El vino retsina deja en la lengua un agradable sabor a vid y tierra húmeda, y el pulpo asado y las sardinas que están sobre la mesa, a la sombra del cañizo, me llevan a pensar que, hace tres mil años, hombres duros, atezados y silenciosos como los que remiendan las redes a pocos pasos, en el muelle del pequeño puerto, sentían idéntico sabor al comer y beber en el mismo lugar donde me encuentro. Porque en realidad, comprendo, nada ha cambiado. Los mismos hombres siguen junto al mismo mar, y el eterno Egeo los envuelve, nutre y perpetúa, crudamente azul bajo un cielo sin nubes, moteado por lejanas islas pardas y grises.
Es un oficio singular el de escribir novelas. Durante una larga temporada vives en un mundo que tú mismo creas e inventas personajes que ya no te abandonan nunca, pues te acompañarán siempre como amigos o fantasmas con más consistencia que otros que fueron reales. Por eso hoy, sentado a la sombra en el puerto de esta isla, pienso en Lena Katelios. En la peculiar habitante de la isla de la Mujer Dormida: la mujer que durante un año y medio y cuatrocientas nueve páginas cobró vida y pasó a formar parte, para siempre, de mi existencia y mi memoria.
«Te creía un héroe, pero fue mi imaginación la que te construyó. Sin ella no eres nada»… Hay cosas que sólo pueden escribirse cuando tienes setenta años: si te las han dicho alguna vez, si las has oído decir de otros, o si la vida educó tu mirada lo suficiente para averiguarlo, o intuirlo. A veces esa conciencia llega tarde para ser práctica; se pasó el arroz y es imposible reparar los estragos. Sin embargo, en tu caso tal vez sea diferente, y ésa es tu suerte y tu privilegio. Como contador de historias que eres, lo que quizá llegue tarde a la propia vida puede llegar a tiempo para una novela.
Lena Katelios emparenta con las otras mujeres de mis relatos. Todas tienen entre sí un aire de familia: hembras fuertes y duras, soldados perdidos en territorio enemigo que caminan solas bajo un cielo sin dioses, conscientes de que cuando pelean se enfrentan a desafíos mayores que los hombres, pues éstos poseen treinta siglos de retaguardia construida por ellos mismos —«Siempre tenéis un recurso o un deber a mano como solución»—, pero ellas no lo tienen. Mujeres, las mías, peleando en un mundo cuyas reglas establecieron los hombres; conscientes, como los mercenarios griegos que en la Anábasis buscaban el mar para regresar a casa, de que derrota equivale a aniquilación. Por eso son tan valerosas cuando pelean. Tan crueles cuando vencen, o pasan factura.
Esta vez, para la novela que acabo de escribir, necesitaba a una mujer diferente: no la que pelea, sino la que se sabe, o se siente, derrotada. La que se mueve por el árido paisaje de la desesperanza. Si es la mirada de una mujer la que en el hombre común o vulgar construye al héroe, o cree hacerlo, es porque proyecta en él, mediante el amor, sus propios sueños, sus anhelos, sus esperanzas. Algunas no se enamoran de lo que los hombres son, sino de lo que ellas creen que son. Y por ellos —antes ocurría con frecuencia; ahora, a menudo— abandonan estudios, sacrifican trabajo, modo de vida, lugar de residencia, tienen hijos, los siguen y unen su suerte a la suya. Pero a veces, con el tiempo, ese personaje que ellas crearon se resquebraja y desmorona. Ningún héroe, o casi ninguno, resiste una mirada lúcida ni una estrecha cercanía: el tiempo y la realidad acaban destruyéndolos. Entonces, el soldado leal que la mujer fue se siente estafado, sin patria ni bandera.
Llegado ese momento, algunas se resignan o se limitan a trampear con la vida. Otras, las que tienen recursos o agallas y están a tiempo de rehacerse, deciden gobernar su destino. Pero hay un tercer grupo al que pertenece Lena Katelios: la mujer vencida que ya no tiene tiempo, edad ni fuerzas para escapar de la isla infeliz donde tal vez se confinó ella misma. A esa mujer, a ese soldado derrotado y perdido, sólo queda el recurso de la venganza: ajustar cuentas y morir matando. Y del mismo modo que tres mil años de historia dotaron al hombre de pretextos, consuelos y recursos, tres mil años de sumisión y silencio dotaron a las mujeres de armas terribles, donde hasta el sexo puede tener la forma de revancha intelectual.
