Una historia alucinada. Ropa tendida (Anagrama) del leonés Óscar García Sierra es eso, un viaje por un valle perdido en una niebla naranja en la que avanzan a tientas personajes sacados de un cómic de humor negro. Está Xairu —no me llames así, llámame Jairo—, está La Juli, está la madre que trabaja en una residencia de ancianos —los viejines, el gran negocio de la despoblación—, está la hermana que se fue a vivir a León capital y quiere ser escritora, está el padre prejubilado de la mina que no se entera de la vida.
Entonces, a medida que entro en la historia, y me olvido de mis propias historias, la inquietud aumenta. Creo que ese es el gran descubrimiento de la novela, el tono que transita entre el humor negro y la inquietud, entre lo que parece costumbrismo y de pronto es casi terror. Es una novela que retrata la ruina —y vuelvo a la ruina—, la ruina física, moral, humana, de un paisaje. Retrata el abandono. Personajes que intentan sobrevivir entre las ruinas. Y que miran a sus padres, las vidas arruinadas de sus padres, y ven el abismo arruinado de sus propias vidas. Y eso es lo más duro, el ciclo se repite. De padres prejubilados de la mina —porque las minas se abrieron y trajeron prosperidad y las minas se cerraron y trajeron abandono— salen hijos que se prejubilan de la vida sin ni siquiera haber empezado a trabajar.
Entonces están las drogas.
Las drogas que en todo el noroeste hicieron estragos en los años 80 y 90 —no olvidemos que León está en la ruta de Galicia a Madrid— siguen haciendo estragos en los dosmil y pico en el mundo rural. La coca tiene casa en León y tan ricamente. Los personajes de Óscar la manejan bien. El perico, el pollo va y viene, entra y sale. ¿Vamos al baño? Vamos al baño y al baño van entre váteres, meados y espejos sucios. ¿Vamos al baño? Es un mantra, un estribillo, una contraseña no tan secreta.
Entonces está el mono. La alucinación del mono, la arcada, aquí el relato vira hacia algo así como Miedo y asco en el Noroeste. De bar en bar, por carreteras secundarias, no vayan a aparecer los picoletos.
Y la Central Térmica de La Robla. Que estar no está, ese es el problema. Las enormes chimeneas de la Central Térmica fueron parte del paisaje durante más de medio siglo. Ingenieros, obreros, médicos, la central le daba caché a La Robla. En mayo de 2022 se demolió la central. No creo que hubiera un solo leonés que no viera los videos que circularon por las redes. Un pequeño terremoto y voilà. Se acabó el único recuerdo del pasado minero industrial de todo el norte de la provincia. El polvo de la central, el polvo naranja, está en cada una de las páginas de la novela. Me meto en la cama a leerla y parece que se me escurre entre las páginas y dibuja manchas sobre la almohada.
Una novela que mancha.
Y a veces te saca una risa un poco histérica. Porque humor hay, tan negro como el carbón de las minas cerradas.
—Hostia el pan —le interrumpe Isidorín cuando están ya casi en Puente de Alba. La carretera está vacía. El polvo naranja está metido entre las montañas aún a varios kilómetros de La Robla. Una vieja sale barriendo de su casa y vuelve a meterse dentro barriendo marcha atrás.
Entonces está el tiempo. El tiempo no existe en esta novela porque al volar la Central, los personajes, La Robla, León entero, entraron en una dimensión espacio temporal aparte. La historia flota en ese tiempo indefinido, entre el inmediatamente antes de la voladura y el inmediatamente después. Nadie parece haber visto la voladura, pero todos hablan de ella. Es el acontecimiento más relevante que ha sucedido en la zona en décadas. Y su polvillo naranja es como las radiaciones de Chernobyl, se mezcla con el polvillo blanco del perico, con el polvo de los caminos, con el polvo de los pisos de protección oficial, con el polvo de las vidas rutinarias de los protagonistas.
A veces descubres atisbos de paisaje entre el polvo. La montaña, la orilla del Bernesga.
Pero todo se mueve en esa niebla naranja.
Entonces está el amor, que también se atisba entre la niebla.
De madres a hijos, de hijas a hermanos, de hermanos a padres, y de parejas que no lo son. O sí.
Entonces está la sangre.
Peleas de yonqui. Ajustes miserables de cuentas. Puñetazos, narices rotas, botellas rotas. Palizas a novias.
Entonces está el perico.
Y está y está y vuelve a estar.
Ropa tendida es una indagación alucinada en las vidas que quedan detrás de la desindustrialización. Vidas rotas, pero vidas.
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Autor: Óscar García Sierra. Título: Ropa tendida. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros.
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