El documentalista Poldo Pomés ha vuelto a coger la cámara para, en esta ocasión, seguir al que sin duda es el arquitecto vivo más importante de España, además de uno de los más significativos a nivel mundial: Rafael Moneo. El resultado es un repaso a sus obras más emblemáticas, aderezado con anécdotas y revelaciones proporcionadas tanto por el arquitecto como por sus colaboradores y colegas.
En este making of Poldo Pomés explica los motivos que le llevaron a rodar Rafael Moneo revisita su obra.
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Estos últimos años he realizado diversos documentales de arquitectura y diseño. Me siento bien en este campo. Y junto a Xavier Mas de Xaxàs, amigo, periodista y guionista, nos planteamos el “reto” de hacer un documental del arquitecto vivo más importante de este país (y de los más importantes del mundo)
La intención era, como es nuestro estilo, hacer una película que fuera muy cercana, con un equipo técnico mínimo, para que el protagonista estuviera más cómodo y natural. Llevo una cámara que parece una réflex de fotos y para el sonido le puse a Rafael un micro de solapa (o corbata) conectado a una grabadora en su bolsillo. Eso permitió que pudiéramos entrar en todas la localizaciones sin pedir permiso y/o llevar una tarjeta de acreditación colgada del cuello cómo periodista o miembro del staff.
Eso permitió que Rafael explicara detalles inéditos de sus obras. Casi se olvida de que hay una cámara grabando…
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Durante la grabación del documental, que fue larga pero no seguida, pasaban muchas cosas. Cada vez que estaba en su “pequeño” estudio de El Viso, que fueron no menos de 10, Cristina, su asistente, le comunicaba sus deberes. Que si tenía que escribir un prólogo de un libro de un colega, hacer la visita de obra al hotel de Málaga o a la ampliación de Mérida, presentar el libro de otro colega, ir a su bodega La Mejorada en la provincia de Valladolid, recoger el premio XXX, comer con Fulanito, entrevista con tal, aparte de ir de mesa en mesa, de arquitecto en arquitecto revisando / corrigiendo los proyectos… Un no parar. Yo no sufría por él y su edad, sino que pensaba qué haría yo si me tocara todo esto. Tiene una energía y un físico impresionante. He estado en visitas de obra con él y ha subido, bajado y vuelto a subir seis plantas por las escaleras. No se va hasta que todo está revisado. Recuerdo que estuvo hablando con el constructor más de media hora de los detalles de los baños del anexo al museo de Mérida.
Me di cuenta de la envergadura del personaje. Imagino que si estuviera en un estudio, taller o nave de un arquitecto estrella con una plantilla de doscientas o más personas no me sorprendería tanto que la actividad del capo fuera tan intensa.
El estudio de Moneo, en el momento de más auge, mientras estaba con el proyecto del Kursaal, l’Auditori de Barcelona y otros a la vez, por ejemplo, no superó las 25 personas.
Cuando entras en su estudio hay un silencio, una paz maravillosa pero un poco angustiosa. Tiene algo de convento. Como estuve tantas veces y el equipo de Moneo me ayudó tanto con el proyecto, enseguida me sentí como en casa, cogí confianza y, aunque soy de origen catalán, hablaba muy alto. Sólo se me oía a mí en ese estudio silencioso. Ellos me miraban sonrientes, un poco alucinados de cómo osaba a levantar la voz, pero se petaban de risa. Parecía el bufón de la corte arquitectónica.
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Me alucina su curiosidad incesante, todo lo que mira, todo lo que admira. Le interesa todo.
Recuerdo dos cosas, aparentemente superficiales, que me impresionaron.
1. En ruta de Madrid a Mérida paramos, sobre las 11h, en un bar/restaurante de carretera, a desayunar. El local oscuro, grande, vacío, hay una barra enorme, las paredes llenas de fotos, a la izquierda del local una puerta con cartel de WC, a la derecha una puerta doble, cerrada, con un cartel que pone «comedor». Pedimos en la barra los cafés, bocadillos, Coca-Colas y aguas de turno. Mientras esperamos veo a Rafael mirando las fotos de las paredes, una a una. Llegan los bocatas y antes de dar el primer mordisco veo a Moneo abriendo las puertas del comedor cerrado. A primeras me cabrea. ¿Por qué coño quiere ver el comedor cerrado? Luego me cabrea más que tenga esa curiosidad por todo y yo no. Me cabreo conmigo. ¡Joder, debería haber mirado las fotos y lo que hay más allá!
2. Otra más breve, y yo más curtido, es cuando teníamos que coger el AVE a Murcia desde la estación de Chamartín. Yo no la conocía. Estaba en obras. Normal, como casi todas. Cuando nos dirigíamos a las vías pasamos por una especie de tótem cubierto de una tela muy fina. No era difícil adivinar que debía de ser un quiosco en remodelación. No le di importancia. No faltó un segundo de mirar a otro lado para descubrir a Rafael abriendo la tela del tótem para ver lo que había dentro. ¡Zasca! ¿Pero qué coño quiere ver ahí el Pritzker de Arquitectura? ¡Pues eso, la curiosidad sin limite!
Es muy positivo y educado. Pero te equivocas si crees que no es crítico. Te puede dar, de una manera muy fina, un sablazo. Después, o al día siguiente, lo analizas y es un sablazo sin finuras, te ha fulminado sin darte cuenta, y lo peor, o mejor, es que casi siempre tiene razón.
También me enteré que rechazó la invitación de ser miembro de la RAE por su agenda apretada.
Ahora que el documental se estrenó y ya acabó todo tengo un vacío inmenso. Echo de menos sus conversaciones, su curiosidad, el estudio/convento y su generosidad. Estoy dándole vueltas a ver si se podría hacer una serie. Con el material que tengo da para tres o cuatro temporadas.
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Autor: Poldo Pomés. Título: Rafael Moneo revisita su obra.
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