Por eso hoy, en este pequeño puerto mediterráneo, levanto mi vaso para beber despacio, paladeando el sabor de un vino tan viejo como el mar que me rodea. Brindo a la salud de Lena Katelios, su isla, su derrota y su venganza. Y pienso que uno escribe novelas para poder beber un vaso de vino de esta manera.
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Publicado el 10 de noviembre de 2024 en XL Semanal.
A falta de una cerveza Mythos y unas aceitunas de calamata, don Arturo, me conformo o quizás le supero, ¡vaya usted a saber!, con unas machacadas de Jaén, que nunca cambiam, y una cerveza El Alcazar, que ya no es lo que era, como casi todo en este país.
Y, a falta de una isla del Egeo, desde mi terraza puedo admirar también un cielo con nubes y recuerdos y un horizonte moteado de bosque y montañas. Porque pienso que uno está a punto de terminar su propia novela, ademàs de la de don Arturo, para poder beberse, sin tiempo, un buen vino, como si fuera el último, recordando a su pareja ausente, única y siempre presente, su Aspasia.
No sé que experiencias personales, que arduas vivencias son las de don Arturo en el tema femenino. Quizás le influyan o no a la hora de escribir, aunque siempre nos influyen a la hora de vivir.
Existe ese tipo de mujer críptica, inaccesible intelectualmente o quizás sea porque no haya nada a lo que acceder, que se sienten bien siendo esfinges de sí mismas. No es mi tipo y siempre he huído de devaneos super complejos.
No he terminado la novela como en otras ocasiones, de un tirón, sino que me está costando. Muy bien escrita, muy bien llevado el relato, pero no me agradan ninguno de los tres personajes principales. Quizás, siempre para mi gusto, don Arturo, demasiados puntos suspensivos están presentes, demasiado dar por hecho excesivas cosas y demasiada simpleza y falta de sofisticación en los dos personajes masculinos principales. Demasiada estupidez en el aristócrata decadente. Pero, bueno, en sus novelas siempre son importantes los secundarios, incluso para algunos como yo, más. Me parece más sofisticado, más hecho, más sabio, el contrabandista. En su sencillez de pueblo, esconde más riqueza mental, más saberes, que el capitán. Y los dos espías no tienen desperdicio. El juego que se traen entre ambos, en un tablero muy grande, quizás no sea el ajedrez el más adecuado para describirlo. Aunque, siempre, la reina y el rey, los alfiles y los caballos, además de los peones, sean apropiados. Yo los hubiera puesto jugando al go japonés. Pero, quizás, por eso no escribo novelas… todavía. Salvo la mìa.
Los dos espìas, servidores de causas ya perdidas de antemano. Una a corto plazo y la otra a más largo… y lo saben. Causas en las que siempre pierden los mismos.
Siempre han existido penélopes y helenas. Y más. Ariadna, por ejemplo. Y Aspasia de Mileto. Creo que don Arturo se queda, o le gustan màs, las helenas. Además, su Teseo es un tanto torpe y simple y no sé si podrá terminar con el minotauro. Demasiada tarea para él. Pero supongo que abandonará a Ariadna. Penélopes y ariadnas, abandonadas y reencontradas, firmes e inteligentes, no vacìas como Helena con la venganza como único contenido.
El Egeo, Grecia, nuestras raíces, nuestro origen y nuestro final. Todo está ahí. Entre unas aceitunas y un vino… … … Recordando a Aspasia… … …
Saludos.
Por contestarme a mi mismo, una vez más, la verdad es que los libros son como las comidas, la gastronomìa. Dependen del dîa que tengamos. Hoy nos deleitamos con nuestro plato favorito y, dentro de varios dîas, el mismo plato no nos sabe igual. O al contrario.
Hay dìas en los que saboreamos de manera especial, las frases, los párrafos, las palabras. Hoy me estoy deleitando con los diàlogos entre Lena y el capitàn, entre el capitán y el barón y, sobre todo, entre Loncar, el ruso y el imbécil del comisario político. Y siempre me gustan los diálogos entre el capitán y el contrabandista.
Y, don Arturo, nos larga, de tanto en tanto, frases para la historia… y para la filosofìa. Largo rato me he quedado pensando en esta:
«No hay forma de poder que no se base en el odio al otro».
