Inicio > Actualidad > Entrevistas > Manuel Jiménez Núñez: «Mi obsesión era darles voz a las solteronas»

Manuel Jiménez Núñez: «Mi obsesión era darles voz a las solteronas»

Manuel Jiménez Núñez: «Mi obsesión era darles voz a las solteronas»

Sí, normalmente va primero el libro y luego la película. Aquí ha sido al revés. El documental Solteronas se estrenó en 2023 y un año después ya hay versión de ensayo. Manuel Jiménez Núñez (Málaga, 1973) es el director del documental y el autor del libro, su primera obra escrita. Con una amplia y reconocida trayectoria internacional como director de documentales, logra en Solteronas (Espasa) una exhaustiva radiografía de estas mujeres que no se quisieron casar.

 ******

—Cuéntame cosas de tu tía abuela Mari.

Era una institución, algo así como la soltera oficial de la familia. Posiblemente fuese la única. Era una mujer muy guapa, muy atractiva, muy independiente. Siempre trabajó en Málaga, en una tienda de efectos navales en el puerto. Se compró su pisito y un Seat 600. Siempre la conocí como una mujer perfectamente realizada que había rechazado muchos pretendientes. Era una señora que era diez años mayor que mi madre.

—¿Cuándo falleció?

Pues hace unos seis años, no hace mucho. Falleció después de casarse… porque ella acabó casándose. Esto es otra historia, que cuento en el libro. Estaba tita Mari, pero no estaba el tito. Me llama la atención el cariño que se le suele tener en la familia a este tipo de mujer. Y sin embargo, se las tilda de solteronas, como una amargura.

—Y se las marginaba. 

En efecto. No se hace la correlación. Cuando hay cercanía hay cariño, pero si no se conoce, parece como una evidente marginación social. 

—Supongo que hay gente que dirá que ahora viene un hombre a contarnos la historia de las solteronas, en vez de hacerlo una mujer.

"De alguna manera quería que el libro fuese un vehículo para darles voz, para que ellas contasen su vida"

Sí, eso lo he pensado yo también. Ja, ja. Que está ahora un tío aquí contando lo que supuso ser solterona. Por eso desde el principio he tenido una obsesión: no apropiarme nunca de sus historias. De alguna manera quería que el libro fuese un vehículo para darles voz, para que ellas contasen su vida. A lo largo de los 20 capítulos, lo que hago es interferir lo menos posible, que sean sus experiencias. Tampoco las juzgo. Lo que hago es una correa de transmisión de esas historias que me han contado.

—Es verdad, pero tú interpretas, opinas, das elementos de humor, o sea que tampoco eres un testigo totalmente aséptico. 

No, porque no es un documental y la editorial me obligó. Ja, ja. Yo quería ser más aséptico y ya está. Me decían que yo tenía que estar ahí, pero yo no quería. Entonces me pidieron que al menos contextualizara. Pasa igual que cuando dirijo un documental: sé dónde poner el foco y dónde no. Es verdad que el contexto es mi punto de vista. Me apoyo siempre en cosas que ya me hayan dicho para que me sirva de referencia, pero sí es verdad que en el libro también estoy yo, a mi pesar. 

—¿No pudiste convencer a Espasa? 

No, no. Les convencí de algunas otras cosas que sí fueron interesantes. Por ejemplo, el que no hubiese un índice temático, sino que fuesen las historias de ellas con su nombre y que así evolucionase el libro. Aunque he de reconocer que tenían razón. El contexto enriquece mucho y lo hace todo más interesante.

—¿Cuál fue el criterio para ordenar cada una de las historias? 

