La protagonista de esta historia, Rebecca Una, es una profesora a punto de jubilarse que, aprovechando su condición de escritora, empieza a recopilar una serie de textos que, de forma fragmentada y caleidoscópica, le expliquen quién es ella misma. Esta suerte de memorias metaliterarias cuentan con las ilustraciones de Herlando BM.
En este making of María José Beltrán da las claves sobre su novela Caleidoscópica (Piezas azules).
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Caleidoscópica surgió de un microrrelato de unas doscientas palabras. Ese fue el cigoto, el huevo original. Estaba protagonizado por una geisha que me regaló Naoe, una amiga japonesa, cuando las dos estudiábamos inglés en EEUU y yo aún no tenía ni treinta años ni hijos; no era escritora ni proyectaba serlo. Desde entonces la geisha no se separa de mí. Escribí ese texto pequeño en un taller que impartió Alejandro Zambra a finales de 2020. Tras haberlo leído, él me recomendó la lectura de Catálogo de juguetes, de la italiana Sandra Petrignani, un libro de cuentos —que compré enseguida y leí con subrayados e intensidad— en el que cada capítulo está dedicado a un juguete de la infancia de la autora. Eso me animó a escribir mi propio catálogo, pero no de juguetes, sino de objetos que, como la geisha, convivían conmigo. Una pulsera de pedida, unas matrioskas, un giróscopo, la tiza. Deseaba que cada uno de ellos me permitiese narrar una pequeña historia. Llegar a su célula primera. ¿Lo iba a conseguir? Acogida por esa incertidumbre se fue gestando una especie de oruga literaria.
Me pregunté en qué medida podrían dar a conocer a un personaje que interaccionase con ellos —sí, eso era—, y que latiese a su ritmo. Una mujer, quería que estableciesen un diálogo con una mujer. La llamé Rebecca Una. Siento los nombres como relámpagos que estallan, como la palmera de un fuego pirotécnico que despliega su luz sin avisar. Me lancé sobre ese nombre y lo aprehendí. ¡Mío! Matemática, profesora a punto de jubilarse, madre de dos hijos, separada y escritora. A través de la vida de los objetos —que reposaban en un armario o en la buhardilla de casa—, se mostraría la de Rebecca. Pero no únicamente a partir de ellos. Decidí inventariar, además —con escalpelo de cirujana lepidóptera—, memorias de Rebecca que me permitiesen recrearla mejor. Por ejemplo, ¿a qué jugaba de niña? (¿a la gallinita ciega, quizás?) ¿A qué autores lee? ¿Qué es, para ella, escribir? ¿Cuáles son sus miedos, fijaciones, sobresaltos? Pensé en la muerte, en los gatos, en los hombres, en la sexualidad. Partí, pues, de este conjunto de textos inventariados; la espina dorsal de lo que sería Caleidoscópica. Y los complementé, en una fase posterior, con los artículos que Rebecca escribe regularmente en un blog, que entrelazan el ensayo literario con apuntes del día a día.
Mi incipiente pequeño ser iba ahora camino de convertirse en crisálida.
Fui creando una atmósfera amniótica, un marco temporal (aproximadamente el que abarca la pandemia por Covid-19: mediados de marzo de 2020 hasta principios de 2022;) y otro espacial (la playa de San Juan y un pueblo al sur de Madrid). Con el acompañamiento, como una sombra cosida, de los personajes, y de múltiples capas de corrección, paletadas de reescritura. Muy al principio en Caleidoscópica no había capítulos; luego los hubo y no tenían nombre; al final, ya sí: los titulé.
De este modo construí y fui nutriendo una obra fragmentaria, que se puede llamar novela, porque en parte lo es, pero que no lo es del todo, ya que contiene también crónica, ensayo. Con un aire a libro de viajes. Y a diario en la parte última. Un caleidoscopio de géneros literarios que los haces girar, los meces, y se combinan como esos trocitos de vidrio, semillas, o cuentas de plástico de colores que metes en el fondo de un tubo dorado. Con las manos temblorosas tú tomas el tubo. Entrecierras un ojo. El otro, muy atento al visor, advierte —oh, mira—, un redondel parpadeante que aletea. Un paisaje teselado y femenino. Un mandala de mujer.
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Autora: María José Beltrán. Título: Caleidoscópica. Editorial: Piezas azules. Venta: Todostuslibros.
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