Hoy, o quizás siempre, desde las cavernas, pero hoy especialmente, esta frase cobra una viveza, una realidad únicas. Son frases que, de reopente, te dejan parado en el texto sin poder continuar.
Porque, hoy, esta frase yo la completarìa con otra: hoy, el poder se consigue por el odio al otro. Los votantes votan al que más odia. Incluso se va al futbol para el insano ejercicio de odiar al otro.
El odio. Motor de una sociedad decadente y en descomposición. Igual que con Lena, Thanatos ha ganado la partida.
Debería de escribir usted una novela estimado señor Ricarrob, ¿quien se lo impide?. Inventar un personaje, es como tener un hijo; uno se proyecta en ese ser que al principio solo parece un invento; sin mucho sentido, pero a poco de andar va tomando forma, presencia y alma.
No pierda usted tiempo estimado amigo en crear ese ser o seres, que están en nosotros.
Si me pide una opinión, yo comenzaría con un cuento. Muy simple, principio, desarrollo y final, los personajes se convierten en personas, y sus destinos pueden ser hermosos, misteriosos o impredecibles.
Cuando lo escriba, presentarlo en sociedad es muy simple, aquí mismo; lo estaremos esperando.
Cordial saludo señor.
Muchas gracias, sr. Brun. Quizás lo haga, comenzando por una pequeña historia, como las excelentes que usted escribe y que hace slgún tiempo que no comparte con nosotros, los zendianos.
Saludos cordiales.
De nuevo me contesto a mi mismo. El tiempo, aunque sea el reciente, o no, es un misterio insondable. El pasado e incluso el futuro están presentes.
Ya he terminado la novela y, la última parte, de un tirón. Sobresaliente es mi nota, aunque mi nota no sea importante. Épico, según lo prometido. Con muchos interrogantes que quedan sueltos para ser resueltos por la imaginación del lector. Pero esa es la miga, la meiga y la mágia que sólo don Arturo sabe culminar.
Al final, me ha parecido volver a leer la Odisea. Me ha parecido que los personajes se parecen a Ulises y Circe en la isla Eea. Aunque Circe me pareciera Helena, al principio. No falta nada. Los tripulantes, el barco, los hechizos… hasta hay una Penélope y un Telémaco a los que regresar. Y tormentas y mar embravecido y aqueos y troyanos. Ulises, únicamente satisfecho y feliz en su barco, en el mar, siempre ausente, siempre huyendo de algo, de Circe, de Penélope, de tierra firme…
Las historias eternas que se repiten y que nos gusta que se repitan. Y los eternos héroes, aquí, ahora y hace tres mil años. Y el amor… eterno, aquí, ahora y hace tres mil años.
Buenos momentos… de lectura.
Muy bien explicado Capitán!
Ahora puedo entender, aunque no compartir, el comportamiento de Lena Katelios. He pensado en cómo se vengaría un hombre, haría lo mismo?
Tal vez yo sea diferente en muchos aspectos a las mujeres, imaginarias o reales, que usted ha conocido. Y no pongo en duda que habrán sido muchas.
Yo nunca he sido sumisa, obediente sí cuando debía obedecer reglas o leyes con las que casi siempre estaba de acuerdo.
Acato la ley , pero no soporto las injusticias, soy rebelde y quijotesca cuando se trata de defender a alguien contra el abuso, o el menosprecio hacia una persona débil.
Y aún siendo pequeñaja, me convierto en un basilisco e impresiono, créame.
Me han dicho que tengo bastante soberbia, honradamente creo que no, las personas soberbias carecen de compasión y por naturaleza, soy compasiva y empática.
Sin embargo reconozco mi orgullo, disfruto de todo lo bueno que he tenido y tengo ( mis seres queridos), me llevo bastante bien con mis cosas buenas y trato de mejorar los defectos, algo que no consigo pero lo intento.
Salvo en un período de cuya duración no quiero acordarme, no me quejo, trabajo por lo que creo que merece la pena y procuro dar alegría a los que me rodean. Tal vez por eso no puedo compartir el sentimiento de las mujeres, salvo las maltratadas, que lloriquean porque no han tenido botitas de pequeñas y son la voz de su amo.
Me gusta la igualdad, respetando las diferencias entre hombres y mujeres, que existen y son necesarias.
Quizás porque mi abuela, la mujer más importante de mi vida y mi suegra también, eran mujeres bragadas, como dijo alguien; valientes, generosas y seguras que, con su comportamiento, constituían el pilar de la familia.
