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Memoria mojada

Una cadena de inundaciones anuda a generaciones valencianas. Nuestra memoria está mojada por el recuerdo de una riada.

Mis abuelos siempre vivieron enfrente del antiguo cauce del río Turia. Su trazado natural, desde que los romanos fundaron Valentia, bordeaba la ciudad. Ese mismo río Turia que devolvió a la orilla el cuerpo del patrón de la ciudad tras su martirio, San Vicente Mártir, ese mismo río Turia que ahora es un jardín exuberante de vida, ese mismo en 1957 se desbordó e inundó Valencia. Aquel suceso quedó inmortalizado en varias placas en distintos puntos de la ciudad, así como en la memoria familiar. A finales de aquel octubre de 1957 nació una de mis tías, y quizá, por esa razón, la riada del 57 retornaba a finales de cada octubre, de cada año al recuerdo de mi abuela, quien nos contaba las dificultades de la comadrona para llegar a casa. Aquella pequeña hebra de río, que se tiznaba de rojo por la sangre del matadero, era aparentemente inofensivo, a pesar de que la anchura entre sus orillas amuralladas era, y es, soberbia. Aún cuesta creer que desbordase. No obstante, lo hizo. En las pupilas de mi abuela quedó alojado el recuerdo de aquella familia, como muchas otras, que vivían en las casuchas y chabolas en el cauce. Con una pena inconsolable siempre relataba cómo fueron a avisar de la crecida del río y los padres, pensando en que sus hijos necesitarían ropa de abrigo y comida, intentaron poner a salvo algunas provisiones. Al regresar, ya no había casa. Mi abuela los vio durante años buscando entre el barro unos cuerpos que nunca encontraron. La riada del 57 era en la memoria familiar un dolor abierto.

"¿Hasta cuándo nuestra memoria debe estar mojada de inundaciones y desastres?"

En octubre de 1982 fue la pantanada de Tous. La rotura de la presa debido al volumen de agua por las lluvias de la gota fría hizo que el Júcar se desbordase y, entre otros muchos desastres, arrasase el puente que unía Millares con Dos Aguas, donde vivíamos. Quedamos incomunicados. Recuerdo ir a ver el puente derruido y el temor al agua.

Un aire plomizo se ha posado en los pueblos de L’horta Sud y Valencia desde el día 29 de octubre de este 2024. El agua ha vuelto a esculpir en la memoria colectiva de varias generaciones una nueva riada, nuevas aguas desbocadas que siembran la desolación y la rabia. También en la de mi hija. Ella  hereda este linaje de aguas fatídicas.

¿Hasta cuándo nuestra memoria debe estar mojada de inundaciones y desastres? No es posible el olvido, y la literatura cumple su imprescindible labor social al impedirlo. El correlato literario de las catástrofes actúa, sin duda, como dique de contención, medio de expresión, al tiempo que permite compartir un relato universalizado, refugiando entre sus letras la obligada reescritura de la vida y su fragilidad frente a la exuberancia y furia de una naturaleza descontrolada. Resiste a lo efímero, preludia el duelo.

"Las librerías de los pueblos afectados por esta riada también han visto las páginas de sus libros mojados y embarrados"

Y este mundo literario se sustenta, y no poco, en las librerías. La pequeña red de éstas que defendían la literatura en los pueblos afectados por esta riada: Librolandia o Somnis de Paper (Benetússer), Bufanúvols (Catarroja), La Moixeranga (Paiporta), Passarel.la (Picanya), Samaruc (Algemesí), L’esplai (L’Alcúdia), o Libro Ideas en el CC Bonaire, también han visto las páginas de sus libros mojados y embarrados. No pocas de las editoriales valencianas, a puertas de la campaña de Navidad, han sufrido graves pérdidas en sus almacenes. Mientras las prioridades básicas de luz, agua, comida, ropa y de salubridad en las zonas van poco a poco reestableciéndose, no es posible ignorar el poder salvífico de la palabra. Y las iniciativas, como la del Gremi de Llibrers, han de ser aplaudidas y difundidas. Y quizá esos libros mojados sean hoy más que nunca necesarios para contrarrestar bulos, noticias falsas, desinformación e infotoxicación con la que se ha intentado manipular a una opinión pública dolorida y resentida, cuyas emociones legítimas han intentado ser desvanecidas en una lluvia de mentiras y ausencias.

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