero como acontecimiento que eliminó al enemigo al que culpar de todos los males. Argumentar con un acontecimiento histórico reciente no es común en Gomá, si bien habla ahora de Historia y el libro necesita entrar en lo más contemporáneo.

"Un enfado es siempre algo perceptivo, procedente de un estado de ánimo, con componentes subjetivos"

Al hecho histórico en el punto (4) podría mejor sumarse las crisis económicas continuadas (por diversas razones) desde 2008, porque han retorcido principios de dignidad en las democracias liberales con más influencia en el conjunto histórico. No es que no pueda relacionarse: la caída del sistema comunista envalentona a un neoliberalismo que cree que la historia le ha dado la razón sin aceptar el peso del reformismo en la dicotomía entre capitalismo ultraliberal y socialismo real como sistemas económicos extremos. Ciertamente, no existe ya comunismo global al que culpar, ni otros enemigos exteriores a la democracia liberal de esa dimensión (el terrorismo internacional de raíz islamista, por ejemplo, tiene otros motivos). Pero es relevante que el descontento se origina en el sistema democrático liberal por haber oscilado en exceso hacia uno de sus extremos, y que antes de las crisis hubo veinticinco años en que el comunismo soviético desapareció del imaginario occidental. Años en que además la colaboración a escala planetaria se dio a una escala inédita, disparándose la progresión técnico-científica y el intercambio comercial.

Un enfado es siempre algo perceptivo, procedente de un estado de ánimo, con componentes subjetivos. No debe olvidarse aquí lo generacional: Gomá lo ha destacado alguna vez: una persona nacida en 1900 probablemente no tenga fácil razonar que el siglo que le tocó vivir sea el mejor de la humanidad (la réplica de Gomá a esto es que por comprensible que sea pensar así por parte de dicho individuo, en lo general la razón no le asiste). Pero, si hablamos del descontento de hoy, amplio por ejemplo entre los jóvenes, nos encontramos en una situación con alguna similitud, dado que un individuo nacido por ejemplo en 2000 ha vivido una cadena de crisis políticas, económicas e identitarias tal vez inevitables, pero no por ello fácilmente explicables sin el peso de la historia que otras generaciones acumulan.

Aunque Gomá cree que la historia de la humanidad es un viaje de progreso, no es determinista: con buen tino recuerda que «la Historia no está sujeta a legislación», pero que puede observarse una dirección, y esa dirección, en plazos medios o largos de manera casi asegurada, es el lugar donde puede desarrollarse el ideal de la ejemplaridad. Hay nuevos elementos introducidos respecto a Ejemplaridad pública en este punto. Por ejemplo, la mención al cambio de la visión de la victoria militar como fuente de legitimación política frente a los principios democrático y liberal. La introducción en este punto de la lucha contra la desigualdad como exigencia al Estado (lo cual lleva a la redistribución de la riqueza), o la profusión de estrategias de mediación en la vida social (conciliaciones, arbitrajes, etc) para sustituir a la jurisdicción en un plano concreto y no actuar en el abstracto de la ley en que trabajan los jueces. Que el relato virtuoso dominante haya dejado de ser el masculino/bélico es un triunfo, pues es un hecho que la literalidad de la Historia se ha escrito a golpe de conflictos y mucho menos a golpe de acuerdos, negociaciones, y tratos que evitaron confrontaciones, y que, por ello, se olvidaron con más facilidad.

SIN ENTRETENIMIENTO EL EJEMPLO NO SOBREVIVE

La Poética de Universal concreto responde también a la necesidad que siente el autor de apuntalar mejor la visión del arte que se reflejaba en la tetralogía, donde era un campo menor. Adquiriendo entidad propia, la Poética ahora tiene su propia historia —paralela con lógica a la de la cultura—, se explican sus funciones (como alivio de la negatividad de la vida adulta, como representación del «ejemplo»), se contemplan sus variaciones según el contexto: del (1) clasicismo que aúna inteligibilidad, ética y estética (para glosar el cosmos perfecto mediante imitación épica, lírica o trágica) en un formato de naturaleza oral —que supone responsabilidad directa del autor ante su audiencia, pero también necesidad de mundanidad para captar atención—, al (2) campo moderno de valores de la subjetividad (expresión del yo, uso de la franqueza y la sinceridad incluso hasta representar lo deforme y lo horrendo) que suponen la literaturalización de la cultura, que ha modificado la antigua oralidad pública y colectiva de la cultura pasando ésta a actos individuales como la escritura y la lectura, creando la novela moderna como forma suprema de una cultura ahora alfabetizada. Es, por cierto, muy interesante el breve análisis que Gomá dedica a la nueva oralidad, que él llama «segunda» oralidad, como forma cultural que retorna gracias a Internet y sus medios y posibilidades auditivas, si bien se escurren del análisis formas del siglo XX más relacionadas con lo colectivo, hasta el límite de haber ayudado a apuntalar naciones, como es el caso del cine.

"Gomá opina que el Yo absoluto de la subjetividad aún permea el arte actual"

Relacionado de nuevo con la vulgaridad, Gomá opina que el Yo absoluto de la subjetividad aún permea el arte actual, incapaz de asumir en gran parte la «normalidad» ejemplarizante del «vivir y envejecer» universales (Iris Murdoch expresa esta idea de manera muy sugerente en La soberanía del bien: la razón «obliga» a mirar al yo, y este es un elemento muy poderoso y cegador que impide que el buen arte practique la necesaria atención al exterior que le define; pero también podemos escoger el laconismo de Fernando Pessoa en el Libro del desasosiego: «la ruina de los ideales clásicos hizo de todos artistas en potencia, y por lo tanto malos artistas»). La convicción de Gomá en este punto es alta, pero, inserto como está en el edificio general de su filosofía, no hay escapatoria a aplicar en esta dicotomía la continuidad de las inserciones de lo estético en lo ético y lo vulgar en lo ejemplar. El buen arte al que apela Gomá, aquel que consigue emocionar en la cotidianidad concreta universal, tal vez no pueda componerse sin que la creatividad atrevida, desatada, a veces solo pretendidamente rupturista, y a buen seguro que dionisíaca, exista y se desarrolle desde una potencial vulgaridad. Una conclusión de esto es que la ejemplaridad, el estado ético, el buen arte, y la democracia liberal, sólo son posibles como resultado, siempre necesariamente imperfecto, de haber transitado desde lo que anteriormente fueron sus némesis, de haberlas reformado adquirida la experiencia y obtenido el conocimiento de las negatividades.

NO EXISTE EJEMPLARIDAD SIN INGENUIDAD

Gomá, por sistema, es un pensador positivo, constructivo, un optimista para los tiempos actuales. Para todo eso, y abrumado como todos ante una realidad convulsa cuya concreción en nuestro tiempo histórico amenaza con infinitos ahogos, atreverse a pensar en positivo es imposible sin apoyarse en una ingenuidad a prueba de todo tipo de corrupciones. Lógicamente, no se trata de una ingenuidad procedente de la sencillez infantil, o de una actitud o situación de ignorancia, sino de una ingenuidad aprendida, o educada, que incluye una apuesta vital por una construcción en favor de las soluciones de avance. Es un atreverse no ya a pensar, sino a pensar en el límite de lo que el canon actual admite: no ser catastrofista, conspiranoico, determinista, y, tal vez, en una palabra: absoluto.

La ingenuidad está presente en el trabajo de Gomá desde el inicio de la tetralogía, donde, en la introducción de una de sus ediciones, hablaba de su obra como «una invitación a que, sin dejar de ser lúcidos, nos atrevamos a aspirar en todo a lo mejor». La lucidez en esta frase es una referencia poco velada a las filosofías de la sospecha, o al deconstructivismo. Es importante subrayar que no es una negación, que indica cierta aceptación de otros métodos para alcanzar al menos la lucidez. Pensar como ingenuo tiene el punto de ambición (aspirar a lo mejor) en su aparente humildad, por supuesto. En Universal concreto esta ingenuidad llega al detalle: se dispone de la ingenuidad para teorizar y pedir la esperanza, para reconocer el valor de la vulgaridad, para postular el progreso hacia una mayoría selecta, o para proponer que el reconocimiento del común vivir y envejecer dará lugar a un arte verdaderamente superior.

ATREVERSE A LA FILOSOFÍA

La tetralogía tenía construcción narrativa y un clímax (bien que filosófico) en cada libro. La ejemplaridad emergía como conclusión a modo de resolución final del conflicto de la narración en Imitación y experiencia, y la esperanza en Necesario pero imposible. Aquí el clímax no existe como tal; pero el libro termina con dos aforismos no casuales.

Gomá no aparenta ser sospechoso de comulgar con Ludwig Wittgenstein, pero termina su libro tal y como lo hace el Tractatus logico-philosophicus: con una especie de paradoja que, en términos absolutos, las 250 páginas anteriores niegan: que la filosofía es insuficiente. Que necesita de otras artes para hacer realidad y dar matiz cercano y ejemplarizante a los conceptos desarrollados. No es una intención de epatar, aunque al lector desprevenido se le escapa una interjección o al menos un levantamiento de ceja, que no debe indignar: la sentencia se apoya en la Poética recién desarrollada y en su propia trayectoria teatral como matizados ejemplos de que lo concreto —los personajes del teatro— materializa y hace cercano el ideal —el desarrollo filosófico— de lo universal. Cierto es que el Tractatus, leído sin corsés, encierra también un texto por momentos más poético y revelador que uno racional matemático. Creo que esto le pasa a Universal concreto, pero nadie puede negar el valor añadido de la ficción.

"La Teoría de la Ejemplaridad de Javier Gomá descrita en Universal concreto es un sistema filosófico coherente y cerrado"

No es el único final del libro de Gomá: su emotivo «acuérdate de ser» final, un imperativo de inspiración kantiana, es una declaración moral que alcanza toda su potencia con todo el libro recién en mente. Atreverse a ser es sin duda atreverse a ser ejemplo, ir más allá de la inevitabilidad de serlo, y debe entenderse que se debe buscar ser ejemplo positivo y hacer escandalosamente injusta la muerte propia, por errores necesarios que haya contenido la vida, y así conservar la esperanza de la posteridad.

La Teoría de la Ejemplaridad de Javier Gomá descrita en Universal concreto es un sistema filosófico coherente y cerrado. El libro no tiene bibliografía ni notas al pie, aunque contiene citas, que, en consonancia con la idea de Gomá de no hacer filosofía de lectura de libros y exposición de pensamiento de otros, no son excesivas. Es inevitable la tentación fácil de darle un carácter más estético/vulgar a una narración que a una descripción. Pero esta descripción contiene aproximaciones históricas, definiciones de época (primer y segundo clasicismo, primera y segunda modernidad) y evoluciones en cada caso de la concepción del universal o del yo, o de la organización política, o de la cultura y el arte, que en sí apelan al lector «genéticamente» preparado para el progreso de un relato.

Pero, sinceramente: da igual, lo principal es la comprensión del mundo y de la vida tras un tratado bello, pedagógico e iluminador. Cabe, eso sí, preguntarse hasta qué punto Universal concreto es más disfrutable por quien ha leído sobre todo la tetralogía. Y una pregunta aún mayor que sólo el autor puede responder: ¿Universal concreto habría existido sin el proceso de creación, publicación, exposición, discusión y crecimiento que ha tenido la tetralogía? ¿Cuántos niveles de mejora tiene una idea hasta alcanzar el estatus de hacer escandalosamente injusto no estudiarla a fondo? ¿Cuándo parar?

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Jonathan Lucer
Jonathan Lucer
1 día hace

Gran análisis.