Exactamente como Ud. es la heroína de mi historia.
Estimado Sr. Pérez-Reverte:
Lena habrá de recobrar su mirada idealizada cuando a finales del verano una tormenta sacuda su paisaje costero hasta más allá de las montañas, haciendo despertar del letargo cotidiano al héroe que siempre hubo, pero que ya no recordaba.
Luego, recargado en las aguas sobrecalentadas de un Mediterráneo que ya no reconocen y transformado en medicán, Daniel arribará inundando el desierto y descargará su furia sobre miles de almas que nunca conocieron el reposo.
Casi mediada la novela -a ver como lo digo sin destripe- me entero de la absurda traición voyerista del barón y el motivo principal de la venganza y el rencor de Lena. Es absurdo ponerse tan en contra sentimentalmente de la compañera de tus días, buscándote un enemigo soterrado y cruel de por vida, cerca o dentro de tus propias sábanas compartidas, aunque éstas dejen de serlo.
Como dice don Arturo «A esa mujer, a ese soldado derrotado y perdido, sólo queda el recurso de la venganza: ajustar cuentas y morir matando». Lo harán, vaya si lo harán, normalmente de una forma lenta, pausada y rebuscada, buscando las vueltas a las cosas y a través de la tortura sicológica, en los gestos, en la confianza, en las palabras y en sus actos. Se llevarán por delante prestigio, patrimonio y felicidad, les dará igual sacrificar todo. Nunca volverás a sentir aquella seguridad y tranquilidad en la morada, de la compañía fiel y aliada en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Y tendrás toda tu vida para arrepentirte de haber perdido ese báculo en el que te apoyaste cuando la vida te sonreía.
Nunca traiciones a una mujer. No se olvida, raramente se perdona y ya siempre mirarás atrás o a tu lado con desconfianza. A partir de ese momento serás el perpetuo protagonista de un duelo al sol…y a la sombra.
Estoy de acuerdo con usted sr. B. Como dice Alice Jellen, en otro artículo de hoy de Zenda, la verdadeda heroína es Lisbeth Salander, sin tanta sofisticación y ofuscaciòn vengativa, sin tanta introspección onìrica y, sobre todo, sin tanta autodestrucción cocaínica. La Salander, sin más, hubiera quemado vivo al estúpido baròn, tan poco varón, cual si fuera uno de sus conejos y hubiera seguido viviendo su vida y su viuda. La Salander, verdadera mujer resolutiva. ¡Y a otra cosa!
No veo la necesidad de autoinmolarse, no se justifica, ante las desventuras de un cretino.
Esta descendiente de Torquemada o de Ivan el Terrible, tiene un evidente problema psiquiàtrico que le impide seguir viviendo normalmente, mandando al estúpido baròn a tomar por… o a asarlo de una vez cual conejo al horno.
Un abrazo.
Es cierto lo que dice, estimado señor Ricarrob. Así como también es cierto lo que dice don Arturo: que esta vez necesitaba como protagonista femenina a una mujer diferente, debía ser una que se siente o se sabe una derrotada. Y coincidirá usted conmigo que la Salander puede ser de todo menos derrotada. La pegan, la violan, la martirizan, la dejan sin casi recursos o lo intentan y, ya puestos, sus enemigos varones emplean múltiples formas para asesinarla. Pero ella resiste todo, puede con todo, descubre las flaquezas del contrario y, al final, termina por destrozarle y salirse con la suya. Nunca se rinde. Tendrían que entrevistarla al mismo tiempo los presentadores del Hormiguero y el de la Resistencia. Y a ambos tendrían que despegarlos con espátula de las paredes del estudio. Pero es que la de don Arturo no ha salido heroína, salió cocainómana y se entretiene hasta con las musarañas.
Yo, por mi parte, aunque me encanta la luz y el color del mar y del cielo griego, detesto el sabor del vino resinoso y de los (dolmades) alimentos envueltos en hojas de parra. A mi se me encuentra con un vino blanco sueve tipo Alma y una buena ración de patatas bravas, de las de llorar…
Un abrazo picante.
