Manuel Marlasca lleva treinta y seis años como reportero de sucesos en distintos medios y ha coescrito varios libros de no ficción sobre el tema que domina. Era impepinable que antes o después volcara su larga experiencia en una novela negra, llevando lo real al terreno de lo imaginario. Y a los 57 tacos se ha estrenado en el género con Tú bailas y yo disparo (Destino, 2024), título muy cinematográfico, que es lectura aconsejable para los pipiolos que sueñan con ser pepinillos (policías novatos) para vivir emociones intensas, perseguir a los malos en coches de alta gama y ligar a troche y moche. Porque en el mundo real, señores míos, ser defensor de la ley es un tostón. Un trabajo tedioso, sufrido y exasperante, en el que además pones tu vida en riesgo más que en cualquier otro oficio, salvo el de trapecista o bombero.
Los principales protagonistas son los componentes del grupo X de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, que existió realmente en el año 2002, cuando se producía casi un centenar de muertes violentas al año. El inspector Jimmy Valle, de mediana edad, que vive con su gato Udyco, heredado de su ex, gran lector de novela negra. El veterano subinspector Luis Mangas, dotado de un fino olfato de sabueso, y Paula Vicente, la más joven y más que suficientemente preparada. Habla francés e inglés, tiene dos grados universitarios y maneja con soltura cualquier herramienta informática forense. Su carrera va a ser meteórica, reflexiona Jimmy, pero todavía le falta lo que sus compañeros ya tienen: calle e instinto cazador. Noa Palacios y Quique Guerrero son sus superiores directos.
Representan tres distintas generaciones, con los gustos musicales propios de su edad, cuyos contrastes muestran la evolución de los componentes del cuerpo policial. Desde los que se alimentan con bocatas de lomo, pimiento y otras bombas calóricas a los jóvenes de ensalada de quinoa y barritas energéticas que esculpen sus cuerpos en el gym. «Ser madero hoy día no se parece en nada a lo que era serlo hace diez o veinte años», le dice a Jimmy su superior, Quique, cuando el inspector despotrica contra los políticos. «Ahora los policías que salen de la escuela ganan un dinero bastante digno (…). Los turnos de la gente de Seguridad Ciudadana son un chollo; los chavales siguen estudiando y tienen un montón de especialidades para elegir… No nos podemos quejar. Y ese cambio se lo debemos a los políticos, no a ningún tipo con placa, uniforme y botas».
El grupo X se enfrenta a un caso peliagudo: el asesinato de una mujer cuyo torso con los pechos amputados aparece dentro de una maleta en una nave abandonada. Sin dentadura y sin huellas, solo cabe cotejar su ADN con el de las desaparecidas de su edad y constitución. Un golpe de suerte acelera los trámites. Paula tiene la corazonada de que se trata de una prostituta y pide ayuda a Julia Zaldívar, de la UCRIF, unidad dedicada a la lucha contra la trata que, al detectar un mínimo detalle en los fragmentarios restos de la víctima, les proporciona su identidad. A partir de ese momento se vincula al trabajo del grupo, no solo profesional sino también emocionalmente. Ella es la que baila mientras Jimmy dispara.
Un nombre, Minerva Caviedes, es un hilo del que ir tirando. Un hilo frágil y quebradizo, pero el único del que disponen, y se activa el poderoso arsenal de la policía moderna. Bases de datos —Argos, Siraj, Sidenpol—, grabaciones de cámaras de seguridad, móviles, matrículas de vehículos… El problema es que los criminales de altos vuelos van varios pasos por delante en cuanto al uso de tecnología para delinquir. Cuando al final consiguen la imagen de un sospechoso, Mangas intuye que es el mismo asesino con pinta de sicario que cinco años atrás mató a un cirujano en el portal de su casa cuando regresaba de hacer running.
Gracias a su larga experiencia sobre el terreno Marlasca se mueve como pez en el agua en la descripción de los procedimientos de la investigación, incluidos algunos truquillos como romper la luna de los coches de determinados individuos reticentes a tratar con la pasma para que vayan a la comisaría a denunciar y pillarlos allí por sorpresa. Entre tantos recursos técnicos, al final es una simple foto antigua el nexo que une los dos crímenes, el de la mujer descuartizada y el médico, que permite, tras muchos esfuerzos, sacar a la luz una red de extorsión que utiliza prostitutas de lujo. «Las putas, para muchos hombres, ni siquiera tienen la condición de seres humanos», afirma Julia, la más sensible del grupo, que lleva una pesada mochila de culpa a causa de algunos errores suyos que costaron vidas.
Tú bailas y yo disparo combina el thriller con un retrato veraz de lo que hoy significa ser madero en España. Los roces ocasionales con algunos jueces, las rivalidades entre secciones, la relación con los mossos, las secuelas de la lucha contra ETA… «Muchos de los que estuvieron en la lucha antiterrorista tienen sombras muy largas y cierta sensación de impunidad», comenta Jimmy a Julia. «En aquellos años tuvieron que traspasar líneas que hoy es impensable que nadie pueda atravesar». Y el desdén de la tropa por esos jefes «que no saben lo que es la calle ni lo que pasa allí, y nunca han tenido en la boca el sabor amargo que dejan los cafés una noche de troncha o de redactar diligencias, ni conocen el olor del miedo y del dolor».
En su salto a la ficción, Marlasca da muestras de su capacidad para describir físicamente a los personajes, incluso a los figurantes, como una controladora de aparcamientos. «Valle observa a la mujer. Debe de tener menos de treinta años, pero su piel está avejentada, seguramente a causa del tabaco (…). Sus ojos son de color miel y muy grandes, pero están apagados, sin brillo, y sobre ellos tiene lo que parece el boceto mal dibujado de unas cejas. Encima de los labios, sin rastro de carmín, luce unas arrugas perpendiculares, como un código de barras, propias de alguien mucho mayor».
Creo que Manel Marlasca tiene bien merecida esa placa honorífica, pues seguro que muy pocos civiles se orientan tan bien como él en el complejo entramado de siglas en las que se ramifica el tronco policial: UTE, UIP, UPR, UCRIF, DAO, DEVI, UDEV, DIC, UCAO, GOIT… son las que aparecen en las páginas del libro, y puede que me haya saltado alguna. Solo le reprocharía que llame Milos Buffalo al sicario. Si uno va liquidando gente por encargo, mejor un nombre más común, como José García o Francisco Pérez. Y si se lanza a una serie con el grupo X, que ascienda al subinspector Luis Mangas. Es todo un crack que cae simpático.
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Autor: Manuel Marlasca. Título: Tú disparas y yo bailo. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
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