"Leí mucha prensa y me nutrí mucho de la hemeroteca de todos los periódicos del mundo. Empecé a anotar cosas textuales en libretas y en el ordenador"

Fue un poco natural. Empecé por orden. Después empecé a escribir un poco cuando me iba apeteciendo. Claro, como yo conocía las historias antes, un día me apetecía contar la de una mujer y otro día la de otra. Después sí fui viendo de alguna manera por cuál iba encajando. Lo único que sí tuve claro desde el principio fue que la primera iba a ser Marian, pero por un detalle: es la más mayor de todas, y cuando fuimos a entrevistarla para el documental estaba súper indignada porque en un periódico de Huelva habían dicho que su padre había muerto en la guerra, y por eso empiezo su capítulo diciendo: “El padre de Marian no murió en la guerra”. La enfadaba mucho. Y no sé si era porque era irreal, porque era una mentira, o porque no quería que su padre hubiese muerto en la guerra. Decía que su padre murió de una enfermedad. Curiosamente, la editorial no me cambió el orden de ninguna mujer.

—Arrancas la estructura de cada capítulo con la historia del personaje y luego vas introduciendo diálogos, películas y frases de las entrevistadas, más la introducción de contexto. 

Sí, estoy contento, en el sentido de que lo único que he hecho y que me ha permitido el libro es haber contado con toda la documentación previa. Yo cuando hago una película me documento muchísimo y la inmensa mayoría no aparece, pero sí me sirve para sentirme seguro de lo que estoy contando, de que eso es verdad, de que no estoy patinando en datos históricos. Y después también para decidir qué contar exactamente y cómo hacerlo. Leí mucha prensa y me nutrí mucho de la hemeroteca de todos los periódicos del mundo. Empecé a anotar cosas textuales en libretas y en el ordenador. Guardaba citas, pero sin referenciar. La editorial me ayudó a encontrar las páginas para citar bien las películas, libros y periódicos. Intenté usar un subterfugio que utiliza Carmen Alborch en Solas, cuando al principio, en el prólogo, dice que el libro no pretende ser una narración académica. 

 —Solas, de Carmen Alborch (2001), y Usos amorosos de la postguerra española, de Carmen Martín Gaite (1972) han sido tus grandes referencias.

Sobre todo el de Carmen Martín Gaite. Es verdad que el de Solas es más contemporáneo, pero el de Martín Gaite hace una radiografía total de todo y cita muy bien.

—¿De dónde viene el proyecto original del libro?  

"Se me ocurrió la idea del libro simplemente contando las historias de las 20 mujeres"

Surgió cuando estaba rodando el documental, que posiblemente ha sido el que más he disfrutado, porque lo he hecho con Rubi, mi pareja (Rubi García Crespo es ilustradora y autora del cartel de la cinta), recorriendo Castilla-La Mancha y Andalucía, entrevistando a señoras que nos decían que su vida no era interesante, pero son señoras: la más joven tiene 58 años y le ha dado tiempo a vivir cosas. Eran entrevistas de tres o cuatro horas, y sabía que al condensar todo eso en 90 minutos iba a dejar fuera gran parte del contenido. Entonces se me ocurrió la idea del libro simplemente contando las historias de las 20 mujeres. 

—Sorprende que hasta ahora no hubiera ningún título de libro con el nombre de Solteronas. 

Es una cosa que a mí me sigue llamando la atención. Y a la propia editorial también. Hubo un momento en que me dijeron que estaban muy sorprendidos de que no se le hubiera ocurrido antes a nadie, porque no es una cosa oculta. Al final Carmen Martín Gaite tenía razón: nadie les había preguntado a estas mujeres cómo se sentían o qué pensaban. 

—¿Hubiese sido distinto Solteronas sin haber antes dirigido Las Sinsombrero? En aquel proyecto has reconocido que asumiste un bagaje más feminista. 

Pues me gustaría creer que no, pero creo que sí. Es cierto que al final son unos proyectos los que llevan a otros. Solteronas nace mientras estoy rodando Las Sinsombrero 2, y después también es verdad que la sensibilidad es diferente. Para mí ahora el feminismo es algo importante, algo sobre lo que tengo el foco puesto. Yo no era una persona machista ni recalcitrante, pero ahora veo más cosas. Y ahora me defino como feminista, antes no lo hacía. Lo fuese más o menos.

—¿Qué tipo de matices ahora te das cuenta que antes no veías? 