Aunque mi memoria no es lo que era (dicho este tópico tengo que añadir que mi memoria nunca fue lo que era), creo recordar que, en La Rioja, creo que en Arnedo, con la tradición de las brasas de los sarmientos, se cocinan, a nivel popular unas excelentes sardinas envueltas en hojas de parra. Y, metidos y asados ente las brasas, envueltos en ellas, unos huevos cocidos que son manjar de dioses. Acompañado esto con un buen vino de la zona, uno recio, de bodega familiar, el Valhlalla está asegurado.
Y todo esto, ya que la gastronomía nunca está de más, demuestra la estrecha ligazón que nos une a todos los pueblos del Mediterráneo, en su forma de comer, de vivir y de disfrutar de los mejores instantes de la vida. Aunque, para decirlo de verdad, soy de los que piensan que el Mediterráneo, sus tierras y sus gentes se extienden infinitas por toda América, más abajo del río Grande. Todo esto, hay que decirlo, es la antíresis de la hamburguesa y de la barbacoa, malditas sean. Conservemos, por favor, nuestra exquisita gastronomía mediterrànea.
Las hojas de parra, los sarmientos, el vino, las sardinas, las chuletillas, el cordero y el cabrito (no, sr. B., esta vez no es una referencia a la política), las aceitunas, el aceite… las mujeres… la vida, todo eso de la que los anglosajones, los germanos y los eslavos, no tienen ni zorruna idea…
Pués si, sr B., la Salander es la antítesis de la Lena. De nuevo Grecia, Lisbeth es una moderna Medea, vengativa también, pero resolutiva sin ambajes. Nunca me ha gustado Helena de Troya con sus desaguisados, sus tejemanejes y sus guerras sin dar ella palo al agua. Prefiero las mujeres resolutivas, inteligentes y sin complejos que las derrotadas sin remedio. Salaneer es la sardina o la chuletilla, y Lena es la hamburguesa.
Un abrazo.
Chuletillas de cordero chamarito al sarmiento y vino joven clarete, en porrón, recién sacado de la cuba, removiendo y metiendo el brazo remangado entero para no coger el alcohol de la boca del depósito, de madera o de cemento, así era entonces la mejor reunión de amigos en La Rioja, «cascahueses» y «olivas» verdes y negras, servían de aperitivo hasta que salían las chuletas, vuelta y vuelta, la lumbre no escota, de la parrilla y las brasas…
¡Qué tiempos tan buenos!
Lo dicho, placer de dioses. Nada que ver con las exquisicoces de mister choff. ¡Bebiendo en porrón, como antiguamente! Dejar que el chorro resbale lentamente y con parsimonia, pero sin pausa, a todo lo largo del paladar y la lengua, con un flujo constante. Todo un arte saber beber bien en porrón. Y comiendo chuletas con las manos, por supuesto, llenas de grasa.
Las femichorras de ahora, tendrían que aprender de los personajes femeninos de sus novelas.
No puedo participar – y lo siento – porque estoy esperando la traduccion en francés de la novela, pero me gusta el texto del gran escritor que es don Arturo.
Qué bella su prosa don Arturo, siempre! Gracias. Desde Argentina lo saludo
Las derrotadas
La libertad ilumina todas las cosas. UCM
A orillas del mar Egeo
Reverte se toma un vino…
Mientras Trump, en su apogeo,
Le pone arancel al chino.
Reverte piensa en su griega
Saboreando el «resitna»…
Otros hay, aunque lo niegan,
Que ante el triunfo se resignan.
El loco «pelinaranja»
Junto a Melania celebra…
(Y Biden, por su esperanza
De que la «¡qué mala!» pierda)
Son ya dos «empoderadas»
Las que palman la elección,
Y un gagá, como el que nada,
Le ganó sin discusión… (Ejem)
Ni en Arkansas, ni en Indiana,
Vence la doctrina woke.
¿Harán club las «derrotadas»
Tipo «Sexo en Nueva York «?
Perdón si este no era el día
De comentar esto aquí…
La «derrotada» más fría
Seguro que está en Madrid.
La Melania, eslava como la derrorada de don Arturo pero traga con todo… por ahora. Lo del dicho: dame pan (y vestiditos) y llámame Melania.
Y, este, el Trumpete es capaz de nombrar secretario de defensa a un milenarista del fin de los tiempos…
Como me gustaría que esto fuese mío..
Pero no lo es, sólo algún arreglo que completa algún lapsus de memoria de quien lo contó:
Con sobrada inexperiencia,
Y en aras de la osadía,
Subieron al cielo un día
La hermosura y la opulencia.
