Correspondencia manuscrita del Maestro de la República Abel Bravo del Rincón, dirigida al canónigo Bruno Morey Fiol, durante los años de 1943 a 1960. Entre ambas circunstancias, con palabras sinceras, silencios naturales, fechas y recuerdos, consiguen ambos narrar el equilibro entre la confrontación y lo natural de sentir, pensar, convivir y así sobrevivir.
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1944-45
“Querido Bruno: He estado mucho tiempo indeciso, pensando en si escribirte o no. Desde que recibí tu muy cariñosa carta del 7 octubre del año anterior, me han ocurrido muchas cosas desagradables en mi salud, sin cesar, unas tras otras…». Tarda meses en contestar, avanzado 1945. Su organismo está debilitado. La correspondencia le aporta la frescura de otros tiempos, pero casi tres años de prisión, en condiciones muy penosas, quiebran cualquier salud y la edad tampoco le acompaña. Le ayuda saber que el canónigo Bruno Morey progresa en el empeño de rehabilitarlo como Maestro. Se sucederá en paralelo un intercambio de cartas con instituciones, o alcaldías, y llamadas, revisión de expedientes, búsqueda de testigos y avales. Abel Bravo decide abrir rutas pasadas, mantiene un pulso firme en la narración, que no va a saltos ni recurre a omisiones; se centra en los hechos, pues, como suele decir el Maestro, para lo que no queda tiempo es para contarte “a mis anchas” muchas cosas:
«…Pero como resulta que en Baños y Mendigo no ha habido TURBAS, como en otras partes, que han ido de finca en finca, asaltando y robando; de ermita en ermita, o de iglesia en iglesia destruyendo, incendiando, saqueando, como en Baños y Mendigo, no ha habido —como en otras partes— incautaciones de fincas, ni se ha molestado a ninguna persona de derechas, ni se ha consentido que nadie les ocasione daño; si a todo esto se le puede llamar NO OCURRIR NADA, y de todo esto se le hace responsable moral a este detractado Maestro, resulta que no tiene que responder de NADA… El informe que se pide es de carácter religioso, porque el mismo Sacerdote ha dado ya informes favorables como maestro y persona de buena conducta… Pero al Juez de Depuración no le basta eso. Quiere la información de tipo religioso. Y la va a pedir directa y nuevamente. Si la contestación es favorable, mi reingreso es seguro. Si no lo es, lo veo difícil… Yo enseñaba el catecismo, preparaba a los niños para tomar la 1ª Comunión; los acompañaba a misa, a las procesiones, a los vía-crucis. Durante la guerra, protegí la vida de muchas personas que no «pasearon», por mi intervención oportuna y eficaz, entre ellas, Maestros, estudiantes para Sacerdotes —que hay un Canónigo como tú—, y me han facilitado informes favorables; me opuse, enérgicamente, a que se hicieran incautaciones, y algunas de las que se hicieron —por otros—, en mi Partido, les obligue a los incautadores —con razonamientos, desde luego— a devolver lo incautado, etc, etc, etc… Son muchas las cosas que mi presencia evitó en donde yo vivía, puesto que NO PASÓ NADA, pudiendo HABER PASADO MUCHO, siguiendo el ejemplo de los que venían de Cartagena, San Javier, y otras partes a dejarnos los cadáveres de los que fusilaban en el camino, o los fusilaban más arriba de nuestras casas, cuando estábamos, todavía, durmiendo. Y el Sr. Cura, que tiene que dar informes míos, debe saber estos y otros muchos detalles… Mientras se tramitan todas estas cosas, sigo con el agua al cuello. Si mi reingreso llega, que no lo dudo, veremos dónde voy a parar y lo que ocurre después. Te agradezco tus valiosos ofrecimientos en este sentido…»
