El docente e investigador universitario Fernando Bonete es, además, un excelente divulgador literario, como bien saben quienes transitan esos tortuosos caminos de la difusión cultural en redes. Bonete ha logrado salir de esa pequeña caja de ecos y espejos del mundillo digital y ofrece con éxito sus conocimientos al público amplio sin merma de calidad y con la dificultad de un formato que no parece el más adecuado para difundir cultura.
Bajo la premisa de “dicen las malas lenguas que…” tan propias del mentidero literario, Bonete despliega un saber que se inicia en Safo de Lesbos y culmina con J. K. Rowling.
El libro consta de cien capítulos breves, donde se centra en autores concretos de toda la historia literaria occidental. Cada capítulo tiene el objetivo de desmentir o demostrar alguna anécdota biográfica que ha perdurado a lo largo del tiempo, engrandeciendo o humillando pero siempre mitificando al autor en cuestión. Muchas de las anécdotas discurren hoy en día en ese foro de verdades y mentiras que es la Red, y Bonete se ha molestado no solo en localizarlas sino contrastarlas con referencias serias, como bien muestra en la bibliografía final. El resultado es un anecdotario contrastado de vidas de escritores que, a mi modo de ver, dice más de lo que aparenta.
Me ha parecido acertada la amplitud de perspectiva del autor para seleccionar a los protagonistas de este libro. Podía haberse centrado en las figuras canónicas, pero ha preferido aventurarse, sobre todo en la época contemporánea, con escritores que no suelen aparecer en las historias de la literatura ni en los libros de texto, debido probablemente al género que les hizo famosos. Nos habla de literatura infantil y juvenil, terror, novela negra, fantasía y por supuesto ciencia ficción, un género que está especialmente representado. Como consecuencia, encontramos a pocas páginas de distancia a Joyce y a Tolkien, a Philip K. Dick y a Nabokov, a Lovecraft y a Kafka. Un original cóctel que debería ser más habitual.
Con pocos y sencillos trazos, el autor nos acerca la vida de los escritores, de forma que aprovecha el espacio para tener una visión certera y cercana de lo que pudieron ser en vida. Gracias a ese estilo impresionista, personajes tan distantes entre y complejos a su manera como Molière, Burroughs o Fosse se nos hacen presentables. Por supuesto que Malas lenguas no suple ninguna monografía, ni pienso que sea esa su función, pero tampoco corre el riesgo de caer en un batiburrillo de historias confusas y deshilvanadas. Este sentido de unidad está logrado por esa voz sutil pero constante del autor, que no se impone pero tampoco abandona a un lector que siente que le acompaña elegantemente a lo largo del extenso camino literario.
Al finalizar la lectura de Malas lenguas, y tras esa centena —que se dice pronto— de catas biográficas, uno siente la sensación de salir de una fiesta en la que se ha reencontrado con viejas amistades, con autores en los que no pensaba desde hacía años. Pero también, y siguiendo con la imagen de la fiesta, sale con la sensación de que le han presentado otros escritores, conocidos pero poco tratados, y que en ese lapso se ha llevado una impresión mucho más cercana de ellos. Por supuesto que también ha encontrado a autores cercanos que han contado historias ya conocidas, pero son anécdotas que con los buenos amigos siempre se escuchan con interés. Una fiesta, en definitiva, que es todo un éxito gracias a Fernando Bonete, un excelente anfitrión que con experiencia de director de orquesta ha logrado crear armonías con instrumentos tan variados.
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Autor: Fernando Bonete. Título: Malas lenguas. Editorial: Ediciones B. Venta: Todos tus libros.
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