Pidieron con insistencia
Que las dejaran entrar
Mas fue en vano, que a pesar
De ser gente tan preciada,
Junto a la puerta cerrada
Se tuvieron que quedar.
En cambio siempre que henchida
De claro y tranquilo vuelo
La virtud sube al cielo
En busca de mejor vida,
Por ley jamás abolida,
Aunque no pueda ostentar
Una belleza ejemplar,
Ni esté de galas cubierta,
Aquella cerrada puerta
Se le abre de par en par.
Es la mujer para el hombre
como la rosa y la espina;
rojo terciopelo elegante;
pero inclemente al hastío
Es importante decir
y declamar a todas voces,
que sin ellas,
el mundo sería un desierto.
La mujer no solo es madre
es también, hogar, fuego y refugio,
para los hombres que aún pensamos,
que el mundo es de nosotros
Sin entender que sin ellas
no habría mundo; ni estrellas;
ni sueños; ni rumbo
para indicar las certezas
Magnífica reflexión
Que genialidad!! salud Don Arturo!!!
Hacía mucho que no me guardaba un artículo suyo.
Touché
Señor Perez Revete; que bien pinta usted un momento; un personaje; la vida.
La mujer derrotada. Creo yo que se es hombre solo si podemos comprender ese momento en la vida de una mujer, cuando pierde su encanto juvenil, y solo queda el ser valiente y desprotegido que contra viento y marea lucha por sus hijos, por su hombre, por su vida.
Son las que al despuntar el alba, salen de su casa a ganarse la vida de la forma que sea, sin mucha contemplación de la tarea a realizar; da lo mismo, una fábrica, una máquina de coser, o limpiando inodoros ajenos. Lo importante es llevar el pan a la mesa, y además al final del día brindar a su niño, una caricia y una sonrisa; sabiendo que el futuro es tan incierto como un cuaderno en blanco.
Muchas mujeres derrotadas hay; pero bien vale la pregunta, ¿están derrotadas?, o aún les queda ese fuego interior, que a mí en particular me subyuga; porque a decir verdad no hay mujeres ni feas ni débiles, todas poseen algo más, o mucho más para brindarle al hombre que aman…o que dejaron de amar; y ahora otras playas pueden ser más atractivas.
Cordial saludo
Quizás, alguno, olvide una máxima en esta vida.
El, o al caso la, más peligrosa es aquella que no le queda nada. De ella o él, es de quien debes guardarte las espaldas, ni una espada necesita, para hacerte explorar hasta la última gota de aire que queda en los pulmones.
Es entonces cuando verás, el último aliento de vida, que se escapa sin remedio por la herida de tu corazón.
Nada que vengar, quedará entonces, ni por rabia o pesar, levantar una lanza.
Desarmado sin escudo ni dinar, indefenso te dejará, la diosa Juno Moneta.
Ese día llegará, tarde o temprano, sin remedio, entonces olvidarás, el clamor de la legión, que arrasó tú corazón.
Quizás quede algo de esperanza, y seamos capaces de salir de un sueño en bucle, sin razón ni corazón.
Un optimista informado, que viene a ser lo mismo que un pesimista, sin dinero ni salario, le saluda un ABmirador, buenas tardes, disfrute usted del fruto de su trabajo.
Sólo una salvedad, sr. DGA. Las más peligrosas, también son las que lo tienen todo y temen perderlo. Las vemos todos los días en la política. Se defienden como gatas panza arriba.
Tras leer el artículo y los comentarios, entre Lenas y hasta Melanias, tengo que admitir que como varón, nacido por tanto con pecado orignal de ser varón (y quizá hasta de ser por ello un violador en potencia como dirían algunas más sueltas) me he quedado con un sabor agridulce y una sonrisa burlona en la cara.
No será mi intención aquí negar existencia de bien demostrado y (por suerte) bien pasado patriarcado Occidental de los siglos pasados, aunque dar la lata con él me cansa tanto como ir sacando el franquismo del armario. Lo que, sin embargo, me chirria enormemente es tan conspicua hoy en día que hasta vulgar la constante justificación e idealización de lo femenino donde parece ser que hasta kaka huele a rosas. Pero igual lo escribó desde la posición de ese mal afortunado hombre que no es violador sino que tuvo mala suerte de cruzarse dos veces con unas locas que al parecer no entendían No es No ( no en sentido sexual sino como derecho de romper una relación no satisfactoria). Y es entonces cuando ví en primera persona que hay una doble vara de medir social, que un hombre no tiene herramenientas legales ni sociales para defenderse de una mujer manipuladoro o violenta. Y que hasta a veces cosas de principios más básicos como violencia es mala, no es tan mala para algunas mujeres cuando dicha violencia tiene como objetivo a un varón (auqnque, indirectamente, haciendo uso de pagafantas de turno).
