Los lectores en general y aquellos que, además, son analistas de la literatura, habrán podido acercarse a la poética primordial perceptible en los libros de María Ángeles Pérez López (Valladolid, (1967) atendiendo sobre todo a como se manifiesta textualmente en su praxis literaria, pues la autora solo de modo muy aislado nos había hecho partícipes de algunas de sus ideas acerca de la poesía y sobre la suya en particular. En contrapunto, en sus dos últimas entregas ocurre lo contrario, pues ahí se albergan y formulan poéticamente determinadas nociones que resultan muy valiosas para calibrar lo que pensaba sobre la poesía desde hace años y lo que sigue pensando hoy, y por más señas sobre la que ella escribe y ha reflejado en su obra Libro mediterráneo de los muertos, tan rebosante de metapoesía.
Y ahora cabe preguntarse a través de qué vía estratégica, aun no siendo la única, se puede textualizar en un libro de poesía lo que hemos leído en esas citaciones, y una posible respuesta se nos expone más adelante en La belleza de la materia. A vueltas de un poema del escritor francés Francis Ponge, María Ángeles Pérez López nos da a entender que su actitud poética más habitual ha consistido y sigue consistiendo en mirar las realidades “desde perfiles y ángulos inéditos” (94), lo que no ha dejado de advertirse en prácticamente toda su trayectoria creativa, y ella misma nos lo refrenda a posteriori.
Alertados con esas indicaciones puede uno aproximarse con cierta base a la lectura e interpretación del conjunto poético de 2023 Libro mediterráneo de los muertos. Lo ha publicado en Valencia Pre-Textos en coedición con otras tres instituciones, a saber: el Ayuntamiento de Getafe, la Comunidad de Madrid y la Fundación Centro de Poesía José Hierro, entidad esta última que otorgó en 2022 a la obra el VI Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro, justo un año después de que María Ángeles Pérez López recibiese el Premio Nacional de la Crítica por su conjunto Incendio mineral.
Hay todavía en Libro mediterráneo de los muertos, entre otras muchas, al menos un par de apreciaciones metapoéticas que revisten una explicitud más genérica y contundente que las antedichas sobre poesía y en concreto sobre la propia. En la taxativa noción que voy a copiar se inscribe uno de los rasgos más pertinentes en su poética: la osmosis entre escritura y corporalidad desde un dolorido sentir que es trasunto de un traumático y dolorosísimo escribir. Dice así: “Siempre se escribe desde el hematoma” (37). Añado que esa imbricación entre el cuerpo de la escritura y otros cuerpos de la realidad no se circunscribe a lo humano en Libro mediterráneo de los muertos, porque se explora también en el ámbito animal, ejemplificado con y hasta donde es posible analógicamente desde el perro en varios momentos, por ejemplo en “Como si esta página fuese la superficie aterida y blanquísima en la que tú también ladras tu dolor” (16), analogía que de algún modo se justifica en otro poema de la obra: “Yo también… colapso en lo animal que soy (no soy)” (38).
En Libro mediterráneo de los muertos me fijo aún en otras nociones de alcance teorético que resultan cruciales en esas páginas y que pueden guiarnos hacia su lectura tal vez más cabal. En una se cuestiona el lenguaje mismo, y no a tenor de la inveterada retórica de su insuficiencia, sino remarcando algo consabido: que el lenguaje no ayuda a conocer las realidades a las que apunta y designa, entre otras razones porque en nada se parece a ellas por su intrínseca arbitrariedad. Menos consabido resulta añadir que inclusive puede funcionar peor el lenguaje, porque en el supuesto de realidades aterradoras, y lo son tantas de las que se abordan en el libro de María Ángeles Pérez López, puede contribuir a blanquearlas como cooperador sine qua non. No extraña, pues, que en el último poema del libro, y en forma de estribillo repetido cuatro veces, se machaque y concluya, a propósito de los cientos y cientos de migrantes ahogados en el Mediterráneo, y tanto de veras como simbólicamente, que “La tumba no es el mar sino el lenguaje” (42 y 43).