Soy más consciente de los famosos micromachismos. Con Las Sinsombrero me di cuenta de lo poco o nada que había pensado de la importancia de la mujer en la Generación del 27. Ahora estoy más pendiente de dónde puede haber referentes femeninos. Un caso que me llama mucho la atención es el de Juan Ramón Jiménez, que era un protofeminista. En su época era dios, tenía la admiración de todo el mundo. En la poesía, tantos ellos como ellas necesitaban de alguna manera de su aprobación. Y él siempre fue una persona que no distinguió en calidad literaria entre hombres y mujeres. Eso era sorprendente en la época, y me llama mucho la atención que sea un personaje así. Digámoslo: Juan Ramón no está reivindicado como feminista. Te das cuentas solo si entras un poco en su historia o empiezas a investigarlo. Y muchos autores, siendo feministas, no han hecho alarde de su feminismo.

—En el libro, al igual que en el documental, nadie sale con su nombre real, y a algunas mujeres no les habría importado.

"Solo dos o tres mujeres querían haber salido con su nombre real, que no tenían nada que ocultar"

Solo dos o tres mujeres querían haber salido con su nombre real, que no tenían nada que ocultar. Al final la decisión de que no aparecieran sus nombres viene motivada por el documental. Para mí era importante, revelador, que muchas dijeran que no querían salir. Es un estigma que algunas de ellas han sufrido, pero que no reconocen. 

—¿Cómo transcribiste las historias de estas mujeres? 

Tenía elaborado un minutado del documental. Todo el texto de la película estaba transcrito. Tampoco me preparo las entrevistas mucho, solo un par de cosas. Me gusta que sea más que nada una conversación. 

—¿Y no pensaste volver a hacer las entrevistas o preguntar con más detalle?

Al principio lo pensé. De hecho, con algunas hay incluso una cierta amistad y podría haberlo hecho sin problemas. Pensé hacerlo si tenía alguna duda o quería profundizar. Cuando empecé a rodar el documental ya les había avisado de que también iba a escribir un libro, pero luego no lo vi necesario. 

—¿Crees que el término «solteronas» sigue siendo peyorativo? 

Yo hasta ahora he mantenido que el término estaba en desuso, pero en realidad sigue pasando que a cualquier chica que no tenga novio pueda a venir alguien y le diga “a ver cuándo tienes novio” o lo de “se te va a pasar el arroz”. Todo esto sigue absolutamente vigente. Hace poco hice una búsqueda en Twitter de la palabra «solteronas» y flipé, porque había miles y miles de entradas utilizando «solterona» como insulto, sobre todo en respuesta cuando alguna mujer hace alguna afirmación y se le responde con: «solterona» a lo que suele sumarse: «mal follada».

—Te llevaste una sorpresa.

"Yo pensaba que solteronas ya no era algo peyorativo porque era un término que nadie en mi ámbito utilizaba, tampoco solterón, ni siquiera entre las personas mayores"

Bueno, es verdad que Twitter puede ser un lodazal, pero yo pensaba que «solteronas» ya no era algo peyorativo porque era un término que nadie en mi ámbito utilizaba, tampoco «solterón», ni siquiera entre las personas mayores. Ahora tengo la duda si se utiliza como un insulto. Ahora estamos en un momento de determinados retrocesos que se dan, o que ya se han dado, pero no me aventuraría decir que se van a eliminar para siempre. Creo que vivimos en un mundo que está rimando demasiado con el pasado. 

—¿En qué sentido? ¿A escala mundial, o a escala nacional? 

En ambos. Yo creo que de alguna manera estamos volviendo a algunos tics. Yo no imaginé que se iba a volver a penalizar el aborto; era absolutamente impensable, mucho más en Estados Unidos, en la América de la libertad. El problema es que cuando retrocedemos volvemos a esa estructura en la que los valores y los papeles de las mujeres están muy determinados. Fíjate el repunte del machismo entre los jóvenes: el controlar el móvil a su chica. Yo no me atrevería a decir que no vamos a volver a una cosa así.