Lena, pero no del libro en concreto sino Lena como símbolo, es una persona cuyo empoderamiento tiene tanto que ver con un verdadero empoderamiento femenino como tiene que ver Partido Comunista Chino con Marx. Responsabilidad es palabra ajena en su diccionario, solo existen culpables de sus desdichas y decisiones, su hombre tiene que ser a la vez su Rey y su Siervo, el que consigue un ideal que ella no consigue por si misma y el que lo comparte con ella. Y si, valga Dios, el hombre fracasará en su misión, en vez de un hombro en que buscar consuelo por la derrota, no le espera más que ua puñalada por la espalda. Por perdedor. Oiga, viva el amor! Que Dios me protege de Lenas!
Terminaré con una frase de Carl Jung, no porque lo considere especialmente exclusiva de mujeres, sino como contrapeso de lo que he leído aquí. Gracias! Y perdonad mi castellano, no es mi lengua nativa.
“A particularly beautiful woman is a source of terror. As a rule, a beautiful woman is a terrible disappointment.”
Lamento encontrarme con tanto desencanto en su comentario. Demuestra, en mi opinión, que su relación con lo femenino no ha sido, desgraciadamente, todo lo agradable y enriquecedor que debería haber sido. Igual que con los varones, no hay mujeres feas, hay mujeres que se cuidan y mujeres dejadas. Y respecto a la peligrosidad, las mujeres comparten con los hombres la posibilidad -es algo esencialmente humano sin distinción de sexo- de ser peligrosas según las circunstancias, las compañías y las condiciones de todo tipo de su existencia hasta ese momento. Tal vez se diferencian, en todo caso, en las armas que emplean para atacar y defenderse de las agresiones, mas psicológicas y racionales e incluso normativas que las de pura fuerza bruta, propia normalmente de los varones a lo largo de la historia.
Y, por último, no creo que la idealización de otro sexo sea patrimonio exclusivo del varón, si no no se explicaría que, hasta hace poco tiempo de forma mayoritaria, ellas abandonaran trabajo, estudios e independencia, inclusive teniendo hijos y cuidándolos casi sin límite de dedicación, para constituir una familia con su hombre amado.
Muchas veces para poder dejar una relación insatisfactoria lo mejor es no empezarla, según las formas, lugares y cuidados en los que comienza.
Atentamente: Eleno Francis.
¡Qué maravilla, Maestro!
Bueno, si vas a beber vino, y encima vas a brindarlo por Katelios, ole tu p**** molinera. Pero te ha costado decir mujer tres adjetivos. Espero que eso… No espero, no lo vas a corregir viejo lobo. Pues nada que me alegro mucho lo del vino, no te pases con la botella. O si! Depende como tengas el día.
Un saludo y un fuerte abrazo.
De nuevo gracias Arturo, ya con setenta años, y siguiendo tus artículos, tus libros, desde que aras un joven reportero allá por los años setenta del siglo pasado, hoy, ahora, recién leída tu última novela, en aguas del Egeo, puedo decir, que no es una historia nueva, sino por el contrario es la historia eterna de hombres, de mujeres, fuertes, vencidos o no, en el mundo de siempre, terrible e implacable…
Gracias sí, por qué a lo largo de tantas historias, maravillosamente contadas, he aprendido a conocer mejor el alma humana, en sus profundos motivos y contradicciones; ahora con setenta años sigo descubriendo quién soy,quienes somos gracias a tus libros.
Atte. En un lugar de la Mancha
Ya no busco, en los libros, ni en las estrellas… ahora sólo escucho, las enseñanzas que me comunica, la sangre…»»» ( Hermann Hesse ) dixit
Las mujeres ya nacemos derrotadas por nuestra propia esencia, de ahí que la venganza a veces sea justicia poética .
Vengo , sin falta ( o casi…) por El Maestro.
Pero sus » comentarios» ( de enorme calidad literaria ) D. Ricarrob, son una razón más para mi visita semanal.
Saludos desde Portugal ( the country next door,,,)
J.P