Sobre el lenguaje se ironiza en una anotación como esta de connotaciones evangélicas: “Pescar hombres tampoco podía referirse a esto.”, o sea a tantos cadáveres de migrantes como a veces se recuperan de las profundidades mediterráneas. También se ironiza ante venerandas codificaciones, pero en algún caso agregando un falso etimologismo sardónico, como en “Mare no Nostrum. Mare no mater”, porque los ahogados no pudieron dejar de ahogarse con angustia entre las olas. Y tampoco carece de ironía esta otra anotación con implicaciones sexistas en la que se apunta que en el lenguaje se producen trampas discriminatorias con el género cuando “Dices saurio y sonríes. Pero decir lagarto abre una herida en tu boca porque buscas el femenino y, una vez más, tropiezas contra el muro.” (24)
“La tumba no es el mar sino el lenguaje”, copiábamos. O al menos el lenguaje común consuetudinario, el poético endulcorado por inercia literaria, el consagrado por la vitola de la tradición reverenciada de los eruditos y científicos, y no digamos el meramente noticioso de los medios de comunicación. Será por eso que María Ángeles Pérez López desmitifica en su Libro mediterráneo de los muertos los atributos asociados al mítico Mare Nostrum donde se ahogan tantos. Será también quizás por eso que el título del libro me haya traído a la memoria una titulación dada a los famosos textos funerarios egipcios conocidos modernamente como Libro de los muertos, donde se habla de cómo soñar en la inmortalidad. Justo al revés de lo que se poetiza en la obra de la escritora de Valladolid, pues en sus páginas se da por presupuesto que a lo que aspiraban las víctimas era a embarcarse tras el señuelo de un horizonte social que creyeron mejor a aquel del que partían, en ocasiones del que escapaban, ignorantes pero conscientes muchas veces de que podía acecharles una muerte tan horrible como probable y cercana.
En Libro mediterráneo de los muertos las víctimas cuyo olvido se denuncia no son únicamente las que perecen ahogadas en una clase de muerte que la poeta trata de recrear de manera estremecedora desde la textualización de diferentes partes corporales que explosionan, a veces columbradas desde ángulos nunca antes enfocados. Esas son, por supuesto, las que acaparan la obra. También se delatan otras clases de víctimas en distintas alusiones, aunque no tengan ese foco principal centrado en las que desaparecen y se borran en las profundidades marítimas.
En este libro, en efecto, se alude asimismo a las olvidadas víctimas de guerras, así como a tantas mujeres victimizadas a la fuerza por serlo, asunto ya abordado anteriormente por la autora, y que en estas páginas son recordadas huyendo “de Burundi, el Congo, Herzegovina, Bosnia, mientras lloran semen salvaje sobre ti” (14). Con nombres y apellidos son recordadas, en cambio, unas cuantas mujeres que fueron víctimas de feminicidio en la mexicana Ciudad Juárez. Al adentrado dolor ante tales muertes se añade la referencia de pasada a las que los hombres ocasionan a otros animales, y de modo bien explícito a las que estos se prodigan inexorablemente en distintos ecosistemas, así al referirse a la “Gracilidad estricta del guepardo que muerde con amor a las gacelas. A las crías de otros animales” (36).
Libro mediterráneo de los muertos comprende ocho poemas que incluyen cada uno anotaciones paródicamente numeradas que algunas veces semejan micropoemas aforísticos, mientras en otras se interpela a distintos autores con propósitos diversos. Tanto en las composiciones propiamente dichas como en esos simulacros de notas se plasman opciones inusitadas de praxis lírica que acaso pudieran sintetizarse en la taxativa afirmación de la nota segunda del poema tercero: “Cuando ladro no temo al alfabeto” (19), donde alfabeto pudiera ser metonimia del lenguaje poético más bendecido. De ahí que asistamos en la obra a experimentos alternativos tales como, por ejemplo, la difuminación de líneas situadas como oleaje en simbolismo de las gentes borradas por el mar, o se practique un tildismo antinormativo que tendría su razón expresiva de ser, porque fónicamente simbolizaría la inconmensurable magnitud del silencio de los ahogados, como en “la lárga lósa que siléncia el agua” (45). Y acabo. El mensaje transmitido en este Libro mediterráneo de los muertos se capta de manera diáfana cuando uno lee que “En la desolación extrema, solo será transparente la muchacha que abraza al migrante. Ambos transparentes en lo atroz, lo tumefacto, el alfabeto infame de lo real.” (39)
—————————————
Autor: María Ángeles Pérez López. Título: Libro mediterráneo de los muertos. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: