Solo cuando dispone de un cierto nivel de bienestar una comunidad puede pensar en dedicar un terreno fértil al cultivo de especies vegetales cuya función no sea producir alimentos, sino deleitar con su belleza. Plantas ornamentales en vez de alimenticias. Por su propia naturaleza el jardín forma parte de lo extraordinario, de lo que va más allá de la mera supervivencia, es señal y exponente de civilización, y en ese sentido se identifica con la cultura y el arte. Pero el auténtico jardín consolidado, rico y variado en especies vegetales, cuya atmósfera invita al sosiego y a la contemplación, no se debe confundir con las llamadas «zonas verdes» que existen en las ciudades, bulliciosos parques urbanos que funcionan como pistas de running o ciclismo, gimnasio para perros y espacio de todo tipo de eventos populares.
Descubrir esos auténticos jardines, los más hermosos e inéditos, adentrarse en túneles de verdor escuchando la música del silencio punteada por el borboteo del agua en canales y fuentes es a lo que se dedica Ignacio Somovilla: un oficio envidiable. No es jardinero ni botánico ni ingeniero agrónomo o paisajista, pero lleva treinta años dedicado a cultivar un frondoso jardín cultural. El jardín como escenario de relatos e inspiración para filósofos y artistas. Se podría decir que ha inventado una nueva profesión, la de jardinista. Natural de L’Infiestu (Asturias), Somovilla es licenciado en Derecho por la universidad de Oviedo y en Historia del Arte por la de Barcelona y obtuvo un máster de gestión cultural en Bristol (Reino Unido). Con esa base teórica se abrían ante él múltiples opciones profesionales, pero decidió consagrarse a difundir los jardines más bellos, y lo ha hecho estas últimas tres décadas a través de distintos medios de comunicación, proyectos editoriales, exposiciones de arte, ciclos de cine y planificación de viajes. «Mi pasión por este mundo se forjó, primero de forma inconsciente en el jardín huerto de mi tía abuela Marina, donde pasábamos las vacaciones de verano», dice Somovilla. «Después, de manera más consciente, en los jardines del museo Evaristo Valle, en Gijón, lugar que empecé a frecuentar en la adolescencia y que me sedujo».
Somovilla es colaborador habitual del programa de Radio Nacional La vida en verde y escribe para otros numerosos medios españoles y británicos. Como docente y conferenciante ha impartido cursos y charlas en universidades e instituciones especializadas, y ha desarrollado proyectos en el ámbito de la creación y la investigación en el mundo del jardín, como la página web La biblioteca del jardín. También ha liderado la planificación y gestión de viajes y visitas a jardines españoles y extranjeros, plasmados en el libro Gardens From Spain. «El jardín es donde se unen cultura y naturaleza, ese lugar emocional en el que convergen lo mejor del ser humano y del mundo natural», afirma Somovilla, y menciona los tres que, en su opinión de experto, son los más dignos de explorar: Stourhead y Prospect Cottage, en Inglaterra, y El Pasatiempo, en Betanzos.
Tras publicar un par de libros sobre el tema que domina, ha creado la editorial Encyclopedia Botanica (www.botanicae.art) que cuenta de momento con un par de títulos, ensayo y ficción. El Pasatiempo y otros jardines (extra)ordinarios, con prólogo de Santiago Beruete, textos suyos y de Ángel Arcay, y varios artistas participantes —Vari Caramés, Robert Waters, Federico Granell y Sergio Ibáñez—, está dedicado a un jardín singular de Betanzos (Galicia) creado hace más de cien años por unos indianos enriquecidos en Argentina, los hermanos García-Naveira. «El Pasatiempo es uno de los jardines más singulares, originales y enigmáticos del siglo XX en Europa», escribe Somovilla. «Una amalgama de vegetación, materiales, fuentes, esculturas, avenidas arboladas, invernaderos, pabellones, grutas, topiaria de curiosas formas y relieves alegóricos. Un laberinto de mensajes aún por descifrar que ha generado las más variopintas analogías e interpretaciones. El Pasatiempo sufrió el implacable paso de los años y solo una pequeña parte ha llegado a nuestros días, pero todavía sigue mostrando su singularidad».
El libro recorre su historia, reconstruyendo su antigua configuración y esplendor, realiza una lectura masónica de su estructura e incluye una selección de otros jardines bizarros del mundo, desde el mítico de Bomarzo, al Palais Ideal del cartero Cheval con el que siempre se le comparó, pasando por la Quinta Regaleira, Las Pozas de Edward James, el Prospect Cottage de Derek Jarman, o las casas y jardines de Dalí y de César Manrique. Un puñado de artistas aportan sus impresiones: Vari Caramés y su poética fotografía de la decadencia, Robert Waters y sus vívidas representaciones de algunos de sus elementos icónicos, y Federico Granell con su cuaderno de viajes alrededor del mundo.
