Escribe uno esta reseña después de haber leído unas cuantas ya sobre el libro en cuestión, algo que en otros casos procura evitar pero que en este no ha podido hacerlo, como si este volumen torrencial no fuera suficiente y hubiera que ampliarlo con las visiones que dan otros del libro que Pla ha escrito sobre Pla. Porque aquí, es evidente, hay dos Pla. Uno el autor del libro, el profesor Xavier Pla, que se muestra brillante, palpitante, decisivo. Y el otro el objeto del mismo, Josep Pla, sobre el que se han escrito otras biografías y otros muchos libros, pero que no se comprende del todo hasta que se lee este, que queda ya como el definitivo, de momento, tal y como nos advierte Pla, el autor del libro. No me voy a detener, por lo tanto, en lo que han destacado otros y que el lector puede localizar a golpe de búsqueda con su teclado. En el abundante material inédito (todavía) que en él se vierte, en las aclaraciones, precisiones, elucubraciones, siempre muy bien informadas, prudentes, sugestivas. En los amores de Pla, que otros han destacado —y que, después de todo, justifican el título del libro—; en sus actividades como espía franquista o, en fin, en su enigmático desempeño en el ámbito de un estraperlo más sugerido que confirmado. He preferido centrarme en su dimensión como periodista, sea lo que sea eso.
Porque cuando uno lee este volumen, especialmente en todo lo relativo a la relación de Pla con ese oficio o profesión, se pregunta uno qué relación existe entre el periodismo que ejerció Pla y el que se ejerce ahora mismo, porque con el discurrir de sus páginas accede uno también a una cierta historia del periodismo, a su evolución y, por lo tanto, ontología. Pla debuta en el periodismo como colaborador de Las Noticias, pero se hace realmente periodista en La Publicidad —más tarde convertida en La Publicitat— que lo consagra como tal al enviarlo al extranjero. Pla es un periodista político, es decir, sigue sobre todo los acontecimientos de este ámbito, pero buscando siempre su impacto en el hombre de la calle, en la cotidianidad. Es decir, no hace de politólogo, como sucede a menudo hoy en día, por más que de vez en cuando lance algunos augurios, casi siempre equivocados. Donde acierta es, por el contrario, y en consonancia con el literato que lleva dentro, en la aproximación a la persona. Así, si en un primer momento se acerca con interés a la figura de Benito Mussolini, pronto será de los primeros en apreciar por dónde va su delirante y, a la postre, criminal propuesta política.
Lo mismo con Adolf Hitler, a quien no queda muy claro, tal y como se muestra en este libro, si conoció en persona o no, en otro de esos episodios, tal vez el más críptico, en los que su periodismo transita por las fronteras, o directamente la vulnera, de lo que hoy llamamos deontología profesional. Comparado con este de Hitler, el del plagio del artículo de un periódico francés que se produce unos años antes acabará siendo, de confirmarse en el futuro la invención de la entrevista, una anécdota menor. De todas maneras, en la posible vulneración de la deontología profesional en la que pudo incurrir no estuvo solo. En aquella supuesta entrevista a Adolf Hitler, cuando aún era solo el exaltado líder del partido nacionalsocialista, también estuvo Eugeni Xammar, y él también corrió sobre aquel supuesto encuentro un tupido velo toda su vida. Ninguno de los dos la mencionaría en ninguno de sus numerosos trabajos de naturaleza memorialista, ni de pasada. El autor del libro, Xavier Pla, desliza que tal vez nunca imaginaron que aquel arrogante petimetre llegaría a donde llegó y que, por lo tanto, jamás pensaron que nadie se acordaría en el futuro de aquella página de periódico inventada —¿como tantas?— para cumplir con la entrega del día.
Es esta, como decimos, la etapa de corresponsal político en el extranjero —Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Rusia incluso— la más periodísticamente fructífera de Pla, una etapa que él en todo caso vive con angustia, acuciado por los problemas económicos y, sobre todo, por la falta de tiempo para dedicarse a la literatura, que es a lo que ya entonces deseaba dedicarse. De hecho, en esta época, y también mucho tiempo después, son numerosas sus declaraciones contra un oficio que, insiste, ejerce muy a su pesar. De todas maneras, es evidente también que su inclinación literaria se cuela en todos sus textos. Está, para empezar, en esa voluntad suya de evocar el impacto de los acontecimientos generales en la vida corriente. Y, también, en esa tendencia suya a hacerse presente en sus escritos, con un yo tan manifiesto que, de liberarse hoy, condenaría cualquier texto a la papelera de reciclaje. Con todo, así eran entonces los usos del periodismo, aún no condicionado por la ideología de la objetividad que opera en nuestro tiempo. Hay, por lo tanto, en el periodismo de Pla, una tensión desde siempre entre la literatura y el periodismo, como en realidad en todos los periodistas de la época. Su periodismo es muy literario. Su literatura es muy periodística, como demuestran libros como Coses vistes o su fundamental Cartes de lluny, armados ambos a partir de textos ya publicados y evocaciones de sus tareas como corresponsal.
Hay también una tensión en Pla —como en realidad en todos los periodistas de la época— entre el periodismo y la política. Y no ya solo, ni mucho menos, porque sea su principal campo informativo, el político, y ni siquiera porque, como sucedió en los años veinte, compatibilizara esta profesión con ser diputado de la Mancomunitat de Catalunya, algo, de nuevo, insólito hoy, sino, sobre todo, por lo que sucedió en su etapa republicana, en la que puso definitivamente su pluma al servicio de un proyecto político, el de Francesc Cambó y su Lliga Regionalista, para que pudieran ambos, o al menos uno de ellos, incorporarse a los engranajes de un régimen que en realidad nunca habían querido. En este sentido, reveladoras son también las páginas de este libro de Xavier Pla en que se evidencia sin tapujos hasta qué punto fue en aquellos años más un militante catalanista en Madrid que el corresponsal periodístico de La Veu de Catalunya.
Son, en todo caso, estos los períodos más interesantes de su vida desde el punto de vista periodístico, por lo que nos cuenta de él mismo y por lo que nos dice de una profesión atrapada desde sus orígenes entre los campos magnéticos de la literatura y la política. Porque a ella llegaban quienes manifestaban una de estas dos inclinaciones. Una de estas dos —o las dos, como en el caso de Pla— era la vocación previa que se exigía. Y nada más. Bueno, tal vez también se demandaba, de nuevo cosa insólita hoy, vivir en una cierta apretura económica (ahí tenemos años más tarde al Torrente Ballester que busca colaboraciones en la prensa para completar su exiguo sueldo de maestro).
Es, por lo tanto, este libro también un volumen no solo para acabar de conocer a Josep Pla en todas sus múltiples e inagotables facetas, sino para comprender la historia del periodismo desde dentro, sus logros, dobleces y vericuetos. En este sentido resulta también muy significativo que, cuando el periodismo se acaba, es decir, cuando llega el franquismo, emerge el Pla ya sí definitivamente literario —por más que de nuevo más tarde regrese puntualmente a la arena política, en este caso antifranquista, de la mano de Josep Tarradellas y su círculo—; porque será a partir de entonces, de los años 40, cuando produzca Josep Pla sus textos fundamentales, desde luego los que va sacando en las páginas de la revista Destino, dentro de su sección «Calendario sin fechas», pero, sobre todo, los que, de la mano de los editores fundamentales Josep Maria Cruzet y Josep Vergés, le servirán para rematar, ya cercano a los 70 años, su ya definitivo El cuaderno gris. Se evidencia por lo tanto aquí un Pla que pudo ser periodista o político —que fue periodista y político— pero que finalmente fue, o así lo recordamos todos, lo que siempre había querido ser, escritor, cuando no pudo ser nada de lo otro.
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Autor: Xavier Pla. Título: Un corazón furtivo: Vida de Josep Pla. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
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