En cambio, lo que el canónigo vivió tendrá una progresión distinta. En 1918, y en Valldemossa, las distinguidas familias disfrutaban allí de su vacaciones, había festivales coloridos, lecturas poéticas, música y otras actividades artísticas, más excursiones por tierra y por mar. En 1919 se publica el primer anuncio para proveer de maestro a las escuelas de Baleares (Arta y Valldemossa), cuando el pintor Santiago Rusiñol recreaba el patio de la Casa Sureda, o el jardín de Miramar, y era tal y como lo describió Rubén Darío en el original de su Epístola: «La isla es florida por todas las artes», o destacaba que olía a sal marina y azahares. Aunque no estaba en los planes de Abel trasladarse y trabajar en «otra isla», aquel será su destino y su conexión con Brunito. Aún así, las anomalías se sucedieron de forma similar a una corriente interna que erosiona, lesiva, y precisa ordenarlas: «…El año 1913, en virtud de […] fui elegido para Secretario Local de la Junta de Primera Enseñanza, y aunque los aspirantes eran muchos con varias recomendaciones, en la única sesión que tuvo la Junta, eligieron para el cargo al único aspirante que no presentó recomendación y que, según D. Santiago García Rivero, era el más competente. Estuve hasta septiembre de 1916 desempeñando el cargo Interinamente. En esa fecha se publicó mi nombramiento en la Gaceta, pero al ir a tomar posesión, me dice la Carcoma Política: Si toma usted posesión del cargo, le suprimimos el sueldo. Tomé posesión, y la Carcoma me suprimió el sueldo, ilegalmente, sin causa, sin motivo que lo justificase, antes al contrario, recibí felicitaciones por la perfecta organización de mi oficina con 4 Maestras y 3 Maestros por los mismos concejales que acababan de votar en contra mía. Uno me pidió perdón, D. José Pérez Bona, abogado tradicionalista. Y lo raro es que este señor culto se asociara con los de la Carcoma Republicana, Socialista, Nacionalista».
Abel mostraba una determinación combativa, es seguro que aprendió lo suficiente de aquellos jefecillos, o de la Carcoma que lo mismo viraba hacia un lado que hacia el otro con tejemanejes de los que arrasan a su alrededor. La ’carcoma’ de aquellos tiempos era una élite entregada a las componendas y a los amaños, razón por la que enviaba artículos y cartas a la redacción de publicaciones vinculadas con la enseñanza. En 1920 da a conocer la realidad del docente, cuando aboga por la reducción de horas de clase, tanto para maestros como para alumnos: «…No se trata de escarceos literarios más o menos floridos y ostentosos: es la realidad viva, es la opinión profesional que se manifiesta y la descripción exacta de las condiciones del medio en que los maestros tienen que moverse, con el cual, mejor dicho, tienen que luchar». También su padre Amós hará oportunas denuncias al advertir que ciertos maestros no facilitaban materiales a los niños y que exigían retribuciones que no correspondían, por lo que pedía «se gire una visita de inspección para comprobar los hechos».
Dentro de una lógica temporal, Abel decidirá hacer efectivo su trasladado a Alcantarilla, debido a que sus padres avanzan en edad y fragilidad. Pero de nuevo surge otra anomalía que quedará reflejada en una carta, escrita desde Albudeite en 1920, y que recoge la publicación La Escuela moderna en el Suplemento, dirigida al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, por un acto ilegal cometido en el Rectorado de Murcia (y otros), al respecto de las plazas de Nueva Creación: «…Esas plazas deben ser para Maestros que en buena lid ganen oposiciones donde, si se excluye a alguno, que sea por causa distinta que la de plenitud de derechos… Pero ¿es que a nadie perjudica el que las plazas de nueva creación de Alcantarilla, Murla, Molina y Lorca, se adjudiquen porque sí, como aguinaldo de Pascua…? Excelentísimo señor… No podemos seguir por este camino…, pero si persisten en saltar por encima del Estatuto, no se olvide de este maestro que, en el rendimiento de que sea capaz, daría mil por uno, y siempre le quedaría agradecido un hijo que desea trabajar junto a su padre…». Por ese entonces, Abel no piensa en Baleares, ni en Valldemossa, tan solo necesita formalizar su plaza para reunirse con su familia en Alcantarilla.
Poner en conocimiento y dar luz, y foco, a cada incoherencia, debió de reportarle graves consecuencias. La correspondencia regresa, se revuelve, se rebela, o bien se aferra a lo que es natural, ajeno a interferencias, a lo que en verdad fue útil y merece un recuerdo: «… Mi labor en Valldemosa no tiene otro mérito que el de la buena voluntad con que trabajé. En todo no hice más que cumplir con mi deber… Deber elástico y difícil. Tan elástico y difícil que, aun teniendo —como tu dices— una Conciencia edificantemente escrupulosa en el cumplimiento de mi Sagrada Obligación, no faltó quien me dijera que Faltaba a ella y que podría formarme un expediente si no rectificaba… Lo evidente es que cuando llegué a tu pueblo me encontré con una escuela Nacional en tierra y con pocos alumnos. Mi tarea fue encaminada a levantarla, ponerla en pie, dignificarla… Los cantos, las recitaciones, los paseos, las excursiones, la creación de la biblioteca y compra del cine con nuestro dinero, no tenía otro fin… Lo que ocurrió después, ya lo sabes. La Escuela se llenó… Habíamos dado un primer paso. Pero había que dar muchos más, y ese camino ya no pude recorrerlo. He conocido Maestros que han transformado pueblos. ¡Aquello si que era grande! Un Maestro de la provincia de Guipúzcoa —D. Félix Aráno— que consigue desterrar en el pueblo de su actuación —Mondragón— el vicio de beber… Otro, en la provincia de Valencia, transformó un pueblo con el ahorro. Crea asociaciones de Ahorro y mejora sus condiciones económicas, sociales, culturales y morales…»
La misma caligrafía pulcra del Maestro se observa en las cartas (o cumplimientos) que debe enviar a la cárcel, dando «parte» de su día a día y obediencia y demás obligaciones, firmando como el Penado Liberado Condicional en 1941. Desde aquella donde informa que no percibe remuneración alguna por su trabajo, y con la que de inmediato «alguien» de la prisión da un serio aviso al que pareciera aprovecharse de su indefensión, quedan todas anexas a su expediente: «En cumplimiento de lo que se ordena en las Instrucciones entregadas el día 27 de marzo y de la comunicación nº-5304 de 29 de septiembre último, tengo el honor de manifestarle a V.S. que trabajo en las oficinas de la fábrica de harinas que en esta localidad posee don Francisco González Martínez, sin sueldo convenido y mi domicilio está en la calle de Arco de la Magdalena, 4… Dios guarde a V.S. muchos años….» En la siguiente, de nuevo dirigida a la prisión, comunica que: «…Tengo el honor de informar a V.S que terminada el 28 próximo pasado la misión que me llevó a Baza (Granada), regresé de nuevo a Alcantarilla, desde donde me veo obligado a ir a Murcia, diariamente, a trabajar en el despacho del comisionista e industrial Don Francisco González Martínez, por cuyo trabajo y durante el mes que ha finalizado sólo he percibido la cantidad suficiente para sufragar los gastos de pupilaje y billete de regreso». Más avanzados los meses, certifica que, de su jefe González, percibe cincuenta pesetas para adquirir un «abono de cincuenta viajes de Alcantarilla-Murcia y regreso, y ciento cincuenta pesetas más…, ignoro si fue en concepto de aguinaldo o por mis trabajos de noviembre y diciembre….» A partir de ahí, de los propios informes remitidos a la cárcel de Totana, es casi seguro que al señor González le llegó alguna advertencia, y ya en 1942, cuando trabaja en la fábrica de Conservas de Javali Nuevo, por fin recibe de D. Francisco González Martín aquellas doscientas cincuentas pesetas…
Pero por encima de todo lo anterior, pareciera prevalecer siempre el recuerdo amable, o lo necesita para construir un espacio, y retorna a un paisaje que le dé serenidad. «…He leído con placer la breve información de tu vida desde que abandonaste la Escuelita de Na Búger hasta el momento presente y los progresos realizados en tu carrera sacerdotal y en tus estudios de Palma y Roma. ¿Para qué hacer resaltar la poesía contenida en toda aquella serie de cositas sin relieve, sin importancia, que constituían el diario hacer de la Escuela, si ella por su sola eficacia se incrustó en vuestros cerebros y en vuestros corazones como lo demuestran las infinitas cartas que de vosotros he recibido…»
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(D. Félix Aranó Arrasatén, maestro de Mondragón, falleció en 1929 —o 1927—, así que Abel debió de vivir la última etapa docente de Aranó, centrada en la convivencia, el cálculo mental, el respeto a los ancianos y la naturaleza, y en el apoyo incondicional a las personas de capacidades distintas, además de su labor en aquella liga de los «abstemios voluntarios». Ángel Galindo Caballero medió en la libertad condicional de Abel, fue detenido por Rebelión en 1937, a los 49 años y, para cuando emite informe favorable, era alcalde de Alcantarilla, además del fundador de la fábrica de maderas de la misma localidad. El abogado José Pérez Bona fue candidato jaimista hacia 1915, en Bilbao, y llegó a ser concejal.)
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