El otro libro responde al curioso título de La apócrifa historia del Hércules enamorado y su león emasculado, de Sergio Mariano Colina, ilustrado por Marcel Rubio. Una novela epistolar ambientada en la posguerra española que recrea la vida de dos hermanos religiosos, Delfina y Sebastián, una monja que vive en un asilo de ancianos de Betanzos y descubre El Pasatiempo, y un novicio salesiano que disfruta de los jardines de la Granja Martí-Codolar. La desaparición de una estatua de Hércules y los voluminosos testículos de un león de piedra del Pasatiempo desencadenan este relato de misterio que encierra un amor clandestino y altas dosis de sensualidad. La historia se inspira en un fajo de cartas y diarios que Mariano Colina halló en una casa que compró en los setenta en una aldea del valle del Nalón (Asturias), cuya información amplió entrevistando a los vecinos.
Otra faceta de Somovilla es coordinar ciclos cinematográficos en torno a filmes en los que el jardín tiene un protagonismo especial. En Barcelona ya se han realizado once ediciones, con un total de ochenta títulos programados en la Filmoteca y el Jardín Botánico. También se han proyectado en el Botánico de Gijón, y este año, con motivo de la capitalidad de Valencia como Ciudad Verde Europea 2024, se desarrolla en el Centre de Cultura Contemporánea del Carme (CCCC) de la capital del Turia La belleza cautiva: Ciclo de cine y jardín. Ocho largometrajes en versión original que utilizan el jardín como recurso narrativo, como metáfora o como escenario donde se desarrolla la historia e invitan a reflexionar sobre la ciudad y las políticas medioambientales.
«Desde la butaca podemos pasearnos por todos estos jardines y sumergirnos en todas las heterotopías que nos proporcionan», comenta Somevilla. «Al fin y al cabo, la historia de la Humanidad es la historia de los constantes intentos de recuperar el paraíso, un jardín perdido. Todos estos caminos convergen en un mismo lugar: el jardín como creación cultural y como reflejo de nuestro espíritu y de nuestro tiempo». Su selección ofrece diferentes miradas sobre la presencia del jardín en el cine. Diferentes épocas, nacionalidades, escenarios. Tres títulos del ciclo reflejan las respectivas épocas en los que están ambientados: Vatel, Regreso a Howard’s End y el documental Ríos y mareas.
El versátil Somovilla también recurre a las artes plásticas para difundir la belleza del jardín, como la exposición Un pequeño mundo, un mundo perfecto: Jardines, medio centenar de obras creadas por una treintena de artistas, una muestra colectiva exhibida el pasado año en el Museo Nicanor Piñole de Gijón, que planteaba un acercamiento a la representación del mundo del jardín como motivo fundamental para la expresión artística. «A lo largo de la Historia del arte la representación de los jardines, espacios naturales controlados y domesticados, proporcionaba a los artistas la oportunidad de experimentar diferentes tratamientos de luz y color en el paisaje y la botánica, abordando el motivo desde variados planteamientos estéticos y formales. El jardín tiene la gran ventaja de poder condensar, como tan bellamente expresó Blake, el mundo en un espacio relativamente pequeño. Esa capacidad de sincretismo nos admira y emociona, porque además es poliédrica y heterotópica. En ello coincide Michel Foucalt cuando afirma que «el jardín es la parcela más pequeña del mundo y es por otro lado la totalidad del mundo». Desde el inicio de su historia el jardín representa la ansia paradisíaca, ese topos de múltiples caras desde el que hablar de lo universal y de lo particular. El jardín como Edén, como refugio, como espacio político, como resistencia, como ejercicio de poder…».
Quienes no se conformen con disfrutar de los más bellos jardines en relatos literarios o audiovisuales tienen la posibilidad de visitarlos con la guía especializada de Bomarzo, una agencia de viajes fundada por Somovilla hace doce años junto a un socio, cuyo nombre alude, naturalmente, a la novela del argentino Mujica Láinez que recrea la azarosa vida del duque Pier Francesco Orsini, en el ambiente trágico y sensual del Palacio Orsini y el célebre Sacro Bosco o Bosque de los monstruos de Bomarzo (Italia). Después de leer estas líneas muchos sentirán el impulso irresistible de correr hacia el verde más cercano… o lejano.
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