Es increíble hasta dónde llegan algunos políticos en su infinita soberbia. Mientras la comunidad internacional se ha solidarizado con España, y desde la ONU, la Unión Europea y gobiernos como el de Brasil, Guatemala e incluso Ucrania han enviado sendos mensajes de apoyo y condolencias al pueblo español por la tragedia valenciana, desde el Gobierno de México no se ha querido expresar de viva voz absolutamente nada ante la peor catástrofe moderna sufrida por el pueblo español y todo se ha dejado en manos de la Embajada de México en España, que emitió un escueto mensaje en la red social X en el que recomienda a los mexicanos residentes en Valencia «seguir las indicaciones de las autoridades locales ante las consecuencias de las inundaciones», recuerda que el consulado en Barcelona ha dado seguimiento puntual a todo lo referente a la situación, y termina con un escueto, breve, mínimo mensaje en el que simplemente menciona que «el Gobierno mexicano, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, se solidariza con la población afectada». Y ya está. Asunto zanjado. A otra cosa, mariposa. Después de esto nadie en las altas esferas de la política mexicana ha expresado una palabra sobre el tema, no hay un solo gesto y, sobre todo, no han querido transmitir abiertamente sus condolencias: ni el canciller Juan Ramón de la Fuente, ni la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez; pero sobre todo ni la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien podríamos llamar desde ahora La Tlatoani de Hierro por la frialdad que está demostrando ante el drama de un pueblo hermano, fingiendo total indiferencia. Claro, dirán por ahí, como los gachupines todavía no nos piden perdón por lo que hicieron los conquistadores hace medio milenio, pues se chingan y ahora nosotros miramos para otro lado ante el dolor de su gente, y punto en boca, chitón, aquí nadie expresa nada. No obstante, todo hay que decirlo, muchos, muchísimos mexicanos de a pie, ajenos o no al debate sobre perdones y conquistas, sí que han sentido dolor, pena, compasión por lo sufrido en los pueblos españoles. Y hablan, lamentan, se conmueven y escriben a sus amigos desde el otro lado del charco para interesarse, para preguntar qué tal, conscientes de que estas cosas están mucho más allá y muy por encima del politiqueo y sus lances diplomáticos, como parecen no querer entender en el equipo de la doctora Sheinbaum, a quien podríamos decirle eso de «lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc», o en este caso al revés: «lo Cuauhtémoc no quita lo Cortés». Qué lástima.
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