Organizado por Carabanchel Distrito Cultural y Ediciones Real Noir, la primera cita de Carabanchel Negro, tan ecléctica como suelen serlo estas convocatorias, programa varias mesas redondas, conferencias, proyecciones, talleres literarios, lecturas poéticas con micrófono abierto y demás actividades, que se celebrarán entre los próximos 11 y 17 de noviembre en diversos establecimientos de este entrañable barrio madrileño.
Gijón, Barcelona, Getafe… y así hasta nueve o diez localidades celebran anualmente el relato criminal en nuestro país. Es muy probable que ni el teatro tenga tanto predicamento en el calendario cultural español. Pero esta nueva propuesta también presenta sus singularidades, aquello que la diferencia del resto. Y no son solo esos recitales de poesía en los que puede intervenir cualquiera, “porque el género negro empieza en Poe y Poe era poeta”, señala Paco Gómez Escribano, comisario adjunto de esta muestra madrileña. Carlos Salem, reconocido autor del género y comisario de la cita, explica los propósitos de la propuesta:
“Siempre tuve la idea de hacer un festival de novela negra. Gómez Escribano y yo, que vamos a tantos, lo hablamos más de una vez. Pero nunca me hubiera lanzado si Luis Folgado, de Real Noir, mi editorial y una de las más interesadas en el género, no me dejase hacer lo que quiero en todo momento dentro de los parámetros económicos de la casa”. Contando entre las inquietudes de Real Noir dar a conocer las características del relato criminal en cada uno de los lugares donde se cultiva, empero la globalización, así como las visiones de estas ficciones más infrecuentes en el panorama español, resolvieron prestar especial atención a la novela negra madrileña, esa novela urbana de la que tanto se habló a finales de los años 80.
“Carabanchel Negro pretende difundir el carácter propio de la literatura de género que se hace en Madrid y participar de manera interactiva en la densa red de festivales de género negro que se han urdido en los últimos años en todo el territorio español”, continuó Salen el pasado jueves, durante la presentación del festival en La Sala Milagros.
Nacho Bonacho —responsable de Carabanchel Distrito Cultural—, Juan Luis Folgado —director de Real Noir— y Miguel Barrero, quien como actual director de la Semana Negra de Gijón —y además testigo de cómo empezó a gestarse la nueva propuesta madrileña en un encuentro extremeño de sus impulsores— fue el encargado de dar la bienvenida a Carabanchel Negro a la “densa red” de festivales ya existentes. Bonacho y Barrero, junto a José Naveiras, autor de Hijos del cementerio y del logo del festival, acompañaron a Salem y Gómez Escribano en la presentación.
Enmarcado dentro de ese resurgimiento cultural al que asiste Carabanchel, Bonacho sostiene que “aunque a decir de algunos políticos Carabanchel se está convirtiendo en el nuevo Soho, lo cierto es que la cultura aquí nos ha interesado desde siempre”. Y bien es cierto que, aunque de un tiempo a esta parte este popular rincón de Madrid está asistiendo a una transformación semejante a la vivida mediados los años 70, cuando el antiguo barrio de Maravillas —aludido por Rosa Chacel en el título de una de sus novelas— se convirtió en la Malasaña de nuestros días merced a la llegada masiva de freaks —hippies urbanos— que coparon la zona habida cuenta de lo baratos que eran los alquileres.
En Carabanchel ya no hay yonquis. Al menos, no en la misma medida que los había hace cuarenta años, con el ayuntamiento socialista, cuando Tierno Galván, para ganarse a la juventud, soltó aquel “Al loro, y el que no esté colocado que se coloque”. En Carabanchel ya no hay cárcel, el talego, el trullo de toda la vida cuya siniestra arquitectura recuerda un cintillo en el programa de este Carabanchel Negro. Carabanchel empieza a ser un cenáculo cultural de primerísimo orden. Hay que ir allí con todo el respeto que merece el barrio de Rosendo, como asegura que va Gómez Escribano, quien se cuadra —como es debido— cuando el metro pasa por La Elipa, el barrio de los Burning.
En efecto, el noir que inspira mi amada ciudad, de la que Carabanchel es uno de sus mayores orgullos, tiene y no tiene que ver con el del resto del mundo. Como el queridísimo Madrid, es a la vez universal y castizo. Sostienen los eruditos que la eclosión de la novela negra escandinava se remonta a la década de 1960, con la publicación de la serie de ficciones protagonizadas por el detective Martin Beck, escritas por los autores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Conocida como “La serie de Martin Beck”, esta propuesta sentó las bases del género y es considerada la pionera entre sus pares.
En cualquier caso, el interés de los lectores españoles por el noir nórdico es mucho más reciente. Antiguos lectores de Plinio, el policía municipal de Tomelloso imaginado por Francisco García Pavón, en los años 70, en Madrid aún estábamos descubriendo a los clásicos estadounidenses en aquellas impagables ediciones de Libro Amigo de la editorial Bruguera. Descubriéndolos y reivindicándolos porque entonces, estos relatos, al igual que toda la literatura de género, estaban denostados por el academicismo. Pero en la actualidad, es difícil que, en todos los países escandinavos juntos, haya más festivales de novela negra que en España. Aquí la afición va en aumento.
Nacido con el deseo de ocupar su propio hueco en la ya abigarrada programación española de estos menesteres, Carabanchel Negro quiere prestar más atención a ese noir doméstico que al escandinavo o al resto de los relatos criminales publicados por los grandes grupos. Ahora bien, eso no quita para que igualmente tengan cabida en esta primera edición autores como los cubanos Lorenzo Lunar y Rebeca Muga o el chileno Miguel Vargas Román. Entre los españoles, entre otros muchos se anuncia la presencia de José Carlos Somoza, Mariano Sánchez Soler, Marcelo Lujan, Teresa Cardona o Carlos Augusto Casas.
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La programación de este festival se puede consultar en www.carabanchelnegro.com
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