 —El documental arranca con una escena de la serie Arde Madrid, con el diálogo en el que el personaje que interpreta la actriz Inma Cuesta reivindica la fuerza de la mujer, de su independencia, en un mundo cerrado y machista.

Tenía claro que esa escena tenía que aparecer en el libro. De pronto, en un momento dado, cuando no paraba de revisar todas las citas, revisé la de Arde Madrid. Lo que hablan Paco León e Inma Cuesta resume muchas cosas. Me di cuenta de que lo que quería contar estaba condensado en este diálogo. 

—Solo hay dos nombres reales: la profesora Amparo Quiles, a quien tratas con gran respeto y todo una autoridad académica, y también a Maruja Torres, que protagonizó un programa de Jordi Évole.

"Por eso le dediqué un capítulo a Amparo, que es el único que va con nombre real, que no tiene edad, y que lo que hace es poner en valor todo lo que ella aportó a la historia"

Pensé entrevistar a Maruja, pero no me cuadraba del todo y por eso no lo hice finalmente. Amparo me habló desde un punto de vista académico de la representación de la mujer, de la solterona, en las literaturas de los siglos XIX y XX. Quería que todas las reflexiones que me había hecho estuvieran en el libro, pero claro, no que pareciese que había sido yo quien lo había descubierto por el camino, en mi labor de documentación. Por eso le dediqué un capítulo a Amparo, que es el único que va con nombre real, que no tiene edad, y que lo que hace es poner en valor todo lo que ella aportó a la historia. Tenía obsesión en no apropiarme nada de su trabajo. 

—¿Piensas que el amor romántico ha hecho mucho daño?

Sí, muchísimo. Claro, claro. Es que formaba parte de esa educación de los valores. De alguna manera tú tenías que encontrar a ese hombre que te colmase y eso aparecía constantemente en la literatura destinada a la mujer, como en las novelas de Corín Tellado. 

—¿Cómo lo defines tú en este contexto de la mayoría de solteronas que tuvieron su primera juventud en las décadas de los 50, 60 y 70? 

Algunas de las protagonistas del libro tuvieron la idea de casarse en un matrimonio de conveniencia. Y no lo adoptaron porque yo creo que era una salida fácil y también como convención. Hay un personaje del libro a la que le pregunto que por qué nunca se había casado, y me contestó que porque había estudiado Derecho. Ella creía en el amor romántico, pero de pronto se dio cuenta de que el matrimonio era un contrato. De alguna manera le echaron un jarro de agua fría encima. También cuento cosas que resultan increíbles: cómo las solteras no podían adoptar o cómo eran perseguidas por el Patronato de la Mujer. 

—Pío Baroja se refiere a un personaje de novela como “solterona, fea, negra y con más años que un loro”.

"He incluido también otras citas que intentan reflejar cómo era la época, como en la película Mujercitas"

Sí, además sin cortarse. Baroja formaba parte de la vanguardia de la intelectualidad del país, que era súper machista porque la sociedad era así. Vivíamos en esa sociedad y eso se veía como algo natural. He incluido también otras citas que intentan reflejar cómo era la época, como en la película Mujercitas, en un diálogo de la tía March con su sobrina sobre encontrar marido y la independencia económica. De hecho, ahora mismo, en la época actual, hay muchas parejas que no se divorcian por el tema económico, sobre todo por la vivienda.

—¿Qué es lo que más te sorprendió en la investigación de Solteronas? 

Encontré a un estudioso que había analizado que en la época de Mussolini habían puesto en marcha un impuesto a la soltería para los hombres. Las mujeres estaban exentas porque si un hombre de una determinada edad no había contraído matrimonio era porque no había querido. Tenían que pagar impuestos porque no estaban aportando a la sociedad, a la patria. Entendían que las mujeres que no habían contraído matrimonio era porque no habían podido. No ha habido tanta evolución, porque nadie paga más impuestos a día de hoy en nuestra sociedad que una persona soltera, más que los casados.

—En el libro hay muchas citas a la literatura femenina y feminista. ¿Cuántos libros del tema has leído?

