Este poemario, escrito en su mayor parte en el 2020, transmite el temor y la incertidumbre de los tiempos pandémicos, sin mencionar la covid-19 ni usar el neolenguaje creado por los medios de comunicación. En vez de eso, el autor nos entrega una elegía y, a la vez, un himno de elogio y gratitud a la vida.
En Zenda reproducimos cinco poemas de Hable la luz (Olé), de José Luis Zerón Huguet.
***
LA HORA DE LA CULEBRA
Como las lágrimas de una madre ante
el cadáver de su hijo en la morgue,
como el exiliado ante la tierra prometida,
como el mendigo que remueve
los cubos de basura
con mecánica precisión,
como las colas tristes
del paro, como la multitud ciega de espanto,
huyendo de los bombardeos,
como el osario olvidado en una cuneta,
así es mi rezo
sacrílego a la nada,
la oración de quien quiere
creer bajo las bóvedas de un mundo
que se desmorona dócilmente,
la plegaria de quien
no es capaz de encontrar respuestas
que cieguen los ojos de la derrota.
***
RITUAL
En un cañaveral rodeado de escombros
los ojos de la mantis
miran el cuerpo,
casi cadáver,
de una langosta.
Un gesto mío bastaría
para romper el hechizo, pero yo
también siento en mi sangre
el ansia de la devoración
La tórtola inicia su canto,
la abubilla rebusca
en la basura
y el ratonero
acecha en el aire.
Vierte la mantis
el veneno de su mirada
en el corazón de la víctima.
La diosa se arrodilla y junta las manos.
La paz vaticina el festín.
***
CANTO DE LA VIDA BREVE
El hombre es solo testigo momentáneo de tanta belleza sin motivo.
F. Umbral
Si he de morir, ¿por qué
la vida aún deslumbra
mis ojos?
¿Por qué esta niebla de azafrán
en las acequias
edifica con ruinas
altares de plenitud?
¿Por qué la geometría de las enramadas
diseña el esplendor de todo cuanto me exalta?
Si he de morir,
¿por qué grito
un sí sonoro a todo
lo que perecerá
como un aroma dulce
a limones y naranjas caídas,
como un grito de ave oculta en la fronda?
No hay respuestas en los límites de la certeza,
no hay donde poder orientar
nuestra esperanza en este
mundo convulso
que se disputan
Aión y Cronos.
Si yo pudiera elevar un hospicio
contra la desesperanza y el fracaso,
si yo pudiera habitar
los ojos del animal muerto
y devolverles la mirada,
si yo pudiera garantizar la dignidad
de tantos cuerpos despreciados,
si yo pudiera hacer que mis deseos fueran fuego
y no residuos de fogatas apagadas,
si al menos pudiera evitar
que el desdén, el dolor,
la mentira en jauría
violen la inocencia de la palabra llena,
si yo pudiera posar
mis labios donde la vida se muere,
escuchar el eco del estallido
primordial en la bóveda del infinito,
si yo pudiera…
Pero solo soy alguien mortalmente vivo
que en su insignificancia ansía
el calor del sol que lo ignora,
los azúcares de una sed que no conoce límites
alguien que forma parte de esta
fugaz orfebrería vespertina.
No soy más que el mochuelo
que grita en lo alto de la palmera
y que en un instante alzará el vuelo.
No soy más que la pulpa
de los primeros frutos del otoño,
Solo soy alguien, solo alguien
que huye buscándose en el camino
del instante,
alguien que deja caer un ancla en el piélago
del estremecimiento,
alguien insignificante que ha de morir,
y que como tú me pregunto
si seré capaz de mantener viva
la llama que se extingue
y hallar en las sombras, como desearía,
las aladas semillas de la luz,
la gloria de un júbilo que palpita
en la liturgia de la carne.
Solo soy alguien como vosotros,
expuesto a la codicia
de tanta belleza sin motivo.
***
AB OVO
Para María Engracia Sigüenza
Miras el cielo y sientes tu insignificancia
en esta galaxia tan insignificante
en la inmensidad del universo.
Preguntas el porqué de tanta grandeza y cómo
siendo esta inconcebible, no ha aplazado
sus ansias de crecimiento y sigue expandiéndose
hacia la nada o el eterno retorno.
Tú, tan solo un átomo entre tanta vastedad,
interrogas al creador
que se esconde en la maravilla de su creación,
y en vano preguntas, pues el oráculo calla.
Tú has nacido en un abismo entre soles
para nombrar
aquello que no es si no es percibido.
Hay un dios en tu mirada
y en tu voz cuando en medio
de lo infinito y de lo infinitesimal miras
y nombras la imposibilidad de aquello que es
en la oceánica bravura
o en la oscura quietud.
Tenemos el poder de nombrar el mundo que nace
y muere con violencia,
pues el universo no sabe
que sabe, y durante
miles de millones de años creció
buscando la mirada
de nuestros ojos
e invocó el apetito visionario
que llamamos existencia para existir
él con nosotros,
porque no es aquello que no vemos ni nombramos.
***
ANGELUS NOVUS
Para Paco Illán
Nuestros abuelos vieron agrietarse
los colores en los huertos quemados
y conocieron la paz de las ruinas
y se sintieron náufragos
de la desolación.
Ellos escucharon el grito
marítimo instándoles
a romper lazos con la luz
de una mañana gris
y repetitiva.
También nuestros padres caminaron por senderos
de zarzas añorando la contienda
de las aguas y el vuelo de alta mar
cuando las Parcas olfateaban libidinosas
el olor a deriva.
Resonaba una paz mentirosa en las ciudades
y aldeas, en campos y montañas,
y en los valles recónditos,
y las siervas elevaban santuarios
consagrados a un dios
sin edad ni razón.
Ahora nosotros vemos
cómo declina
la luz de la certeza
y el futuro es solo una altísima
mirada invocadora
cuando el azar ha borrado todas las regalías.
Y también nosotros tememos a la muerte
y su vacío,
y le plantamos cara
con el orgullo derrotado,
y soñamos una más alta invitación
sin clausura ni guardianes, deseando vestirnos
de fiesta para encender
fogatas en el corazón
de las encrucijadas.
También nosotros deseamos
despojarnos de nuestras ropas
y sentir la carnal humedad de la mar
y la llama radiosa de su savia.
Henos aquí
deseando que el frío
anuncie nuevas claridades.
Henos aquí esperando
a que concluya
el recuento de tumbas
para renegar de la usura
y compartir la exultación,
para suplicar el abrazo cómplice.
Volveremos a sentirnos vivientes,
cuando traspasemos, ebrios de mar, los umbrales.
Ser allí, en el lugar
de los ímpetus y los fragores sin guaridas,
y ser aquí,
en la extrañeza de vivir como uno solo,
sin multitudes,
próximos y remotos,
sin dirección ni alcance
y solo con el mismo
vértigo de vuelo y fuga, con la misma sed
de impotencia y plenitud que sintieron
nuestros antepasados.
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Autor: José Luis Zerón Huguet. Título: Hable la luz. Editorial: Olé Libros. Venta: Todos tus libros.
BIO
José Luis Zerón Huguet (Orihuela, 1965) fue cofundador y codirector de Empireuma, revista de creación. Desarrolla una actividad cultural diversa. Su producción poética editada consta de dos plaquetas y diez poemarios Ha sido incluido en varias antologías y ha colaborado con ensayos, artículos, cuentos y poemas en numerosas revistas nacionales e internacionales.
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