Pues 60 o 70 seguro. Al principio me propuse leer muchas obras de posguerra porque quería sumergirme en la época. Leí mucho a Torrente Ballester, a Cela… Y una vez un poco superada esa fase, sí empecé con la literatura femenina actual. 

—¿Habrá segunda parte de Solteronas?

No se puede descartar. El trabajo para Solteronas se centró en dos comunidades autónomas: todas las mujeres que aparecen en el libro y en el documental son castellanomanchegas y andaluzas. Quedan muchos territorios por explorar. Creo que escribir un libro es como dar a luz. Cuando una mujer tiene el bebé dice que nunca más, porque el parto es insoportable, y después se le olvida un poco.

—Ahora estás encantado.

Ahora estoy en el mejor momento, porque ya he pasado la pesadilla de escribirlo y ahora estoy viviendo cosas nuevas. 

—¿Te apetece la promoción, las presentaciones, las entrevistas? Tú estás acostumbrado, claro, por tu faceta de director, pero es un poco distinto, ¿no? 

Hay un matiz diferente que me gusta mucho. Afortunadamente, ya he conocido gente que se ha emocionado con el libro. Y claro, en el libro se consigue un rato más grande de intimidad. Al final tú ves una peli mía y estás una hora o una hora y media viéndola y ya está. 

Solteronas se convertirá en una obra imprescindible para los que decidan escribir un libro sobre la mujer y la soltería.

Creo que voy a tener el handicap de que soy un hombre. Como ya he comentado antes, hay un discurso de gente que puede pensar: “Ya está aquí otro tío apropiándose de la historia de la mujer”. Esto está un poco ahí. Pero bueno, espero que no.

 —¿Crees en la discriminación positiva? 

"Estoy totalmente a favor de la discriminación positiva. En el mundo del cine ha sido clave"

Estoy totalmente a favor de la discriminación positiva. En el mundo del cine ha sido clave. Hace diez años no había manera de contratar a una jefa de sonido, a una eléctrica de una película… Ni loco. Había muchísimos ámbitos de la producción que estaban vetados. Y ahora te encuentras todo lo que necesites ahí. Es verdad que en estos momentos como no tengas mujeres en tu equipo, si vas a pedir una ayuda a la producción, olvídate de conseguirla. Y las editoriales prefieren a escritoras jóvenes. Pero estoy totalmente de acuerdo en que así sea, creo que es necesario.

—¿A qué hora te gusta más escribir?

Soy más de tarde-noche, más que nada porque estoy más espabilado. Tardo un poco en arrancar, pero sí, cuando estoy más lúcido, por así decirlo, es ya tarde. 

—¿Las ocho o nueve de la noche? 

Sí, incluso de madrugada. Eso sí, ahora vivo en pareja y es más complicado. Cuando vivía solo podría estar preparando documentales a las cuatro o cinco de la mañana.

—¿Necesitabas escribir todos los días un poco, o lo has hecho con algún atracón de días o semanas escribiendo sin parar? 

"Tuve que dejar de releer al día siguiente lo que escribía el día anterior porque lo cambiaba todo"

No he podido parar de producir documentales porque vivo de eso. En el último año y medio todo el tiempo libre que he tenido ha sido para escribir el libro. Incluso he escrito a horas que para mí no eran las mejores. Tuve que dejar de releer al día siguiente lo que escribía el día anterior porque lo cambiaba todo. Me di cuenta de que si releía constantemente nunca iba a salir del primer capítulo.

 —¿Cuáles son los documentales y libros que más te han gustado en el último año?

Estoy cada vez más olvidadizo. Yo antes recordaba cada nombre de cada libro y de cada película. He visto y leído muchas cosas que me han gustado. Un amor (dirigida por Isabel Coixet y basada en la novela de Sara Mesa) es para mí la mejor película del año pasado. 

—Y no era fácil, porque el universo de Sara Mesa es muy particular. 

Sí, por eso yo creo que Isabel Coixet la ha hecho muy bien, porque ha cogido la esencia de la novela, pero hay los cambios suficientes como para que sea una película y tenga diferencias.

4.9/5 (11 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios